En los últimos años, la caza de la cabra montés (Capra pyrenaica) ha pasado de ser un posible factor limitante para la especie a una herramienta clave para su conservación. Un estudio publicado recientemente recoge importantes datos sobre las capturas anuales, las licencias de caza y la evolución del número de trofeos obtenidos en distintas regiones de España. Los resultados muestran un aumento constante en la población de la cabra montés, lo que sugiere la necesidad de seguir cazando para mantener el equilibrio ecológico en los hábitats de montaña.
Tendencias en la caza de la cabra montés
Entre 2005 y 2021, las cuotas de caza han mostrado una tendencia creciente, con un promedio anual de 6.400 animales capturados. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 afectó a la actividad cinegética en 2019 y 2020, provocando una disminución temporal en las capturas. A pesar de esto, en 2021 se registró un aumento significativo, con más de 12.000 cabras monteses cazadas.
El número de trofeos de caza experimentó su máximo histórico entre 2001 y 2005, pero ha ido decreciendo progresivamente desde 2006 hasta 2020. Por otro lado, el número de licencias de caza ha caído un 36,5% entre 2006 y 2021, lo que contrasta con el incremento en las capturas anuales. Este fenómeno probablemente podría deberse al mayor interés que despierta la especie entre los cazadores, así como la disminución de la densidad de especies de caza menor en ciertas zonas de nuestro país.
Relación entre caza y población de cabras

Los datos recopilados indican que el rendimiento cinegético se correlaciona con la abundancia regional de la cabra montés. Sin embargo, no existe una relación directa entre la cantidad de animales cazados y su densidad poblacional. Regiones como Madrid, Extremadura y Castilla y León, que presentan altas densidades de cabra montés, mantienen cuotas de caza relativamente bajas. Esto sugiere que otros factores, como la regulación de la actividad o el acceso a las zonas de caza, también influyen en el número de capturas.
A nivel comparativo, el número de cabras monteses cazadas anualmente sigue siendo bajo en relación con otras especies como el jabalí o el ciervo. En 2020, el valor global de la carne de cabra montés alcanzó los 391.248 euros. A pesar de su bajo precio en el mercado, más del 6% de los cazadores invirtieron más de 5.000 euros por temporada en esta modalidad. En Andalucía, desde 2016, cada cabra montés cazada alcanza un valor medio de 4.929 euros, lo que subraya la importancia económica de esta actividad dentro del mundo rural.
La caza como herramienta de conservación

Antigualmente, la caza no gestionada pudo representar una amenaza para la cabra montés, pero en la actualidad se ha convertido en una estrategia clave para su gestión sostenible. Dado que la especie carece de depredadores naturales en gran parte de su distribución, su caza contribuye a mantener densidades poblacionales compatibles con la capacidad de carga de los hábitats de montaña y evitar también altas mortandades como consecuencia de los temidos brotes de sarna.
Para lograr una caza sostenible, especialmente en lo que respecta a la captura de trofeos, los planes técnicos de caza juegan un papel fundamental, particularmente en terrenos privados. Estos planes, diseñados para un periodo de cinco años, establecen objetivos específicos sobre el número y características de los animales a cazar. Al aplicarse correctamente y realizar un monitoreo adecuado de su impacto en la población, se convierten en una herramienta eficaz para la conservación de la especie.

Hacia una gestión equilibrada
El estudio destaca que la caza de la cabra montés debe ser enfocada desde una perspectiva de sostenibilidad. No se trata solo de establecer cuotas de caza, sino de garantizar que la actividad se realice de manera responsable, asegurando la estabilidad de la especie y la conservación de su hábitat. La regulación efectiva y el seguimiento constante de la población son elementos clave para equilibrar los intereses cinegéticos y la preservación de la biodiversidad.
En definitiva, la caza de la cabra montés ha evolucionado desde un factor que podría identificarse como una amenaza hasta una herramienta de conservación.