Cataluña ha activado ya su plan de contingencia frente a la peste porcina africana después de confirmarse la llegada del virus a España. La Generalitat ha puesto en marcha un plan de contingencia extraordinario que etablece las medidas que se deben adoptar para gestionar las poblaciones de jabalí a partir de ahora y que da las directrices para saber cómo deberán actuar los cazadores en las zonas donde aparezca un foco.
El documento, muy técnico, establece diferentes áreas de control —desde la zona infectada hasta los anillos de vigilancia— y fija medidas inéditas en nuestro país: desde la prohibición total de cazar dentro del perímetro afectado hasta la obligación de analizar todos los jabalíes abatidos en los alrededores. Se trata, probablemente, del plan más exhaustivo elaborado hasta ahora en España para contener la PPA en fauna silvestre, y su aplicación marcará un antes y un después en la gestión cinegética catalana.
La prioridad: aislar los focos y reducir la población de jabalí
La peste porcina africana (PPA) es una enfermedad vírica mortal para los cerdos domésticos y el jabalí, pero no afecta a las personas. El virus viaja con una facilidad enorme: puede ir en la carne, en los restos de comida, en la sangre, en las heces, en los vehículos y hasta en las botas de quien ha estado en contacto con animales infectados.
Por eso el plan catalán de contingencia no se limita a las granjas de porcino: dedica un bloque entero a lo que ocurre en el monte con el jabalí y prevé medidas muy estrictas sobre el terreno cuando aparezca un foco en fauna silvestre. En ese escenario, los cazadores dejan de ser solo usuarios del monte para convertirse en un elemento central del dispositivo de vigilancia, control poblacional y detección temprana.
Zona infectada: la zona cero
Si el laboratorio confirma que uno o varios jabalíes encontrados muertos son positivos a PPA, la administración dibujará sobre el mapa una zona infectada (ZI). Esa zona se compone de un “núcleo” —donde han aparecido los casos— y de una franja de 6 kilómetros alrededor, denominada “zona tampón”. Todo el conjunto se considera de alto riesgo, aunque en algunos puntos no se hayan detectado cadáveres.
En torno a esa ZI se colocará un auténtico cordón sanitario: se señalizarán accesos, se cerrarán pistas y se informará de las restricciones con carteles específicos. El objetivo es doble: evitar que el virus salga de allí pegado a botas, ruedas o colmillos, y minimizar cualquier movimiento de los jabalíes que pueda llevar la enfermedad a otros territorios.
Para los cazadores, la consecuencia es clara y contundente:
- Se suspende toda la caza, de mayor y de menor, dentro de la zona infectada. No se podrán organizar batidas, ni aguardos sobre jabalí ni sobre ninguna otra especie cinegética.
- Quedan también limitadas otras actividades de ocio y de uso del monte —senderismo, recogida de setas, pruebas deportivas— para no forzar desplazamientos de los animales ni facilitar la dispersión del virus.
En paralelo, la administración podrá instalar vallados y cierres provisionales para que los jabalíes no crucen hacia zonas sanas.

Zona de vigilancia: caza sanitaria y todos los jabalíes analizados
Más allá del perímetro infectado se establece una zona de vigilancia (ZV), que llega hasta los 10 kilómetros desde la zona núcleo. Sus límites se ajustan a la realidad del terreno: carreteras, vías de tren, áreas urbanas, grandes masas forestales o incluso los propios límites de las Áreas Privadas de Caza, Zonas de Caza Controlada y Reservas Nacionales.
La filosofía es distinta a la de la ZI. Aquí sí se mantiene la actividad cinegética, pero transformada en una caza sanitaria muy regulada con tres objetivos:
- Reducir drásticamente la densidad de jabalí para minimizar contactos con posibles animales infectados y evitar el “efecto reserva” en el borde de la ZI. El plan prevé expresamente apoyarse en los cazadores para este vaciado sanitario, planificando cómo abatir el máximo de animales causando el mínimo movimiento hacia otras zonas.
- Evitar que la ZV atraiga jabalíes de la zona infectada, por ejemplo a través de cultivos muy apetecibles, residuos mal gestionados o puntos de alimentación suplementaria.
- Detectar rápidamente cualquier jabalí muerto que pueda delatar que la enfermedad ha roto el confinamiento.
En la práctica, esto se traduce en un cambio radical para las sociedades de cazadores:
- Se restringe el ejercicio libre de la caza de jabalí y del resto de especies en todas las APC, ZCC y Reservas Nacionales que entren en la ZV. Las cacerías pasan a programarse de forma específica, como una herramienta más del plan sanitario.
- Todos los jabalíes que se capturen en esta zona deberán ser analizados para comprobar si están infectados o no. Ningún animal abatido dentro de la ZV se entiende ya como “solo trofeo o carne”: cada pieza es, ante todo, una muestra epidemiológica.
- Se prohíbe cualquier alimentación suplementaria de jabalí (cebaderos), con especial vigilancia en núcleos habitados para evitar que vecinos o turistas les den de comer.
- Se revisa cómo se gestionan cultivos, basureros y otros puntos de alimento para rebajar su atractivo en el borde de la zona infectada. Se podrán adelantar las cosechas de cultivos querenciosos.
- Se refuerza la vigilancia pasiva: se organiza la búsqueda periódica de cadáveres, especialmente en los sectores pegados a la ZI, y se dispone la recogida y análisis de todos los jabalíes muertos por colisión con vehículos en accidentes de tráfico.
La ZV, en resumen, no aparta a los cazadores: los coloca en el centro del dispositivo, pero con una actividad completamente condicionada por la estrategia de erradicación: la prioridad es acabar con los jabalíes.

Alrededor de las granjas: zonas de protección y vigilancia
Cuando el foco afecta a una explotación porcina, el mapa cambia, pero también puede salpicar a los cotos. El plan establece una zona restringida estructurada en:
- Zona de protección (ZP) de al menos 3 kilómetros alrededor de la granja afectada.
- Zona de vigilancia (ZV) de como mínimo 10 kilómetros, donde se refuerza el control de movimientos de animales y productos.
Aunque aquí el foco está en el ganado doméstico, las restricciones de circulación, los controles a vehículos y las exigencias de bioseguridad pueden afectar de forma directa a sociedades de cazadores cuyos acotados queden dentro de esos radios, con caminos cortados, accesos regulados y cambios en la dinámica de las batidas.
Qué debe hacer un cazador si encuentra un jabalí muerto
Uno de los mensajes clave del plan es que un jabalí muerto sin causa aparente es una alerta sanitaria. El protocolo es muy claro: no se debe tocar ni mover el cadáver; hay que avisar de inmediato a los Agents Rurals de la zona o a los servicios veterinarios oficiales, que activarán la recogida y el análisis de la muestra.
Para los cazadores, la recomendación práctica es doble:
- Si se dispone del contacto directo de Agents Rurals o de los servicios veterinarios del territorio, se les puede llamar de forma inmediata. El plan facilita teléfonos de control por demarcaciones para este fin.
- Si no se conocen esos teléfonos o la situación es urgente, lo más sencillo es llamar al 112, explicando que se ha localizado un jabalí muerto. Desde allí derivarán el aviso al cuerpo que corresponda (Agents Rurals, veterinarios oficiales, etc.).
En cualquier caso, la consigna es la misma: no manipular el animal, no cargarlo al coche, no intentar retirarlo del monte y, por supuesto, no aprovechar su carne.
Cómo deben prepararse las sociedades de cazadores
Para las sociedades cinegéticas catalanas, el plan deja claras varias obligaciones y líneas de trabajo:
1. Saber en qué zona está cada acotado.
Tras la declaración de un foco en jabalí, la administración elaborará un mapa de zonas afectadas y actualizará de forma periódica los límites de la ZI y la ZV, además de señalizar sobre el terreno el perímetro y los puntos de acceso. Es fundamental que cada sociedad confirme con su servicio territorial si su coto entra total o parcialmente en estas zonas.
2. Asumir que la caza se puede convertir en “caza sanitaria”.
En la ZI, la actividad se detiene por completo. En la ZV, las batidas y aguardos dejan de programarse según criterios puramente cinegéticos y pasan a integrarse en un plan de reducción de densidad supervisado por la administración, con exigencias claras sobre cómo organizar las cuadrillas, qué zonas batir, cómo manejar las canales y cómo remitir las muestras.
3. Garantizar que todos los jabalíes abatidos se analizan.
El plan no deja margen de duda: todos los animales capturados en la zona de vigilancia deben enviarse a análisis para comprobar si están infectados o no. No se trata de remitir “algunos” ejemplares: la información epidemiológica depende de que la totalidad de los jabalíes abatidos sean muestreados correctamente.
4. Organizar la comunicación interna.
Las juntas directivas tendrán que reforzar la información a sus socios: explicar qué zona afecta al acotado, qué modalidades están permitidas y en qué condiciones, a qué teléfonos avisar si se detecta un cadáver y qué procedimiento se seguirá con las piezas abatidas. Carteles en el coto, grupos de mensajería y redes sociales pueden ser aliados imprescindibles para que nadie salga al monte sin conocer las normas.
5. Extremar la bioseguridad también en la caza.
El virus puede viajar en barro pegado a las ruedas, en sangre en la ropa o en restos de vísceras sobre el terreno. El documento insiste en desinfecciones rigurosas de vehículos y equipos, y en tiempos de espera antes de entrar en otras explotaciones porcinas después de haber estado en una zona afectada. Para los cazadores, esto significa cambiar rutinas: lavar y desinfectar botas, ropa y utensilios tras cada jornada y evitar desplazarse directamente de un coto en ZI o ZV a una granja o a otro territorio sin ese mínimo de higiene.
Una oportunidad para que la caza lidere la contención de la PPA
La PPA es, hoy por hoy, una de las mayores amenazas para el sector porcino europeo y para la gestión del jabalí en buena parte del continente. Cataluña se ha dotado de un plan muy detallado que combina medidas duras —paralización de la caza en zonas infectadas, restricciones de acceso, controles de movimientos— con una apuesta clara por integrar a la caza en la solución: vaciado sanitario en la zona de vigilancia, colaboración en la búsqueda de cadáveres y participación en la vigilancia epidemiológica.
Para las sociedades de cazadores, el mensaje de fondo es sencillo: Habrá momentos incómodos, con temporadas enteras condicionadas o incluso paradas, pero su colaboración puede ser decisiva para evitar que la enfermedad se asiente en el monte y para proteger tanto a la fauna silvestre como a miles de explotaciones porcinas.








