El descubrimiento se produjo a mediados de noviembre, en plena temporada micológica retrasada por el largo verano. Tres aficionados dezanos recorrían un camino de la parroquia de Piñeiro cuando, en una cuneta, se toparon con un ejemplar tan grande que, a primera vista, parecía más propio de una ilustración exagerada que de un bosque gallego. Lo recogieron con cuidado y comprobaron que su estado de conservación era inusualmente bueno.

El responsable del hallazgo, según informa Faro de Vigo, explicaba su sorpresa: «El boleto está muy bien, es raro encontrar uno tan grande en buen estado». Su tamaño, cercano al de un sombrero mexicano, superaba con holgura las medidas habituales de esta especie, que rara vez pasa de los 20 centímetros de diámetro. Pese a ello, reconocían haber visto en otras temporadas ejemplares incluso mayores, aunque más deteriorados por insectos o humedad.

Mientras examinaban el hongo, comprobaron que el cuerpo estaba firme, sin síntomas de deterioro y con la carne intacta, algo poco habitual cuando se trata de boletus tan desarrollados. El micólogo que lo localizó admitía que la temporada había sido extraña: «Este año han salido pocos boletus y lo han hecho muy tarde, pero donde han salido están buenas y libres de bichos». Finalmente, decidieron repartirlo y cocinarlo cada uno siguiendo su receta habitual.

Apenas unos días después, otro hallazgo curioso llegó desde Ponte, también en Trasdeza. Allí apareció un Boletus edulis con una peculiar formación adherida al sombrero principal, como si hubiera «crecido un hijo». Según detallaron estos aficionados, se trataba simplemente de una segunda seta que no llegó a desarrollarse por completo, un fenómeno frecuente cuando brotan varias a escasos centímetros y evolucionan de forma desigual.

Un otoño atípico para los boletus

El largo verano y las tormentas intermitentes de septiembre y octubre retrasaron la aparición de los boletus en buena parte de Galicia. La humedad llegó tarde y concentrada, lo que provocó brotes escasos pero de calidad notable. Los expertos consultados en la comarca apuntan que los ejemplares grandes suelen aparecer tras periodos irregulares de calor y lluvia, cuando el micelio encuentra condiciones idóneas y concentra la energía en menos cuerpos fructíferos.

En Silleda y su entorno, los aficionados coinciden en que este año la escasez se compensó con la calidad de los ejemplares, tanto por su tamaño como por su estado sanitario. Aunque la campaña llega a su fin, los micólogos todavía esperan que la bajada progresiva de temperaturas permita alguna aparición tardía en zonas umbrosas.

Un hallazgo que alimenta la afición local

La comarca dezana mantiene una larga tradición micológica, con salidas organizadas y encuentros divulgativos cada otoño. Descubrimientos como este recuerdan la riqueza del monte gallego y la importancia de conservar sus hábitats. Para los tres aficionados que recogieron el boletus gigante, la anécdota quedará ya ligada a una temporada irregular, pero también memorable.

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