El testimonio de un agricultor británico se ha vuelto viral al denunciar, ante las cámaras, el sinsentido de las políticas agrarias que sufren en Reino Unido. Sus palabras, cargadas de frustración, resumen un problema que no es exclusivo de las islas, sino que golpea con igual dureza a los agricultores españoles y al conjunto del campo europeo.
«Ya basta. Hablando claro, durante los últimos 20 años hemos sido atacados por la clase política diciéndonos cómo cultivar en el campo. Nuestra familia cuidó del campo durante más de 500 años. No necesitamos que a los habitantes del pueblo nos digan cómo cultivar», denuncia el ganadero.
El agricultor añade con dureza: «Ahora nos pagan para que dejemos de cultivar alimentos y cultivemos flores silvestres. Es una locura. Y estamos pensando en dejar de producir después de 500 años». Sus palabras conectan con el malestar que, desde hace meses, se respira en el campo europeo.
Problemas compartidos a ambos lados del canal
Las quejas del británico reflejan un sentir común. En España y en buena parte de Europa, los agricultores se encuentran atrapados entre bajos precios, altos costes de producción y una maraña de normas que les impide trabajar con normalidad. A ello se suma la competencia desleal de importaciones de países con estándares más bajos, que hunden aún más sus ingresos.

El exceso de regulaciones ambientales y burocracia, especialmente en el marco del Pacto Verde y de la Política Agrícola Común (PAC), es otra de las grandes quejas. Normativas sobre rotación de cultivos, exigencias para dejar tierras en barbecho y requisitos administrativos interminables son percibidos como una amenaza para la viabilidad de las explotaciones.
El eco de las protestas en Europa
No es casual que en 2024 los agricultores de toda la Unión Europea protagonizaran una de las mayores protestas en décadas. Tractores bloquearon carreteras y miles de agricultores se manifestaron en Bruselas para exigir precios justos y políticas coherentes.

En el centro de la protesta estaba la denuncia de la competencia desleal de países como Ucrania o los socios del Mercosur, cuyos productos llegan a los mercados europeos sin cumplir los estándares exigidos a los agricultores comunitarios. Una situación que, unida a los crecientes costes de fertilizantes, energía y transporte, hace inviable la rentabilidad de muchas explotaciones.
El campo al límite
El vídeo del agricultor británico ha encendido el debate porque pone rostro a una realidad que amenaza la continuidad del sector. La falta de rentabilidad, la especulación con la tierra y la ausencia de relevo generacional dibujan un panorama sombrío. España, con cientos de pueblos que dependen directamente del campo, comparte esa misma incertidumbre.
La voz de este ganadero británico, convertida en símbolo, recuerda que el futuro del campo europeo está en juego. Y que, si no se corrige el rumbo, pueden perderse siglos de historia, tradición y producción de alimentos.








