El pasado sábado 16 de noviembre en el Coto de Toén, en Ourense, tuvo lugar una cacería de esas que quedan grabadas a fuego en la mente de toda la cuadrilla y especialmente en la de uno de sus integrantes.

En este caso esa persona fue Santiago González Lama un gallego de 36 años, natural de Quenlle (Toén), que lleva practicando la cinegética desde los 16. La afición, que heredó de su padre, comenzó con la caza del conejo, una modalidad que su honor aún sigue practicando hoy en día. Además de la menor, es un jabalinero empedernido y su pasión por las batidas con perros de rastro se vio premiada el pasado fin de semana.

Varios rastros y dos jabalíes a tierra

La mañana comenzó bien para la cuadrilla «Loucos do xabali». Los perros habían cortado el rastro de un jabalí de -a juzgar por sus pisadas- no más de 30 kilos. No tardaron en dar con el suido y este en salir a un cortafuegos en el que se encontraba el Remington 750 de Benigno Estévez Santana que con un disparo rápido e instintivo pudo hacerse con él.

Al poco tiempo la podenca Chita comenzó a latir frente a una toxeira «como no lo había hecho antes», asegura Déborah Martín, una de las perreras. Ella y varios compañeros se acercaban a la demanda cuando la campanilla de Perla, un cruce de bóxer y labrador que no ladra, comenzó a sonar sin parar. Había levantado un jabalí que minutos más tarde sería abatido por otro de los puestos.

José Estévez escuchando a los perros © J.E.

Una vez habían llegado todos los perros a la muerte, volvieron sobre sus pasos a la toxeira donde Chita había estado llamando a parado. «No sabíamos qué había allí dentro pero los perros entraban y salían de la toxeira, no paraban dentro. Sabíamos que allí había encamado algo grande», cuenta Déborah.

Déborah junto al jabalí © D.M

Consiguieron levantar al vakamulo

Los perros estuvieron varios minutos ladrando a parado. Mientras unos entraban y salían, otros más osados permanecían inmóviles cerca del encame y otros ni siquiera se atrevían a entrar.

Tal y como auguraban los monteros, un enorme jabalí se desencamó a sus pies y todos los canes arrancaron tras él. Su tamaño llamaba la atención, y así lo hicieron saber por la emisora. Todos los cazadores estaban atentos, nerviosos y deseosos de que aquel ejemplar llegase a su puesto.

Santiago fue el afortunado que consiguió verlo a algo más de 100 metros y quien, con un disparo perfecto del 7mm Remington Magnum en el codillo, lo hizo hincar rodilla. El cazador, al verlo, quedó atónito. Acababa de abatir uno de esos ejemplares los que cualquier jabalinero sueña.

El suyo era ya una realidad.

Santiago con el jabalí recién abatido © S.G.

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