Sé cuidadoso desde el inicio
Mientras la carne no se congele estará expuesta a la aparición y crecimiento de bacterias que la dejarían inservible. Para que eso no ocurra, lo que debes hacer es meter cuanto antes la carne en un lugar fresco mientras la transportas a casa. Debes tener en cuenta que por debajo de 40 grados el proceso de aparición de estos microorganismos se desacelerará, y sólo por debajo de 0 grados se detiene completamente.
Una solución fácil para evitar este problema puede ser llevar una nevera con hielo en el coche, o incluso una de esas que refrigeran su contenido con sólo enchufarse al mechero del coche. De esta manera podrás enfriar rápidamente la carne de las piezas abatidas durante la jornada, y evitarás que se estropee. Para hacerte con una de estas tampoco tendrás que arruinarte, en Internet las puedes encontrar buenas por unos cuarenta euros (aquí tienes un ejemplo).
Envasa la carne: te aguantará más
En el congelador, el enemigo número uno de la carne es el aire frío. ¿Has oído alguna vez eso de ‘Esta carne está quemada’ cuando la han sacado del congelador? En realidad no es que esté quemada por el frío, simplemente la carne expuesta al aire frío y seco durante un período prolongado de tiempo se oxida y deshidrata.
¿Por qué ocurre esto? Las partículas de agua que contiene la pieza salen hacia la superficie y se convierten en hielo a su alrededor, deshidratándose el interior. La carne ‘quemada’ es fácil de identificar ya que se torna de un color blancuzco o gris en algunos puntos de su superficie, aunque en el resto presente buen aspecto.
Cuanto más caiga la temperatura por debajo de los 32 grados, más seco se volverá el aire. Y cuanto más tiempo esté en contacto la carne con este aire, más se deteriorará. Así pues, una de las mejores alternativas para preservar la carne es envasarla al vacío. Para ello, puedes consultar con tu carnicero de confianza, ya que algunos poseen máquinas que que sellan herméticamente el envase evitando así la entrada de aire al congelar la carne. O bien puedes optar por comprar tu propia máquina de envasado al vacío
El tamaño sí importa
Volviendo a la pregunta inicial, la carne incluso envasada se deteriora. Una pieza congelada durante cinco años puede que aguante en buenas condiciones para ser cocinada, pero nunca tendrá el mismo sabor, ya que este se pierde con el tiempo. Como norma general, podemos asegurar que cuanto mayor sea el corte, mayor será el tiempo que aguante sin perder sabor. Así pues, una pata de corzo o venado aguantará más tiempo en el congelador que unos zorzales; las piezas más grandes pueden llegar a estar congeladas un año sin perder sus cualidades en absoluto.
Las partes más finas, como solomillos o chuletas, es preferible consumirlas durante los seis primeros meses desde su congelación. Además las aves; como zorzales, codornices o perdices, suelen deteriorarse antes, por lo que deben consumirse entre cuatro y seis meses después de su congelación, como muy tarde.
No la tires
Cualquier carne que pase de estos tiempos puede ser perfectamente comestible, aunque su sabor no será lo mismo. Si tiene buen aspecto y huele bien, puedes probar un bocado. Aunque la pieza esté ‘quemada’ por el congelador se puede comer, pero su sabor no es el mejor del mundo. Tendrá una textura seca y siempre saldrá algo sosa.
Aun así, también puedes optar por retirar con un cuchillo las partes dañadas, si es que no ocupan una superficie muy grande. Así podrás salvar un guiso que a buen seguro hará las delicias de tus comensales.
Por último solo queda recordarte que hay 365 días entre la apertura de una temporada y otra, y ¿a quién no le gusta paladear un sabroso guiso con las piezas que él mismo ha abatido? Si sigues estas directrices podrás disfrutar de un buen plato de caza la víspera de la apertura, con piezas abatidas la temporada anterior. ¡Que aproveche!