Los testimonios de estas personas, que fueron entrevistadas por la BBC, reflejan los problemas que puede acarrear una dieta vegana.
10/11/2017 | Redacción JyS
Como recientemente ha publicado la prestigiosa BBC británica, el número de personas que se han pasado al veganismo en Reino Unido se ha visto incrementado exponencialmente en los últimos diez años. Entre el 2006 y 2016 el número de veganos aumentó en un 350% en dicha región. Esto se puede deber a convicciones propias de las personas o a mera moda.
Lo que si es cierto es que las autoridades han alertado que, de no controlarse, y en la mayoría de los casos no se hace, esta dieta puede pasar factura ocasionando un déficit de nutrientes necesarios para el organismo -como el calcio, el hierro y la vitamina B12-, por lo que a la larga quien inicia este tipo de alimentación decide abandonarla.
Es el caso de John Nicholson y su compañera, quienes se hicieron veganos en 1984 cuando tenían 23 años y vivían en una granja en el norte de Escocia. Sin embargo, después de casi tres décadas alimentándose de esta forma decidieron volver a ingerir carne porque consideraron que sería más beneficioso para su salud.
Según recuerda Nicholson a la BBC, cuando decidieron pasarse al veganismo veían «cómo llevaban el ganado al matadero y ambos pensamos que teníamos que parar [de comer carne]». «En aquella época realmente tuvimos que investigar qué debíamos comer», relata.
No obstante, Nicholson también explica que el gobierno en aquella época empezó a alertar sobre la importancia de llevar una alimentación saludable y afirma que ellos pensaban que estaban «optando por una alternativa moral y saludable», explica el hombre. Sin embargo, con el paso del tiempo vieron que su salud no iba como debía y empezaron a buscar causas.
Nicholson cuenta que él sufrió el síndrome del intestino irritable durante 17 años. «Cada vez que comía mi estómago se hinchaba. Cualquier cosa que comiera dejaba mi cuerpo muy rápidamente, tanto que a veces no podía salir de casa», narra. Además, Nicholson subió mucho de peso, medía 1,78, pesaba unos 95 kg, y tenía el colesterol alto.
Por otra parte, su compañera tuvo que afrontar una depresión y lidiaba a diario con su hipotiroidismo. Así que ambos se prepararon para un cambio. «Yo era muy escéptico, pero quería apoyarla», afirma Nicholson, quien en tan sólo 48 horas ya notó mejorías y vio cómo el síndrome del intestino irritable desapareció casi por completo. Su pareja también notó una notable mejoría.
«Cuando has sido vegano durante 26 años, eso se convierte en parte de tu identidad. Me preocupaba pensando que estaba siendo superficial, pero entre los dos hablamos mucho sobre el tema y llegamos a la conclusión de que queríamos poner nuestra salud por encima de la de los animales», explica Nicholson.
A día de hoy la pareja sigue alimentándose a base de productos que respetan una cierta ética de producción. Nicholson explica que ahora lo que están haciendo es volver a alimentarse de la manera en que se hacía en tiempos de sus abuelos, «antes de que la comida se complicara y se convirtiera en algo procesado», dice.
«Me hice vegana por mi intolerancia a la lactosa»
Otro caso es el de Estelle Silver, quien fue vegana durante ocho años. «Yo me hice vegana porque me dijeron que tenía sensibilidad a los lácteos. Por entonces yo ya había llevado una dieta estrictamente vegetariana durante 20 años y hacía tiempo que quería hacerme vegana por mis creencias sobre el abuso de los animales y las prácticas de la industria de los animales de granja, así que esa fue una excusa perfecta para dar ese último paso», explicó Silver a la BBC.
Con el tiempo, Estelle se notó más cansada y más incapaz de lidiar con el estrés. Además, desarrolló problemas de ansiedad. «Cada vez que salía era un manojo de nervios. Casi no era capaz de hablarle a la gente y me quedaba pegada a mi novio de entonces», afirma. Aunque advierte de que nunca pensó que la causa fuese su alimentación. «Estaba convencida de que llevaba una dieta saludable», explica.
Sin embargo, ocho años después Estelle empezó a tener antojo de carne y pescado y empezó a darse lo que ella llama «pequeños premios». «Es como si mi cuerpo me lo agradeciera y me sentía mejor cada vez que comía un poquito de carne», cuenta Silver.
Poco después, tal y como explica el medio británico, le diagnosticaron síndrome de fatiga crónica, también conocida como encefalomielitis miálgica, y en un grupo de apoyo le dijeron que comer carne y pescado podría aliviar sus síntomas. «Desde entonces mi salud ha mejorado muchísimo y prácticamente ya no tengo ansiedad. Ahora ya no creo que una dieta vegana sea saludable: mi cuerpo simplemente no puede tolerarla», afirma Estelle.