El primer ministro francés, Emmanuel Macron, ha nombrado al frente de Medio Ambiente a Nicolas Hulot, un hombre que rechaza la caza. La revista Chasse Passion recoge un editorial que escribió Hulot para Science & Nature en abril de 2001, a continuación lo traducimos. 
23/5/2017 | Redacción JyS

El nuevo ministro de Medio Ambiente francés, Nicolas Hulot, durante una entrevista. / Chasse Passion

«Alimenté una tolerancia con los cazadores selectivos… Para mí, es un principio inviolable: la muerte nunca puede ser divertida, y mucho menos fuente de entretenimiento y, además, sin duda no es un deporte. Sin embargo, para ser tolerante, puedo entender que si se creció en un entorno de uniformes de camuflaje, donde la caza se practica con regularidad, no se trata a los animales del mismo modo.
Trato de hacer distinciones entre ‘carniceros’ y el cazador que lucha de forma tranquila por mejorar su comida el domingo. Pero está claro que, en Francia, cuando caminamos en la naturaleza, los cazadores hacen la ley y, a veces aterrorizan a los demás. Para un simple caminante, que encuentra atrapado entre un concierto de ladridos de jaurías, disparos dispersos, los gritos de los batidores, es un episodio traumático y una clara fuente de peligro (se producen alrededor de cuarenta muertes al año relacionadas con la caza). Hace poco oí una ráfaga de disparos efectuados entre la niebla…
Pero lo más sorprendente es que he visto con mis propios ojos que los cazadores practican sus actividades en un día de nieve, que normalmente está prohibido por la ley (a menos que se ordene lo contrario por el prefecto). ¿Y los cazadores apostados en hileras a lo largo de las carreteras, a la espera del paso de los animales que realizan disparos cruzados sin garantía visual de que haya una ausencia de vehículos en sus líneas de visión? ¿Y estos perros hambrientos, raquíticos, para que sean más eficientes en la caza de jabalí que son abandonados en grandes cantidades y que deambulan en grupos desesperados? Tres veces en las últimas semanas se han recogido perros callejeros, en un deplorable estado de salud e higiene. Cuando se ha contactado con sus propietarios ni siquiera se han movido y he tenido que ir yo mismo a presentar informes…
Así que, ante tal imprudencia, me atrevo a mencionar la incapacidad de casi todos los cazadores a recoger las vainas, que cubrían todos los rincones del monte. Tengo que recordar que estos «Sembradores de la muerte», como decía Victor Hugo, son sólo una pequeña minoría, 1,5 millones, pero imponen sus actividades de hombres a otros 58 millones de franceses. El simple acto del uso de un arma no puede ser trivializado, y los cazadores crecerían si se aceptara tener ninguna exención ante las normas básicas de seguridad. ¿Cuántas veces he sido testigo de fuertes discusiones entre los cazadores y excursionistas, donde se exhibían sus armas sin descargarlas?».