El cazador extremeño David Miguel Pérez, natural del pequeño municipio cacereño de Ibahernando –en las cercanías de Trujillo- cazó hace unos meses un espectacular jabalí al salto acompañado de su ‘otra familia’, sus podencos andaluces manetos.

David salió aquel domingo por la tarde de caza al salto con sus canes a una zona de zarzales, esperando que saliese «algún zorro o algún jabalí», pero nunca el ‘monstruo’ que se desencamó de uno de los arbustos por los que pasó.

Tras el comienzo de la jornada, Pérez sintió el singular ladrido de llamada de uno de sus ‘punteros’, ese «sonido inconfundible cuando se trata de un marrano», como así lo define el cazador en palabras a Jara y Sedal. «El animal estaba solo y se trataba de un zarzal grandísimo en una zona de arroyo, por lo que no había tiempo para pensar estrategias».

40 minutos de lucha de sus manetos en un zarzal

Otra imagen del jabalí. © D. P.

El zarzal, según recuerda el cazador, «se removía a medida que iban entrando la otra parte del equipo para intentar mover al verraco de su encame», una tarea nada fácil tratándose de este tipo de jabalíes grandes y encamados.

Un momento final del lance de infarto a tan sólo tres metros de la pieza. Una vez más, el trabajo en equipo de los manetos dio sus frutos: David había ido moviéndose a lo largo del arbusto por donde se encontraba la ladra y llegó a un punto en que se terminaba el zarzal y el siguiente estaba a unos tres metros: ahí, en ese espacio, debería disparar.

Un certero disparo con su Benelli para abatirlo. Tras cuarenta minutos de dura batalla dentro del espinoso lugar, y cuando el jabalí intentó cambiar de encame a trote cochinero, David le disparó con su escopeta Benelli: «Sólo hizo falta apretar el gatillo una vez», explica el cazador, que abatió de este certero disparo al impresionante animal.

El trofeo del jabalí. © D. P.

El otro día de suerte de este cazador: abate dos cochinazos resabiados ¡durante la misma noche de espera!

doblete jabalíes

Hace dos años, Pérez cazó dos jabalíes de récord en la misma noche de espera. «Era la última noche de la temporada de esperas para mí, puesto que el 15 de agosto cortábamos por las monterías de mi pueblo», señala. Hacía dos meses que David Miguel había grabado «un buen cochino» que tenía «picado» a un comedero: «Entraban varios, pero el único que a mi parecer me llamaba la atención era este, y no solo por su tamaño y sus defensas, sino también porque lo tenía localizado. Su oreja derecha estaba rajada», explica el cazador. Así se hizo con él.