Por Salvador Calvo

El arbusto espinoso forma un conglomerado de ramas entrelazadas que con el tiempo se van acumulando unas sobre otras y cubriendo los cauces de los venerillos estacionales de diversos espacios. Es más frecuente la presencia del zarzal en terrenos ocupados por batolitos graníticos. Cancheras, canchaleras, canchos y en sus bases, a veces, el zarzal. Propiedades cuarteadas en huertos, o huertas, con paredes de piedras graníticas, y  sobre los arroyos y regatos, los zarzales.

Y en los zarzales, los conejos. Caso de cazaderos cercanos a poblaciones. También en campo abierto, cotos sociales o locales en los que la diversidad del entorno puede ser heterogénea; pero el zarzal busca la compañía del arbolado y el monte bajo característicos del ambiente mediterráneo. Al fin y a la postre, zarzales entre olivos, encinas, almendros, algún esporádico pinar,  y toda la extensa flora que caracteriza esta geografía meridional.

Cuando las primeras lluvias del otoño refrescan el secarral del estío, comienzan a apuntar los verdines del suelo entre la profusión de hojas caducas; los árboles se van tiñendo de tonos rojizos y ocres; se notará pronto que la temporada de caza va a comenzar y nos disponemos a acudir al cazadero habitual, en el que las zarzas perennes ocupan toda la depresión del ribero, desde las rañas altas hasta la orilla del agua. 

Avanzado el otoño empezarán a aparecer sobre suelo, pastos  y arbustos las huellas del rocío y, entrado el solsticio, no serán extrañas las frías madrugadas en las que zarzas, y monte en general, ofrecerán el espectáculo de las heladas esmorecedoras. Pero la caza aún persiste y acudiremos bien pertrechados a echar al conejo del refugio de los zarzales con ayuda de nuestros perros. 

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Podencos: tus mejores aliados en la caza del conejo

Canchos de granito, tomillos, escobas, retamas y zarzales… Sin duda, el podenco. ¿Ibicenco, canario, maneto andaluz o portugués? El que sea, pero a ser posible tamaño medio, tal vez el que dicen portugués. Porque si es grande, entra mal en el zarzal, y si es chico, corre poco; así que ni una cosa ni otra. El canela rojizo de orejas enveladas de siempre. ¿Por qué el podenco es el ideal? Habrá diversas razones, pero quizás la fundamental es la dureza de la caza del conejo en ese medio fragoso y hostil de las cancheras y los zarzales.

Para cazar en el zarzal son necesarias dos facultades fundamentales: un olfato excelente para detectar, desde fuera, la presencia del conejo dentro de las zarzas y valor para entrar en ellas. El zarzal pincha, hiere, y no todos los perros se atreven a aguantar y soportar la hostilidad del arbusto. Por eso, si un perro detecta y luego penetra, estamos ante un caso muy poco habitual, que los ha habido y hay, pero no tantos. Lo normal es que si el perro es de tamaño ‘grande’ no le guste entrar en el zarzal; obviamente, uno pequeño lo hará con más soltura. Y si entrar para echar al conejo es importante, lo es también sus cualidades olfativas para avisarnos de la presencia o no de conejos.

Conejos: conoce a tu rival

Antes de nada, una observación: el conejo, si puede, evita refugiarse en el zarzal… a no ser que en él tenga su casa, es decir, su vivar –cosa poco corriente, por cierto–. De noche el conejo anda por el monte moviéndose a sus anchas con las precauciones necesarias, pero en cuanto oye algo que presume sospechoso –un coche, unas palabras, un ladrido…– busca refugio y salvación.

En el primer otoño, aún con calor, si no llega a su encerradero o vivar se esconderá en el zarzal ante el peligro. Y luego, cuando lleguen las heladas y carámbanos, entrará más decidido a buscar el techo de las zarzas para que no le caiga encima el frío, el hielo –la ‘rosada’ dicen por el norte– de la noche.

Con los zarzales como escenario

El zarzal puede tener dos metros o cubrir todo el cauce de un arroyo; en función de su extensión y del refugio que ofrezca al conejo pondremos en marcha una estrategia u otra. Si está en cercado de paredes y terreno despejado, difícil será que el conejo corra por lo limpio, aunque de todo puede haber; lo normal es que busque el amparo de la pared y algún agujero para ponerse al otro lado y largarse a cubierto.

Si están a campo abierto la cosa es bien diferente. En este enclave, rodeado de pasto, arbustos y árboles, si hay encerradero o vivar lo mejor es irse de allí y no perder el tiempo; en caso contrario, depende de la maña de los perros para echarlo fuera. Aunque uno no entre, acosará al conejo desde el exterior y éste, en cuanto pueda, buscará el escape al amparo del pastizal del entorno. He ahí la destreza y oportunidad del cazador para poner el tiro en ese instante preciso de la huida del orejudo, el cual, por cierto, ofrece pocos momentos en los que podamos ponerle tras los puntos.

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El arma: ¿12 o 20?

Se impone la contención, y todo lo que sea abusar de los medios de que disponemos frente al animal a cazar será abuso. Yo tiro con una del 20. La del 12 abre la circunferencia de un paraguas de adulto; la del 20, como uno infantil. Cuantas más oportunidades tenga la pieza, más meritorio el ejercicio. Es una opinión: lo clásico es la del 12. 

¿Y los cartuchos? Hay quien mete unas virutas de 34 gramos y 6ª. Ni que fuera a la guerra. Lo normal, 6, 7 u 8, pero menos gramos de munición, que con 30 va el tiro sobrado. El cartuchito de 7 y 30 gramos es lo ideal, y con 28 también, o con 32, si me apuráis. He cobrado muchos conejos con la del 20, 24 gramos y 8. No sirve el argumento de que se dejan heridos y se van: eso depende del plomo, y lo mismo puede irse si le has disparado con una del 12 o del 20, con 5 o con mostacilla. Concluimos: Una paralela del 12, 30 gramos y 7. ¿Te parece bien?

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