Durante décadas, la gestión del conejo de monte en España se ha hecho como si existiera una sola población homogénea. Se han autorizado repoblaciones y traslocaciones por toda la geografía peninsular, se han importado animales de zonas lejanas sin analizar su procedencia genética y se han aplicado estrategias únicas para contextos completamente distintos. En muchos casos, el resultado ha sido predecible: fracasos. Cotos que invierten tiempo y dinero en reforzar poblaciones ven cómo, pocos meses después, no queda ni rastro de los animales soltados. Los cazadores culpan a la enfermedad, a los depredadores o al clima, pero la ciencia acaba de poner el foco en un error mucho más simple y estructural: no todos los conejos son iguales.
El conejo de monte, Oryctolagus cuniculus, está formado en realidad por dos subespecies distintas que conviven en la Península Ibérica desde hace millones de años. Una de ellas, Oryctolagus cuniculus cuniculus (Occ), se encuentra principalmente en el noreste y en zonas centrales. La otra, Oryctolagus cuniculus algirus (Oca), habita en el suroeste peninsular y el norte de África. Aunque a simple vista parecen idénticas, su historia evolutiva, su genética y su relación con el entorno son diferentes. Esta diferencia no es anecdótica: es la razón por la que las poblaciones de una subespecie se expanden y generan conflictos agrícolas, mientras que las de la otra desaparecen a un ritmo alarmante.
Un nuevo estudio arroja luz
El estudio clave que ha arrojado luz sobre este problema acaba de publicarse en la revista European Journal of Wildlife Research bajo el título “Navigating challenges in subspecies management: a tale of two rabbits in Iberia”. Está firmado por Patricia H. Vaquerizas, Julia E. Fa, Miguel Delibes-Mateos, Francisca Castro y Rafael Villafuerte, cinco investigadores españoles y británicos con amplia trayectoria en ecología de especies cinegéticas.
Su revisión de 57 trabajos científicos es la más completa que se ha hecho hasta la fecha sobre las diferencias entre ambas subespecies. El 79 % de los estudios analizados detectan diferencias biológicas significativas que afectan a la genética, la morfología, la reproducción, la respuesta a enfermedades e incluso al microbioma intestinal. En otras palabras, son dos realidades distintas que no pueden gestionarse de la misma forma.
La subespecie Oca, la del suroeste peninsular, está en declive desde hace años. La irrupción de la nueva variante de la enfermedad hemorrágica vírica (RHDV2) a comienzos de la década de 2010 aceleró un proceso de caída que ya venía gestándose por la pérdida de hábitat y la presión antrópica. Sus poblaciones, más pequeñas y genéticamente más aisladas, no han logrado recuperarse. Oca presenta camadas más reducidas, menor fecundidad y una biología menos flexible para afrontar cambios ambientales o brotes epidémicos. La imagen que dibujan los investigadores es la de una subespecie que ha evolucionado en refugios estables durante millones de años y que ahora paga el precio de tener menos margen de adaptación a perturbaciones modernas.
La subespecie Occ, por el contrario, ha demostrado ser mucho más plástica. Sus poblaciones han resistido mejor a las enfermedades y han colonizado extensas zonas del norte y centro peninsular. En algunas comunidades autónomas, como Aragón, Castilla y León o Cataluña, sus densidades son tan elevadas que se han convertido en un problema serio para la agricultura. Mientras una subespecie lucha por no desaparecer, la otra protagoniza titulares por daños a cultivos y campañas de control poblacional. Este desequilibrio no es una casualidad ni una consecuencia del clima: es el resultado de trayectorias evolutivas divergentes.
Conejos diferentes necesitan gestiones diferentes
Uno de los errores históricos en la gestión del conejo de monte en España ha sido aplicar las mismas soluciones a realidades completamente opuestas. Desde los años noventa se han realizado miles de repoblaciones y traslocaciones, muchas veces con animales de zonas donde domina la subespecie Oryctolagus cuniculus cuniculus (Occ). Esos conejos se han soltado en territorios propios de Oryctolagus cuniculus algirus (Oca), alterando los equilibrios ecológicos locales. Las consecuencias son bien conocidas por gestores y cazadores: baja supervivencia, fracaso reproductivo, competencia con los ejemplares autóctonos y, en algunos casos, riesgo de hibridación.
La ciencia es clara: mover conejos sin conocer su origen genético ni respetar los límites naturales de distribución es una receta para el fracaso. Cualquier actuación debe partir de una pregunta básica: ¿qué subespecie estoy gestionando? Porque no se puede aplicar el mismo plan de acción a poblaciones con comportamientos tan distintos.
Qué hacer con las poblaciones de Oca
La subespecie Oca, propia del suroeste peninsular, es más vulnerable, menos adaptable y presenta poblaciones fragmentadas. Su recuperación exige medidas conservacionistas específicas, ya que cualquier presión adicional puede tener efectos devastadores.
Algunas recomendaciones prácticas que podemos extraer del estudio son:
- Evitar introducir conejos de otras zonas: la pureza genética de Oca es clave para su resiliencia a largo plazo.
- Restaurar hábitats naturales: mejorar la cobertura vegetal, mantener refugios naturales y reducir la presión cinegética y depredadora.
- Controlar enfermedades: establecer protocolos sanitarios rigurosos antes de cualquier traslocación y reforzar la vigilancia frente a la RHDV2.
- Minimizar la competencia con ejemplares foráneos: mantener poblaciones aisladas de Occ y evitar mezclas que rompan el equilibrio evolutivo.
- Proteger legalmente sus núcleos: incluir restricciones y protocolos diferenciados en las normativas autonómicas.
Además de su importancia cinegética, Oca es pieza clave en la cadena trófica: sirve de alimento a más de treinta especies, entre ellas el lince ibérico (Lynx pardinus) y el águila imperial (Aquila adalberti). Cada núcleo perdido supone un golpe directo a la biodiversidad.
Qué hacer con las poblaciones de Occ
La subespecie Occ plantea un escenario opuesto. Sus poblaciones están en expansión en muchas regiones y, en algunas comarcas agrícolas, generan daños importantes en cultivos. La gestión, en este caso, debe centrarse en el control de densidades y prevención de conflictos.
Las medidas de gestión recomendadas por los investigadores son:
- Ajustar los niveles de población en función de la capacidad del entorno, evitando sobreabundancias.
- Fomentar la gestión adaptativa: las medidas deben ser dinámicas y revisarse periódicamente según las tendencias locales.
- Prevenir daños agrícolas mediante control poblacional selectivo y medidas disuasorias.
- Evitar traslocaciones innecesarias: mover ejemplares desde zonas agrícolas a otras áreas puede agravar problemas ecológicos y sanitarios.
El reto legal y administrativo
A esta complejidad biológica se suma un vacío legal evidente. La normativa española y europea no diferencia entre subespecies, lo que ha permitido durante años traslocaciones sin protocolos genéticos ni trazabilidad. Algunas comunidades empiezan a reaccionar: Castilla-La Mancha, por ejemplo, ha prohibido la introducción de Occ en zonas de Oca, marcando un camino más riguroso.
A juicio de los investigadores, extender este tipo de medidas al conjunto del territorio permitiría proteger mejor la diversidad genética y reducir errores de gestión que comprometen la recuperación de poblaciones frágiles.
5 normas básicas para repoblar conejos
Si tu objetivo es repoblar conejos, no olvides las normas básicas que ya te contamos en este otro artículo.
- Repuebla siempre con conejos de campo procedentes de poblaciones cercanas a tu coto para evitar exponerlos a variedades de mixomatosis o NHV contra las que no tienen defensas.
- Realiza las sueltas a finales de otoño para garantizar que los ejemplares sean adultos.
- Favorece una estructura de la vegetación en mosaico, combinando pastizal de siembra o natural con arbolado y matorral: conseguirás aumentar la capacidad de acogida para los conejos.
- Fabrica cercados de entre dos y seis hectáreas, anclados al terreno con cemento, con unos diez majanos pequeños por hectárea y suelta entre 60 y 80 conejos por cerca.
- Instala pequeños majanos artificiales alrededor del cercado para favorecer la expansión de los conejos por el coto.
Y recuerda, si tienes pensado intentar recuperar la población de conejos en tu coto, no cometas los errores recurrentes que también te explicamos en este artículo.
