Icono del sitio Revista Jara y Sedal

¿Por qué el conejo de monte es plaga en algunas zonas de España y en otras está casi desaparecido?

Conejo de monte. © JDG

Para unos son una maldición. Para otros, un recuerdo. En el norte y centro de la Península, los agricultores maldicen cada primavera a los conejos que devoran sus cultivos como si no hubiera un mañana. Las madrigueras aparecen como las setas, las cepas quedan roídas y los brotes tiernos desaparecen antes de levantar un palmo. Hay fincas donde, literalmente, no se puede sembrar sin poner protecciones.

En cambio, a cientos de kilómetros, en comarcas del suroeste español, la escena es muy distinta. Allí, los cazadores veteranos recuerdan con nostalgia las manchas repletas de conejos que había hace apenas cuatro décadas. Hoy, hay fincas donde cuesta ver uno. Las enfermedades, la pérdida de hábitat y otros factores han reducido sus poblaciones a mínimos históricos.

¿Cómo es posible que en unas zonas sea plaga y en otras está casi desaparecido? La ciencia acaba de dar respuesta a esta pregunta: porque aunque lo parezca, no son el mismo conejo.

El conejo de monte, Oryctolagus cuniculus, no es un animal homogéneo. En realidad, bajo ese nombre se esconden dos subespecies con historias evolutivas distintas: Oryctolagus cuniculus cuniculus (Occ), que ocupa sobre todo el noreste y la zona central, y Oryctolagus cuniculus algirus (Oca), presente en el suroeste peninsular y en el norte de África.

Ambas se separaron hace unos dos millones de años, cuando las glaciaciones aislaron a las poblaciones de conejos en dos refugios diferentes de la Península Ibérica. Desde entonces, siguieron caminos genéticos y ecológicos distintos. Aunque a simple vista parezcan iguales, no lo son: su ADN, su morfología y su comportamiento cuentan otra historia.

Así lo demuestra un estudio recién publicado en la revista European Journal of Wildlife Research (octubre de 2025), titulado Navigating challenges in subspecies management: a tale of two rabbits in Iberia, firmado por Patricia H. Vaquerizas, Julia E. Fa, Miguel Delibes-Mateos, Francisca Castro y Rafael Villafuerte. Se trata de una gran revisión científica que pone negro sobre blanco las diferencias entre ambas subespecies y explica, con datos, por qué una está en auge y la otra en declive.

Ejemplar de la subespecie Oryctolagus cuniculus cuniculus. © Shutterstock.

Dos tendencias opuestas

La investigación revisa 57 estudios científicos y llega a una conclusión contundente: el 79 % de ellos constata diferencias significativas entre las dos subespecies. Y esas diferencias tienen consecuencias directas sobre su salud, su reproducción, su resistencia a enfermedades y su relación con el entorno.

La subespecie Occ, que se extiende por el norte y centro de la Península, goza de buena salud poblacional. En muchas zonas, las densidades han crecido de forma sostenida durante los últimos años. Es la protagonista de los conflictos agrícolas que se multiplican en Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha o Cataluña, donde el conejo se ha convertido en un quebradero de cabeza para el campo.

Por el contrario, la subespecie Oca, localizada en el suroeste peninsular —Extremadura, Andalucía occidental, Algarve y Alentejo—, ha sufrido un declive drástico. Su desplome comenzó tras la irrupción de la nueva variante de la enfermedad hemorrágica vírica (RHDV2) a principios de la década de 2010, y no se ha recuperado desde entonces. Las encuestas poblacionales más recientes confirman que en amplias zonas su presencia es hoy testimonial.

En palabras sencillas: un conejo va como un tiro; el otro, se apaga.

La genética importa

La diferencia no es casual ni circunstancial: está escrita en sus genes. Según el estudio, la separación de ambas subespecies durante las glaciaciones provocó una divergencia genética profunda, que todavía hoy puede rastrearse en su ADN. Mientras la Occ presenta una estructura genética más homogénea y adaptable, con una mayor capacidad de expansión y colonización de nuevos entornos, la Oca conserva una identidad genética más singular y aislada, resultado de millones de años de evolución en refugios del suroeste.

Los investigadores han encontrado diferencias marcadas en los cromosomas X e Y, que influyen en su reproducción y en su capacidad de respuesta ante presiones externas como enfermedades o cambios ambientales. Además, han detectado una zona de contacto estrecha y estable en el centro de la Península, con muy pocos híbridos, lo que indica un aislamiento reproductivo parcial. Es decir: aunque convivan en proximidad, no se mezclan fácilmente.

No son iguales ni por fuera

A la izquierda, Oryctolagus cuniculus cuniculus. A la derecha, Oryctolagus cuniculus algirus. © Shutterstock

Las diferencias no se quedan en el laboratorio. También se notan —aunque de forma sutil— en el aspecto físico de los animales. Los conejos Oca son, de media, más pequeños y oscuros, con orejas y patas traseras ligeramente más cortas. Su pelaje es más grisáceo y menos rojizo que el de sus primos del noreste. Occ, en cambio, es algo más grande y presenta un manto más agutí, con mezcla de tonos ocres, negros y grises. A simple vista, un cazador experimentado podría no distinguirlos en el campo, pero los científicos han medido estas diferencias en centenares de ejemplares, y son consistentes.

También hay disparidades menos visibles: la subespecie Oca tiene un microbioma intestinal más diverso, una estructura ósea distinta y un crecimiento más lento. Todo eso influye, aunque de forma indirecta, en cómo responden ambas poblaciones a enfermedades y cambios de hábitat.

Enfermedades: la gran brecha

La aparición de la enfermedad hemorrágica vírica RHDV2 supuso un antes y un después. El estudio documenta que las poblaciones de Oca colapsaron, mientras que las de Occ resistieron mejor.

Aunque ambas subespecies son susceptibles, su capacidad de recuperación es distinta. Occ, más abundante y con una biología reproductiva más flexible, logró mantener densidades elevadas en muchas zonas. Oca, con camadas más pequeñas y menor fecundidad, no pudo seguir el ritmo. A la enfermedad se sumaron la pérdida de hábitat y otros factores, creando un cóctel perfecto para el declive.

Los investigadores recuerdan que estas diferencias biológicas y ecológicas explican mejor que ninguna otra variable por qué la abundancia de conejos en España es tan desigual según la región.

Zona de distribución de ambas subespecies.

Una pieza clave en el ecosistema

El conejo de monte no es un animal cualquiera. Es una especie clave en los ecosistemas mediterráneos ibéricos: de él dependen más de 30 depredadores, entre ellos dos de los más emblemáticos de la fauna española: el lince ibérico (Lynx pardinus) y el águila imperial (Aquila adalberti).

Su desplome en el suroeste peninsular no afecta solo a los cazadores: amenaza a toda una red ecológica que depende de él. Al mismo tiempo, su expansión en otras zonas genera tensiones con la agricultura. Esta dualidad es lo que hace tan compleja su gestión y tan urgente entender que no estamos hablando de un solo “conejo”, sino de dos realidades biológicas distintas.

Referencia:
Vaquerizas, P. H., Fa, J. E., Delibes-Mateos, M., Castro, F., & Villafuerte, R. (2025). Navigating challenges in subspecies management: a tale of two rabbits in Iberia. European Journal of Wildlife Research, 71:125. Open Access.

Salir de la versión móvil