Los primeros rayos de sol despertaron Valencia más naranja que nunca el pasado 6 de mayo. El ambiente, bañado por la brisa marina del Mediterráneo, no podía ocultar el olor a Madrid en 20 de marzo. El olor a rabia. El olor a orgullo. El olor a Historia. El olor a unión y a ganas de libertad.
Todos los cazadores teníamos la sensación de que se avecinaba algo grande en una ciudad que, aún siendo la misma de todos los días, esa mañana se veía diferente. Expectante de algo extraordinario. Más nuestra que de nadie.
No era la primera vez que lo vivíamos. Si para algo sirvió la manifestación de 2022 en la capital de España, fue para enseñarnos a nosotros mismos que podemos. Para la caza, el 20M fue como aquella Eurocopa de Torres, Villa y Aragonés que nos demostró que los sueños se alcanzan cuando se trabajan duro y se tiene un buen equipo. Y que podíamos ser capaces de ganar un mundial si nos lo proponíamos.
Y nosotros teníamos un buen equipo, de los que saben trabajar sueños. De los que no tienen miedo a la derrota, ni tampoco al triunfo. La Federación de Caza de la Comunidad Valenciana, encabezada por Lorena Martínez, se había dejado la piel para llenar el corazón de su Comunidad de miles de almas gritando para pedir respeto y libertad. Como pasó en Sevilla. Como pasó en Córdoba. Como pasó en Toledo. Como pasó en Valladolid. Como pasó en Navarra. Como pasó en Madrid.
Al igual que sucedió el 20M, el taxi nos tuvo que bajar mucho antes de llegar al punto de partida de la manifestación en la calle Xàtiva porque el tráfico ya era un caos. Era imposible acercarse más. 150 autocares habían llegado desde toda la Comunidad Valenciana. Pero también desde otros puntos de España, cargados de una solidaridad y un compañerismo que emocionaba: Andalucía, Madrid, Castilla-La Mancha, Aragón, Murcia, Cataluña… Los tambores de guerra de la marea naranja retumbaron muy lejos, y fueron respondidos.
Una fiesta que asombraba a quienes, desde la acera, miraban con sorpresa a aquella ingente cantidad de personas pidiendo libertad y respeto. Vimos una embarazada que parecía estar a punto de romper aguas sentada sobre un banco, agitando una bandera en la que se podía leer «Sí a la caza».
También a un hombre que a duras penas podía caminar, pero que se apoyaba en sus dos muletas y en su orgullo cazador para avanzar lentamente con su chaleco naranja sobre la brea de Colón. Tampoco faltó, tal y como prometió, José Bartual, el cazador de 92 años que protagonizó un vídeo llamando a los jóvenes a manifestarse.
Nada más poner un pie en el suelo, ya sabíamos que había sido un éxito. La plaza de toros era testigo muda de la llegada de un ejército de chalecos naranjas que ensordecía el ambiente con sus risas, silbatos y petardos. Un fuego amigo atronador que nos dejaba claro que pisábamos tierra de fallas y pólvora. Nos costaba avanzar entre una multitud, repleta de hombres, mujeres, niños y ancianos que exhibían con orgullo su condición de cazadores.
Todo el mundo sonreía. Entonces me di cuenta que esa es otra de las grandes diferencias que hay con las pobres concentraciones animalistas que piden acabar con la caza. En sus protestas no suele sonreír nadie, son unas pocas decenas de personas empujadas por el odio. Llevan la negatividad escrita en la cara. Las de los cazadores, en cambio, siempre son una fiesta porque nos empuja la ilusión.
Y esta lo era. Una gran masa que bromeaba y reía con ganas. Con esa cara de satisfacción del que sabe que va a votar dentro de 22 días. Las pancartas en contra del Gobierno de Pedro Sánchez y de Ximo Puig eran una constante. El colectivo tiene grabado a fuego el servilismo político y la sumisión del PSOE al minoritario movimiento animalista. Y no lo va a olvidar.
Al frente de la manifestación, lejos del ruido de los petardos y el humo de las bengalas naranjas, caminaban los cetreros y un gran número de rehaleros con sus perros. Abriendo la mancha. Punteros como siempre. La cantidad de personas era tan grande que se precisaba una vista aérea para mostrar a la marea naranja. Al igual que sucedió en Madrid, era imposible sacar a todos en la misma foto. La Federación había alquilado un camión grúa para los periodistas, pero no funcionaba. La cesta no podía subir, así que tocó improvisar.
La amabilidad de un vecino nos permitió subir a la azotea de un edificio en la Calle Colón. Desde allí pudimos tomar esas imágenes que quedarán para la historia. Nunca he sido de chupar cámara, pero esta vez no pude evitar hacerme un selfie. No todos los días se puede subir al tejado de un noveno y fotografiarse con 50.000 cazadores.
Aún así tampoco entraron en la foto. La cola de la manifestación aún se encontraba en el punto de partida, y seguía llegando gente. Esto se mantuvo hasta el final, cuando la cabecera por fin llegó a la plaza de América, y todavía se podía ver la cola de la manifestación avanzando a lo lejos por Colón.
Y entonces llegó ella. Aclamada por la multitud, Lorena se dirigió a la marea naranja y pronunció un discurso tan racional como lapidario. Un discurso de agradecimiento a quienes estábamos allí, pero también de reivindicación y advertencia a los partidos políticos que estaban presentes (PSOE, PP, C’s y VOX): «Jamás ningún colectivo, en ninguna otra manifestación, les va a ofrecer tanto a cambio de tan poco», les dijo.
«Las tropas son numerosas y no dudarán en movilizarse cuantas veces sea necesario; nuestro ejército es de paz, pero no tiene miedo a la batalla; los cazadores no tenemos color político, pero sí tenemos memoria; si somos 50.000 en Colón, cuántos no podremos ser en los montes y en las urnas; y aquí nos tenéis a mí y a toda la Federación, unos comandantes a vuestro servicio que se dejarán la piel por vosotros, como vosotros os la habéis dejado hoy y siempre por la caza», concluyó ya con la voz rota por la emoción.
Los 50.000 cazadores allí presentes rugieron al ver las lágrimas de esta leona, que subió al escenario como Lorena Martínez y bajó convertida en la María Pita de la marea naranja. Aquella primera mujer en convertirse en presidenta de una federación de caza hace un año. Esa que en solo 365 días ya ha logrado hacer, junto su extraordinario equipo, la mayor manifestación de la historia de su Comunidad. Un triunfo que trasciende las fronteras valencianas y recuerda en toda España que la marea naranja que nació el 20M gracias a las federaciones de caza no fue un espejismo. Que tenemos ejército y tenemos capitanes. Que somos el único colectivo capaz de desbordar las calles de esta manera. Que somos la voz de un pueblo que grita pidiendo respeto y libertad y que lo va a conseguir, porque hemos aprendido a ganar. Que los políticos ya han hecho su trabajo, y ahora nos toca a nosotros hacer el nuestro.