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¿Por qué cada vez hay más jabalíes por todas partes?

Piara de jóvenes jabalíes. © Shutterstock

Existen varios factores que influyen de forma directa en el aumento de la densidad de población del jabalí. Hay que señalar que es un fenómeno que no sólo tiene lugar en España, sino que también se da en el resto del continente europeo. En nuestro país, concretamente los expertos calculan que ya hay entre un millón y un millón y medio de jabalíes, una población que alcanzará los dos millones para 2025. pero ¿Qué ha pasado para que hoy sea un animal tan abundante?

Son diversos factores. Por un lado, tenemos su elevada capacidad de adaptación a diferentes entornos, incluso humanizados, siendo capaz de modificar sus biorritmos para obtener beneficio en zonas urbanas. Además, su carácter omnívoro le permite aprovechar diferentes recursos tróficos a lo largo de todo el año, a lo que hay que sumar su eficiencia reproductiva, con gestaciones que duran algo menos de cuatro meses, y camadas de hasta una decena de ejemplares.

Por otro lado, es un animal sin depredadores naturales. Apenas cuenta con enemigos en nuestros montes. Prácticamente sólo el lobo es considerado como un depredador directo de la especie y cuando tiene otras presas las prefiera antes que al jabalí, puesto que resulta más eficiente energéticamente capturar un corzo, un ciervo, un rumiante doméstico o, incluso un lagomorfo, que un suido silvestre.

Abandono rural

También hay que añadir a la ecuación que el abandono del medio rural y los usos tradicionales del monte, favorecen la presencia de esta y otras especies en entornos donde antes era más difícil encontrarlas. Por último, hay que tener en cuenta su resistencia a las enfermedades. Sin embargo, a pesar de que este dato siempre se ha considerado como cierto, algunos estudios apuntan a que cuando las densidades son elevadas el riesgo sanitario se incrementa notablemente por enfermedades tan importantes como la peste porcina africana (PPA) que, por suerte, no está presente –al menos todavía– en nuestro país, o la propia tuberculosis, para la que se citan datos de mortalidades que pueden llegar a alcanzar hasta el 40% de las poblaciones afectadas.

       
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