Su nombre es Montse del Dedo Herrero, es cazadora y embajadora de Browning en España. Un coto de caza ubicado en la provincia de Ávila iba a ser el escenario en el que el pasado sábado, 25 de mayo, viviría un momento único en cuanto a su experiencia con la cinegética. El responsable de ello fue un ejemplar de jabalí que difícilmente podrá olvidar.
Tal y como ha contado al equipo de Jara y Sedal, es esperista desde sus inicios en la caza. «Es la primera modalidad cinegética que practiqué y es la que más me gusta y que más he practicado hasta la fecha», ha explicado. «Esta pasión tiene estas cosas, cuando menos te lo esperas te sorprende», ha destacado la cazadora.
El lance comenzó con la búsqueda de un corzo
Había pasado «una semana intensa», como ella misma ha calificado, tras un corzo en el coto social en el que suele cazar «tanto mayor como menor». «Sin tener suerte me tocó devolver el precinto para que pasase al siguiente», ha continuado recordando.
«Pasé unos días con un sabor agridulce sin salir de caza, pero el cuerpo ya me pedía volver a pisar el campo y decidí salir a instalar nuevas cámaras en otro de los cotos que tengo para esperas ya que tengo autorización por daños», ha detallado Montse.
Después de varios días de observación, finalmente este pasado sábado decidió ponerse «un rato de espera». «Tenía que jugármela a una carta al no tener aún controlado ningún jabalí. Como siempre, en todas las esperas me acompaña mi rifle Browning XBOLT en calibre .308», ha querido matizar la cazadora.
«Sin mucha esperanza, pero con la incertidumbre que siempre acompaña mis esperas nocturnas y disfrutando del canto de una perdiz que se esforzaba en hacer mi paisaje aún más idílico, llegó mi sorpresa a eso de las 20:50 horas. Pude avistar un jabalí que, sin prisa pero sin pausa, levantaba su enorme morro para olfatear los posibles peligros que pudiesen acechar», ha narrado respecto al lance.
Un jabalí con un cuerpo «imponente»
«Me eché los prismáticos a la cara y su imponente boca hizo que me pusiera un poco nerviosa los pocos segundos que le tuve en mis binoculares Kite Optics, tiempo suficiente para darme cuenta de lo que tenía delante», ha resaltado. El jabalí iba «tranquilo, campeando y ascendiendo un regato» en el que Montse se encontraba apostada tras una piedra. «Quizás esto hizo que no se percatase de mi presencia», ha teorizado.
Con el bípode abierto sobre la roca, aguantó la respiración hasta que se dejó ver en un «pequeño claro a unos escasos 80 metros». Allí se paró el animal y no dudó en apretar el gatillo.
Fue un «disparo certero, al codillo, que no dio opción al animal y lo tumbó en el sitio». «En ese momento yo aún estaba como un flan», ha reconocido la cazadora.
«Dejé pasar unos 15 minutos antes de bajar a asomarme y, cuando llegué a él, pude ver la gran boca que asomaba por fuera del hocico y su imponente cuerpo ya con zonas con muy poco pelo, intuyo que por su edad», ha continuado explicando.
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«Creo que tantas horas detrás de ese corzo en el otro coto, con esa ilusión saliendo día tras día, madrugando, compaginando la vida laboral, social de todas esas mañanas y tardes de los últimos diez días, la vida me debía algo y así me lo devolvió», ha confesado.
Por último, Montse ha querido dejar claro que «pese a haber estado muchas horas detrás de los jabalíes, nunca había visto un jabalí con semejante trofeo». «Creo que es el sueño de cualquier cazador y más aún de los amantes de esta modalidad de caza».