«Estaba como un flan», reconoce Manuel Escribano a Jara y Sedal. Increíble, pero cierto. Es el único torero que ha conseguido indultar un astado de Miura en sus 177 años de historia. Entre sus incontables logros figura haberse hecho con los dos apéndices simbólicos de Cobradiezmos, el toro de Victorino Martín que volvió como semental al campo gracias a la soberbia faena en la Real Maestranza de Sevilla del de Gerena. Por eso llama poderosamente la atención que a quien es capaz de jugarse la vida sin pestañear delante de un morlaco de más de 500 kilos se le acelere el pulso antes de tirar a una corza. Pero la caza es así.
Eso sí, no era una corza cualquiera. Se trataba de un animal único que contaba con uno de esos trofeos que dejan petrificado al cazador más veterano. No todos los días un cazador se cruza con una hembra de Capreolus capreolus con peluca. Manuel Escribano lo hizo hace unos días en un coto de Zaragoza y, como en sus mejores tardes en el ruedo, no defraudó.
Tuvo que esperar a que pasase la Feria de Sevilla
El diestro acudió al coto con su amigo Pedro con la temporada corcera ya muy avanzada. Este año los compromisos profesionales provocaron que no pudiera acercarse a cazar hasta bien entrado mayo, ya que en abril Escribano «estaba entrenando a diario para las corridas en las que estaba anunciado en la Feria de Sevilla».
Semanas antes, su amigo Pedro había localizado al extraño peluca, pero aún no había conseguido identificar si se trataba de macho o una hembra. «Me escribió y me dijo que si quería tratar de cazarlo, porque él ya tenía un par de ellos y le hacía ilusión regalarme una pieza así. Lo único que ocurría es que tendríamos que esperar a que pasara la Feria de Sevilla, porque hasta entonces no podía acudir», explica Escribano.
Manuel Escribano y su apoderado, en busca de la corza peluca
Tras una Feria de Sevilla en la que el torero sevillano ha conseguido cuajar alguna de sus mejores faenas, él y su apoderado -José Luis Moreno- pusieron rumbo a Zaragoza. «Cazamos la misma mañana que llegamos, pero sin suerte, y ya por la tarde Pedro me dijo que nos pusiéramos a la espera en una siembra. Me explicó más o menos por dónde solía merodear el animal que buscábamos y, por fortuna, apareció», señala.
Eran las 19:45 horas cuando divisó el primer animal de la tarde: un corzo joven. «Era muy bonito, pero aún sin edad suficiente como para cazarlo», asegura. Minutos más tarde, «sobre las 20:00 horas», Escribano escuchaba un ruido: «Venía algo por mi derecha, de una zona con una piedra alta que había sobre una siembra grande. Inmediatamente me di cuenta de que eran dos corzas corriendo una detrás de otra. Me eché los prismáticos y la vi. Una de ellas era la hembra con peluca», recuerda el diestro sevillano.
«Estaba temblando como un flan»
Fue entonces cuando el corazón del torero comenzaba a latir con fuerza. «Tenía la cámara de fotos allí y primero me aseguré de que era ella. Se me puso el corazón a 1000 por hora cuando finalmente vi que era ese animal», recuerda.
Les separaban unos 110 metros. La hembra se paró en mitad de la siembra y el torero, como cuando se dispone a culminar con el estoque una de sus grandes faenas, sabía que no podía fallar.
Acarició el gatillo de su Blaser R8 y el estruendo de la detonación rompió el silencio de la tarde. «Fue un disparo sencillo pero incómodo, porque estaba temblando como un flan en ese momento y el corazón se me iba a salir por la boca». El tiempo se paraba y Escribano levantaba la cabeza buscando al animal inerte en la siembra. Efectivamente, no se había movido del lugar tras el certero disparo del torero.
«Cayó en medio de la siembra. Fue perfecto. Ni se enteró el animal», recuerda sobre el instante en el que consiguió cuajar, esta también, una de sus grandes faenas para el recuerdo.
¿Por qué tienen peluca algunos corzos?
Los corzos con peluca como el cazado por Manuel Escribano son muy atípicos. Se trata de ejemplares cuyo ciclo de la cuerna se ve afectado por algún desarreglo hormonal, bien por atrofia testicular, o por cualquier otra causa. Es una anomalía que se presenta con mayor frecuencia en machos que en hembras, por eso el ejemplar abatido por Manuel Escribano es tan raro.