El paso del zorzal por la Península Ibérica vuelve cada temporada con una mezcla de expectación y curiosidad entre los aficionados a esta tradicional modalidad de caza. A pesar de ser un fenómeno conocido desde hace décadas, los avances en el seguimiento de aves y la investigación reciente permiten dibujar un mapa mucho más preciso sobre su origen, sus rutas y los motivos que los empujan a recorrer miles de kilómetros cada año.
En las últimas temporadas, entidades como la Fundación Artemisan y la Universidad de Navarra han multiplicado los datos disponibles gracias al Proyecto Zorzales, una iniciativa que está aportando información clave sobre la procedencia y el comportamiento migratorio de las principales especies presentes en España: el zorzal común, el charlo, el real y el alirrojo. No todas ellas crían en territorio español, y entender ese matiz permite explicar por qué algunas llegan en grandes bandos invernales y otras mantienen poblaciones residentes que conviven con los ejemplares migradores.
La migración de los zorzales es, en realidad, una respuesta natural a la disponibilidad de alimento y al clima. Aunque puedan comer semillas y pequeños invertebrados, su dieta se apoya sobre todo en frutos, que no aparecen con la misma abundancia en toda Europa. Por eso, cuando el frío avanza hacia el norte y escasea el alimento, estas aves emprenden un viaje que, en muchos casos, acaba en bosques y campos españoles.
Procedencia diversa según la especie
Determinar de dónde vienen los zorzales que cada otoño atraviesan la frontera pirenaica no es sencillo. Según los análisis clásicos de anillamiento, reforzados ahora con dispositivos GPS, la procedencia del zorzal común es especialmente amplia. El trabajo doctoral de Santos (1982) ya distinguía varias áreas de origen según la región de llegada en España, una estructura que los estudios actuales están confirmando.
Los ejemplares que alcanzan la mitad occidental de la Península suelen venir de las Islas Británicas, Noruega y Dinamarca, una zona que, pese a la distancia, mantiene conexiones migratorias históricas con la fachada atlántica española. Los que entran por el centro del país lo hacen desde Suecia, Bélgica, Holanda o Francia, mientras que los que aparecen con más frecuencia en el Levante peninsular proceden de Rusia, Finlandia, Polonia, Alemania, Austria o Italia.
Los dispositivos GPS colocados en aves marcadas dentro del Proyecto Zorzales están aportando ejemplos muy ilustrativos. Uno de ellos, seguido desde Navarra, alcanzó Finlandia tras una migración que atravesó, de norte a sur, buena parte del continente. Este tipo de movimientos subraya la enorme capacidad de desplazamiento de la especie, aunque no todos los individuos recorren distancias tan largas. Algunos zorzales comunes permanecen en España durante todo el año y otros realizan movimientos internos según la disponibilidad de alimento o las condiciones climáticas.
En el caso del zorzal charlo, la situación es diferente. Aunque puede criar en España, durante el invierno su población aumenta notablemente con la llegada de ejemplares procedentes del norte y centro de Europa. El zorzal real y el alirrojo, por su parte, no se reproducen en la Península y son visitantes estrictamente invernantes. Se cree que su origen principal está en regiones situadas al norte y al este de Europa, pero aún quedan lagunas por aclarar debido a la menor abundancia y a la dificultad de obtener datos de seguimiento constantes.
La llegada de millones de zorzales cada año revela la importancia de España como área de invernada. Se calcula que la población invernal del zorzal común puede superar los cinco o seis millones de ejemplares, uno de los datos más altos registrados en Europa. Para el charlo y el real existen estimaciones regionales, como las de Cataluña, donde se han contabilizado hasta 420.000 charlos y 144.000 reales en los mejores años. En cuanto al alirrojo, no hay cifras disponibles.
Motivos de su migración
A pesar de su aparente simplicidad, la migración responde a un equilibrio delicado entre alimentación, clima, competencia y riesgo. Los frutos, presentes en encinas, alcornoques, madroños, olivos o zarzas, son una fuente energético fundamental en el otoño y el invierno. Cuando en el norte de Europa empieza a escasear este recurso, los zorzales buscan zonas donde puedan encontrarlo con mayor facilidad.
No todos los individuos de una misma especie se comportan igual. Algunos migran largas distancias; otros apenas se mueven unos cientos de kilómetros. Los que están en peor condición física tienden a desplazarse más, igual que los que encuentran más competencia por el alimento o mayor presión de depredadores. En cambio, los ejemplares más fuertes o con territorios bien aprovisionados son más proclives a permanecer en áreas cercanas a su lugar de cría.
La migración no está exenta de riesgos. Supone un enorme gasto energético, y durante el viaje las aves pueden sufrir tormentas, depredación o choques con infraestructuras humanas. Aun así, se trata de una estrategia evolutiva que ha permitido a estas especies sobrevivir y reproducirse con éxito durante miles de años, adaptándose a la estacionalidad del entorno europeo.
Las rutas de entrada: Pirineos y Levante
Para los aficionados, uno de los grandes interrogantes es por dónde entran los zorzales en la Península. El análisis de observaciones, anillamientos y seguimientos satelitales permite distinguir dos grandes corredores migratorios: la ruta pirenaica y la ruta del Levante.
La primera, más utilizada y mejor conocida, sigue un patrón claro. Los zorzales que avanzan por el oeste del continente evitan superar la cordillera pirenaica a gran altitud y optan por cruzar por País Vasco y Navarra, desde la costa atlántica francesa. Una vez dentro de la Península, se distribuyen hacia el interior, el este y el sur, llegando incluso a Portugal y al Estrecho de Gibraltar, donde algunos continúan hasta el norte de África.
La ruta oriental, por su parte, entra por los extremos orientales de los Pirineos y baja pegada a la costa mediterránea, un corredor que favorece la llegada de aves hasta el Levante y el sureste. Esta vía está especialmente asociada a los zorzales procedentes del este de Europa.
No existe una cifra exacta sobre cuántos ejemplares utilizan cada ruta, pero sí se conocen algunas proporciones aproximadas observadas en el campo. Se estima que en los cotos españoles el 70% de los zorzales vistos son comunes, el 25% alirrojos y apenas un 5% pertenecen a las especies real y charlo. Estas proporciones pueden variar según la temporada, las condiciones climáticas y la oferta de alimento disponible en los países de origen.
El calendario de llegada y partida
El calendario migratorio del zorzal depende en buena medida del clima europeo. Si el frío se adelanta, la llegada también lo hace; si el otoño es suave, las primeras entradas se retrasan. Las aves buscan temperaturas moderadas, vientos favorables y ausencia de tormentas para gastar la menor energía posible durante el vuelo.
Los primeros movimientos suelen registrarse en octubre, aunque la intensidad del paso puede variar mucho de una temporada a otra. Los individuos más débiles o aquellos que tienen menos alimento disponible tienden a iniciar antes su viaje. Asimismo, en los años en los que la cría se adelanta, también se adelanta la migración.
La salida de España se produce entre enero y marzo, dependiendo del clima. Por ello, la temporada de aprovechamiento tradicional concluye en febrero. Sin embargo, se están detectando cambios relevantes en las últimas décadas. Algunas especies, como el real y el alirrojo, están acortando sus migraciones: llegan más tarde, pasan menos tiempo en España y regresan antes al norte. Este ajuste parece estar relacionado con los efectos del cambio climático, que altera los ciclos estacionales y la disponibilidad de alimento en sus zonas de origen.
Un fenómeno en constante evolución
El estudio de la migración del zorzal ha avanzado de forma notable en los últimos años, pero todavía quedan muchas incógnitas por resolver. Las nuevas tecnologías de seguimiento permiten conocer con precisión rutas, ritmos y destinos individuales, lo que ayudará a mejorar la gestión y el conocimiento de unas especies que siguen siendo muy abundantes, aunque sensibles a las variaciones ambientales.
Comprender de dónde vienen, por dónde entran y por qué migran no solo interesa a quienes siguen con atención su paso cada otoño. También aporta información valiosa para la conservación de estas aves y para garantizar que su aprovechamiento siga siendo sostenible, tal como plantean las entidades científicas implicadas en su estudio.
