Corría el año 1983 cuando las cámaras de RTVE grabaron las últimas imágenes del viejo Riaño, un pueblo de montaña que aún respiraba calma, sin saber que cuatro años después desaparecería bajo las aguas del pantano. Aquel vídeo, difundido ahora en redes sociales, ha devuelto a miles de usuarios el recuerdo de una de las mayores heridas ambientales de la historia reciente de España.
En las imágenes se aprecia la plaza principal, las casas de piedra, los balcones de madera y una quietud que hoy resulta fantasmal. Poco quedaba entonces del conflicto que se avecinaba, aunque ya se respiraba la tensión que marcaría los años siguientes. Riaño, junto a otros ocho pueblos del valle, fue condenado a desaparecer por un proyecto hidráulico que arrastraba décadas de polémica.
Una catástrofe bajo la apariencia del progreso
El embalse de Riaño se inauguró el 31 de diciembre de 1987. Lo hizo sin actos oficiales, sin fotografías ni discursos, en plenas Navidades. Con el cierre de la presa, las aguas del Esla y del Yuso cubrieron definitivamente los pueblos de Anciles, Escaro, Huelde, La Puerta, Vegacernega, Pedrosa del Rey, Burón, Riaño y Salio. Detrás quedaron hogares, iglesias, recuerdos y hasta cementerios, en uno de los episodios más dolorosos para la montaña leonesa.
El proyecto, planteado desde principios del siglo XX, se paralizó en 1978 por la presión vecinal, pero fue reactivado en 1983 con el apoyo del Gobierno socialista y la Confederación Hidrográfica del Duero. A partir de entonces, las protestas se multiplicaron y el valle se convirtió en un campo de batalla. Hubo cargas policiales, detenciones y un desalojo forzoso que dejó imágenes imborrables: vecinos encaramados a los tejados para impedir los derribos y ancianos que se negaban a abandonar sus casas.
El desalojo y la tragedia humana
El 7 de julio de 1987 más de 300 guardias civiles ocuparon Riaño. Los enfrentamientos fueron duros y el conflicto acabó con la detención del alcalde, Huberto Alonso. Pocos días después, el 11 de julio, el vecino Simón Pardo, de 54 años, se quitó la vida al negarse a dejar su hogar. Su muerte conmovió a toda España, pero no detuvo la demolición. A mediados de agosto, con el derribo del Hotel Presa, Riaño dejó de existir.
Todo ocurrió con una prisa que hoy muchos interpretan como premeditada. España acababa de ingresar en la Comunidad Económica Europea y, de haberse retrasado un solo día, las nuevas normativas medioambientales habrían impedido el llenado del embalse. Bajo el agua quedaron los pueblos y un modo de vida entero, sustituido por un paisaje que, aunque hermoso, guarda una profunda cicatriz.
@espanafotosdeayer Riaño en 1983 (Poco antes de desaparecer bajo las aguas del pantano) Fuente: RTVE
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La memoria sumergida
Hoy el nuevo Riaño, reconstruido sobre una loma cercana, mira hacia un pantano que es a la vez espejo y tumba. Cuando el nivel del agua baja, se distinguen los restos del campanario y los puentes del antiguo valle, recordando lo que fue. «Muchos se quedaron sin pueblo, con todo lo que eso conlleva, recuerdos y nostalgia», comenta un usuario en el vídeo de TikTok que ha vuelto a viralizar la historia. Más de cinco mil personas han reaccionado con emoción, entre la tristeza y la curiosidad por aquel pasado sepultado.
