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En 1940 los alemanes ya inventaron la linterna más potente del mundo: 135 millones de lúmenes

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En plena Segunda Guerra Mundial, cuando los radares aún no estaban desarrollados, la tecnología de la luz se convirtió en un recurso estratégico para defender las ciudades y posiciones militares. En este contexto, Alemania presentó el SV-36, un gigantesco reflector antiaéreo capaz de iluminar los cielos nocturnos con una potencia sin precedentes.

Este artefacto no solo ayudaba a localizar aviones enemigos, sino que tenía la capacidad de cegar a los pilotos con su descomunal haz de luz, facilitando que las baterías antiaéreas pudieran derribarlos con mayor precisión.

Una auténtica arma de luz

El reflector SV-36 funcionaba gracias a tres varillas de carbono que, al electrificarse, producían un arco de luz con una intensidad que alcanzaba los 135 millones de lúmenes. Para ponerlo en perspectiva, los faros láser más brillantes de un automóvil moderno apenas superan los 10.000 lúmenes, lo que evidencia la brutal magnitud de esta máquina bélica.

Su alcance era también impresionante: podía iluminar objetivos a más de cinco kilómetros de distancia. Este poder lumínico requería una gran cantidad de energía, por lo que el aparato estaba equipado con un motor BMW de seis cilindros cuya única función era alimentar el reflector.

De Europa a Asia

Aunque concebido por el ejército alemán, el SV-36 no solo se empleó en el frente europeo. En 1953, China lo utilizó para derribar varios aviones estadounidenses, demostrando que su efectividad seguía vigente incluso después del final de la Segunda Guerra Mundial.

La simple visión de este mastodonte tecnológico hoy sigue generando asombro entre los apasionados por la historia militar. Más allá de su apariencia casi de ciencia ficción, fue una pieza clave dentro de la defensa aérea alemana en un momento en el que la innovación marcaba la diferencia en los campos de batalla.

Una reliquia que impresiona

Actualmente, algunos ejemplares de estos reflectores se conservan como piezas de museo, recordando la capacidad del ser humano para diseñar artefactos tan espectaculares como letales. Verlo en funcionamiento permite entender por qué muchos lo consideran la linterna más potente jamás creada.

Su descomunal haz de luz, que en su día convirtió la noche en día en los cielos de Europa, hoy es una prueba tangible de hasta dónde podía llegar la ingeniería militar de la época.

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