En un nuevo intento por frenar la invasión de jabalíes en las calles de Begues, municipio barcelonés situado en pleno Parque Natural del Garraf, el consistorio decidió poner a prueba una medida poco convencional: rociar los contenedores con un líquido que simula la orina del lobo ibérico, uno de los principales depredadores naturales de esta especie salvaje.
La idea partía de una premisa aparentemente lógica: si los jabalíes detectaban la presencia olfativa de un depredador en las inmediaciones de los puntos de basura, se lo pensarían dos veces antes de acercarse. Sin embargo, el resultado ha sido justo el contrario. Los jabalíes han seguido campando a sus anchas, sin mostrar el más mínimo atisbo de miedo. ¿El motivo? Muy simple: nunca han tenido contacto con un lobo.
Un olor que no reconocen
«En Begues no hay lobos. Los jabalíes no les conocen. Por lo tanto, no identifican el olor y no le tienen miedo», explica Liberto Mas, técnico responsable de medio ambiente del Ayuntamiento. La prueba piloto, que costó unos 1.000 euros, surgió tras un encuentro con otros alcaldes en el que se compartieron diferentes fórmulas para combatir la sobrepoblación de suidos.
Mas señala que en otras regiones donde el lobo tiene presencia, este tipo de soluciones sí pueden dar resultado. Pero en un entorno completamente libre de depredadores, los jabalíes no asocian el olor con un riesgo real. De hecho, agrega: «En otros lugares con presencia de lobos quizás funciona, pero aquí no. Los jabalíes de aquí no los han visto en su vida».
Sin miedo al lobo… ni al hombre
El fracaso del método ha reabierto un viejo debate: la progresiva pérdida del miedo de los jabalíes al ser humano. Según Mas, el problema no solo es la ausencia de lobos, sino también la relación cada vez más estrecha con las personas: «No le tienen miedo al lobo, pero tampoco al hombre». Parte de la culpa, añade, la tienen aquellos vecinos que, con buena intención, han alimentado a los animales.
No es la primera vez que se recurre a métodos disuasorios poco ortodoxos. El técnico recuerda cómo algunos agricultores, décadas atrás, recogían cabello humano en las peluquerías para rodear sus fincas y disuadir a la fauna salvaje. Pero la inteligencia y adaptabilidad del jabalí, unidas al declive de la actividad cinegética, están complicando cualquier intento de contención.
Soluciones más efectivas
Aunque el líquido repelente no ha dado resultados, en Begues llevan tiempo aplicando otras estrategias que, si bien no infalibles, han resultado más efectivas. Una de ellas es el cierre de las islas de contenedores con barreras de madera que impiden el acceso visual y físico a los restos de comida. También se han instalado sistemas de anclaje para fijar los cubos al suelo.
Además, el municipio realiza capturas controladas de ejemplares y campañas de concienciación para evitar el contacto con los animales. «Los jabalíes son animales muy inteligentes», insiste Mas, quien advierte de los riesgos que va más allá de los destrozos: «Su presencia puede provocar accidentes de tráfico y situaciones peligrosas para los vecinos».
Mientras los recursos para el control poblacional se ven limitados, queda claro que los jabalíes de Begues —como muchos otros en España— no temen ni siquiera al lobo. Este caso demuestra que la caza se erige una vez más como casi la única herramienta de gestión efectiva para controlar las poblaciones de jabalí.
