España arranca el nuevo curso con una ley que dará mucho que hablar en los hogares con felinos. La Ley de Bienestar Animal 2025 ya está en vigor y obliga a millones de familias a cambiar rutinas. Las sanciones son contundentes —hasta 200.000 euros en los casos más graves— y buscan poner fin a años de abandono y cría descontrolada.
Quienes conviven con un gato deberán adaptarse a un marco que, por primera vez, regula de forma tan estricta la vida doméstica con estos animales. No se trata solo de papeles o burocracia: la norma toca aspectos cotidianos, desde la visita al veterinario en los primeros meses hasta cómo organizar las vacaciones.
Microchip y registro, una obligación ineludible
La ley arranca con una medida que ya estaba extendida en perros: el microchip y la inscripción en el registro oficial. Cada felino debe llevar este dispositivo identificativo y quedar vinculado a un propietario. Ignorarlo se considera infracción grave, con sanciones que pueden alcanzar los 50.000 euros.
El Gobierno justifica este paso como un modo de frenar la expansión de colonias callejeras y facilitar la reunificación en caso de pérdida. Para los veterinarios, la clave está en la prevención y para muchos propietarios será un trámite nuevo. Si el gato no aparece en el registro, conviene no esperar: la ley ya no concede margen y las sanciones llegarán más pronto que tarde.
La esterilización, antes del medio año
Otro de los puntos que más debate ha generado es la esterilización obligatoria. La norma establece que, salvo en el caso de criadores acreditados, todos los gatos deberán estar esterilizados antes de cumplir seis meses. El incumplimiento se castiga con multas que pueden escalar hasta los 200.000 euros.
El Ejecutivo sostiene que con ello se corta de raíz el principal foco de abandono: las camadas inesperadas. Cada año miles de cachorros acaban en refugios o en la calle, lo que dispara el problema de superpoblación. La ley, en este sentido, no deja resquicios para la improvisación.
El gato nunca más «se apaña solo»
El cambio más tangible para los dueños llega con la limitación de la soledad máxima en 72 horas. A partir de ahora, nadie podrá ausentarse más de tres días sin dejar a alguien a cargo del animal. El incumplimiento se considera infracción grave y puede acarrear hasta 50.000 euros de sanción.
La medida obliga a repensar las vacaciones, los viajes de trabajo e incluso los fines de semana largos. Ya no sirve la idea de que un cuenco de pienso y agua son suficientes. Habrá que recurrir a familiares, amigos o cuidadores profesionales.
La norma también veta que los gatos vivan en terrazas, balcones o trasteros, y prohíbe que deambulen sin control por la calle. El mensaje es claro: el gato pasa a ser un miembro más de la familia, con derechos que no se pueden obviar.
