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La sinrazón de las leyes ecologistas: prohíben recoger piñas y leña que ahora alimentan los incendios

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En la España rural, recoger piñas o leña ha sido durante siglos un gesto cotidiano, tan natural como pasear por el monte o encender la chimenea en invierno. Sin embargo, en los últimos años, nuevas normativas han ido estrechando el cerco sobre estas prácticas. Lo que antes era una costumbre ligada al aprovechamiento del entorno, hoy puede suponer multas cuantiosas si no se cuenta con una licencia o autorización.

La situación ha creado un contrasentido que muchos vecinos califican de absurdo: no se permite retirar del monte ese material que, al acumularse, alimenta el fuego en los veranos más secos de la historia reciente. La misma normativa que persigue preservar los ecosistemas termina dejando toneladas de combustible a merced de las llamas.

La recogida de piñas, según aclara el abogado Xavi Abat en un vídeo viral, solo es legal si están «muertas» y caídas al suelo. En cambio, aquellas que aún contienen piñones requieren autorización administrativa, al considerarse un aprovechamiento forestal. No obstante, muchos de nuestros montes se ven afectados por normativas autonómicas y planes rectores que reducen el cerco, no permitiéndose lo anterior.

Con la leña ocurre algo parecido. Aunque desde 1962 existe una normativa estatal que regula su recogida, cada comunidad autónoma ha establecido condiciones propias. En algunas zonas se exige pagar una tasa, mientras que en otras se prohíbe incluso a los propios vecinos. Y en no pocos municipios, la restricción es total: ni siquiera los habitantes pueden recoger ramas secas.

Esta deriva restrictiva ha generado un clima de incertidumbre que ha llevado a buena parte de la población a desistir. El resultado es una enorme acumulación de biomasa forestal que, en condiciones de calor extremo, se convierte en auténtica pólvora para los incendios.

La paradoja de la prevención

Los defensores de esta legislación insisten en que se trata de proteger los recursos naturales y evitar la explotación masiva, especialmente en épocas como otoño o invierno, cuando miles de personas acuden al monte. Pero la realidad sobre el terreno es bien distinta: los montes quedan cada vez más sucios y con un exceso de material inflamable.

Los expertos en emergencias forestales advierten de que la limpieza natural de los bosques es una de las medidas más eficaces contra los grandes fuegos. Sin embargo, las limitaciones legales hacen justo lo contrario. Allí donde antes los vecinos recogían piñas, ramas o troncos secos, hoy se levanta un muro de prohibiciones y burocracia.

Mientras tanto, las familias que aún dependen de la leña para calentar sus hogares se enfrentan a trabas cada vez mayores. En comunidades como Madrid, incluso la biomasa forestal está sujeta a declaración responsable y control de los agentes forestales. La consecuencia es clara: la desmotivación de los vecinos para limpiar el monte.

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