Icono del sitio Revista Jara y Sedal

Un joven decide grabarse mientras caza jabalíes sin saber que se va a llevar la sorpresa de su vida

El cazador con el jabalí recién cobrado. © E.M.C

Esteve Musca Colomer es un joven de 22 años que lleva la caza en la sangre. Empezó de morralero a los cuatro años acompañando a su padre y su abuelo a las batidas de jabalí, modalidad que no ha dejado de practicar desde entonces.

Este domingo acudió a Ripoll en compañía de sus amigos y perreros Jordi Solé, Pere Muñoz, y Jordi Prats. Les habían citado a las seis y media, así que les tocó un madrugón mayor al que estaban acostumbrados. Esteve, a las cuatro y media, ya tenía las botas puestas. «Resulta duro después de toda la semana estudiando y haberte levantado a las cinco el día anterior, pero dicen que sarna con gusto no pica», ríe el joven.

La colla de «La Rama» los esperaba y los cazadores con una ilusión palpable, ponían rumbo al punto de reunión. La intención de la cuadrilla local era tener los puestos colocados antes de las 9 de la mañana para así soltar perros temprano. «Es una zona en la que el jabalí hace mucho daño», apunta Esteve.

Jordi junto al cabeza de colla y al presidente, se encargaron de distribuir los coches y dirigir a los puestos. A nuestro protagonista le tocó una larga caminata tras los pasos de Ramón, jefe de cuadrilla y experimentado cazador, esfuerzo que en unas horas se vería recompensado con creces. De camino a colocarse ya avistaron varios animales, la mañana prometía.

Al llegar al puesto, en lo alto de la montaña, revisó minuciosamente lo que debía cubrir. «Dos laderas, una mas limpia y abierta, y la parte umbría , más cerrada, donde los jabalíes tenían una pequeña balsa, y los árboles marcados», cuenta Esteve. El día amanecía muy frío, con temperaturas bajo cero, y la entrada de una corza «a placer». Pecando de confiado el cazador la dejó entrar tanto, que «por querer disfrutar tanto del lance, la fallé», cuenta.

A media mañana Mireia, pareja de Pere, avisaba por la emisora a Esteve de que un jabalí iba en su dirección con los perros prácticamente encima. Al poco tiempo empezó a escuchar las ladras, cada vez más intensas. De pronto, a lo lejos, avistó al jabalí que venía entre los árboles, tranquilo, sin importarle la presencia de los perros.

El joven encaró su Sauer 100 XT cal. 270 Winchester y nada más lo vio claro, efectuó un lance certero, aunque no definitivo. El corpulento animal, que rondaría los 80 kilos a simple vista, encajó el disparo con la resistencia que caracteriza a la especie. Dos disparos certeros más fueron necesarios para tumbar al suido. «Un animal con esas defensas, podía hacer mucho daño. Por miedo a que hiriera a los perros, aunque ya estaba en el suelo, quise asegurarme, así que disparé varias veces», narra Musca.

En efecto, cuando llegó a la muerte junto a los perros confirmó que tenía una boca muy bonita, la más grande que había cazado hasta la fecha el joven montero. Esta temporada ha sido un poco atípica. «Hasta este sábado, no había abatido ningún jabalí y ese día pude hacer un doblete», recuerda Esteve. La suerte se había puesto de su parte y supo aprovecharla ambos días.

El cazador junto al jabalí abatido © E.M.C

La cacería terminó con 20 piezas abatidas. Tras sacar toda las piezas del monte, pusieron oficialmente fin a la jornada con una comida repleta de alegría y anécdotas. Esteve seguía con el lance en la cabeza, recordándolo una y otra vez. «No lo voy a olvidar nunca», concluye el cazador.

       
Salir de la versión móvil