La polémica en torno a los huertos solares no se limita a los riesgos de incendio. En distintas regiones del país han surgido protestas vecinales contra macroproyectos fotovoltaicos que amenazan con transformar radicalmente el paisaje y el tejido productivo tradicional. Uno de los casos más comentados es el de una planta proyectada en Andalucía, donde está previsto arrancar más de 100.000 olivos para instalar placas solares en su lugar. Agricultores, asociaciones ecologistas y colectivos vecinales denuncian que este tipo de actuaciones no solo suponen un atentado contra el medio rural y su patrimonio agrícola, sino que, además, se están llevando a cabo sin un consenso social ni una planificación territorial adecuada.
Pero a las críticas por su impacto ambiental y paisajístico se suma ahora una nueva preocupación: el riesgo de incendio. En los últimos días, un vídeo publicado en Facebook ha avivado este debate tras alcanzar más de 1,1 millones de visualizaciones. En las imágenes, captadas por un testigo, se aprecia cómo una placa fotovoltaica comienza a arder de forma súbita, sin causa aparente, originando una llama violenta que se extiende en cuestión de segundos. La escena ha desatado una oleada de comentarios, muchos de ellos alertando sobre el peligro que entrañan estas instalaciones en entornos agrícolas o forestales, especialmente durante los meses de mayor sequía.
¿Por qué se incendian las placas solares?
Los incendios en instalaciones fotovoltaicas no son tan infrecuentes como podría pensarse. Las causas pueden ir desde defectos de fabricación en los paneles solares o conexiones mal selladas, hasta el deterioro por el paso del tiempo de los cables de alta tensión o cajas de conexión (string boxes). Pero también se han documentado casos en los que, debido al sobrecalentamiento de ciertos componentes, se ha generado un arco eléctrico capaz de iniciar una combustión.
Extinguir este tipo de fuegos no es sencillo. Al estar alimentados por corriente eléctrica, el riesgo de electrocución para los equipos de extinción es elevado, sobre todo si el sistema no está desconectado o si sigue recibiendo energía del sol. Los bomberos deben extremar las precauciones y, en algunos casos, esperar a que el sol se oculte o se interrumpa la producción para poder intervenir con seguridad.
El precedente de Talaván: un incendio que pudo ser catastrófico
El suceso del vídeo recuerda lo ocurrido en julio del año pasado en Talaván, un municipio cacereño donde una planta solar fue el origen de un incendio forestal que obligó a desplegar un amplio dispositivo de emergencia. Las llamas comenzaron en la zona ocupada por la instalación fotovoltaica y se extendieron rápidamente por un terreno cubierto de pastos secos, empujadas por el viento.
La gravedad del episodio llevó a la Junta de Extremadura a activar el nivel 1 del Plan Especial de Incendios Forestales (INFOCAEX), una medida que se adopta cuando el fuego supone un riesgo real para la población y los bienes no forestales. Durante horas, más de 90 efectivos trabajaron con medios terrestres y aéreos, incluyendo brigadas helitransportadas, maquinaria pesada, ambulancias, vehículos del SEPRONA y Cruz Roja, y unidades del SEPEI de Cáceres.
Las llamas llegaron a situarse a escasos tres kilómetros del municipio de Monroy, generando gran preocupación entre los vecinos. Desde el centro de coordinación del 112 se recibieron decenas de llamadas alertando de la enorme columna de humo visible desde varios kilómetros a la redonda. Afortunadamente, la rápida intervención de los medios aéreos permitió estabilizar el incendio antes de que alcanzara zonas habitadas, aunque la vegetación quedó arrasada en una amplia superficie.
Un debate encendido
Los incendios en huertos solares no son, de momento, comunes, pero sí suficientemente graves como para reabrir el debate sobre la idoneidad de instalar estas infraestructuras en áreas rurales, especialmente en zonas de alto riesgo de incendio. Aunque el discurso institucional insiste en la necesidad de avanzar hacia una transición energética, cada nuevo incidente añade presión sobre unas instalaciones que muchos consideran invasivas, mal ubicadas y escasamente vigiladas.
