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La importancia del guarda rural en un coto de caza

Un guarda rural cuida de que una barbacoa mal apagada no genere un incendio.

Por Víctor Villalobos. Coordinador Guardas Rurales. ATES / Sindicato ATES-SAA, Sindicato Autónomo de Andalucía. 

Un buen coto, un coto cuidado, se caracteriza por contar con la labor profesional que en él desarrollan los guardas rurales con conocimientos y experiencia, además de formación específica.
Lo habitual es que las sociedades de cazadores no cuenten con los servicios profesionales de técnicos guardas rurales con objeto de abaratar los costos. Sin embargo, esto es un gran error, ya que los costes reales de las oportunidades de caza y de las piezas abatidas se disparan, cuando no existe la labor de los guardas rurales.
La misión de los técnicos es desarrollar un plan de gestión adecuado a las características del terreno, a las principales especies y a la cultura cinegética de la sociedad de cazadores. La figura del guarda rural es clave para alcanzar con éxito los objetivos del plan de gestión que dirige el técnico. Por eso guarda rural y técnico deben trabajar como una máquina perfectamente ensamblada, sin fisuras.

Un guarda rural revisa el estado de una fuente natural.

Es habitual que la persona encargada de supervisar las tareas del guarda rural carezca de conocimientos técnicos suficientes, o bien no está claramente definido a quién corresponde la tarea de dirigir, supervisar y apoyar a estos profesionales. Cuando en el coto de una sociedad de cazadores existe su figura, es frecuente que su labor quede relegada a la vigilancia y a alguna que otra tarea puntual y discontinua.
La mayoría de los problemas de las poblaciones de animales silvestres y de sus hábitats son complejos, no se pueden solventar sin planes de gestión serios y costosos. Con las «fantasías» de los comerciales o de algunos cazadores miembros de la junta, se pueden organizar sueltas de plástico, pero difícilmente recuperar poblaciones de animales silvestres. Precisamente, una de las ventajas del mundo moderno es la existencia de buenos profesionales especializados que ofrecen sus servicios en muy distintos campos de actividad. Esto es posible porque el público demanda esos servicios: fontanero, mecánico, informático, etc. Sin embargo, muy pocas sociedades de cazadores demandan los servicios de un técnico cinegético o de un guarda. Es evidente que sin demanda de estos servicios profesionales en el cuidado de la caza, ningún técnico, ni guarda rural, se va a dedicar profesionalmente a solventar problemas de cotos, ya que es difícil, por no decir imposible, que este técnico y puedan llegar a comer, debido a la inexistente demanda de este tipo de trabajos. En contraposición las juntas de las sociedades de cazadores están llenas de miembros, que sin estudios específicos, ni herramientas adecuadas, dicen saberlo todo sobre la gestión de la caza, confundiendo la acción de cazar con la de gestionar. Claro que sus conocimientos se limitan a saber cómo repartir los permisos de caza entre los cazadores de la sociedad. Por ello, estas juntas rectoras del coto, para tomar decisiones y evitar responsabilidades suelen recurrir a la asamblea, de esa forma el fracaso es colectivo y no de la junta, o del miembro que tan brillante idea hizo aplicar para la gestión del coto. Sólo con proyectos de futuro adecuadamente diseñados, con fondos económicos capaces de apoyar las inversiones necesarias, se pueden contrarrestar los impactos negativos que la actividad económica actual produce en el campo. Son tantos los desmanes que la mano del hombre desencadena en la naturaleza, que sólo las ideas vivas, aquellas capaces de mover a los socios con todo su entusiasmo, son útiles para contrarrestarlo.
Además es primordial paralizar la caza furtiva y sus «derivados», es decir: la caza fuera de veda, los excesos de cupo, el campeo o la suelta de perros indebida.

       
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