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Hijos de perra – Blog de Israel Hernández

Cazador con su perro. ©Jara y Sedal

El humorista argentino Gato Peters escribió hace años un extraordinario monólogo titulado Perros eran los de antes, en el que, con bastante gracia, explicaba cómo han cambiado los tiempos para nuestros fieles compañeros de aventuras. Entre carcajadas, su espectáculo –que puedes ver al final de este texto– pivota en torno a la idea de que los perros ya no son perros «porque no son conscientes de su perrez». Y no le falta razón.

Vivimos en un país en el que ya hay más perros que niños menores de 15 años. La mayoría de ellos, en ciudades, ya no tienen una función específica en sus vidas más allá de la de hacer compañía a sus dueños. Son ‘perros florero’ a los que a menudo se recurre para tratar de aliviar las frustraciones personales, muchas veces relacionadas con esa paradójica soledad que produce el vivir entre hormigones, rodeado de miles de personas.

Los mismos que prohibieron recortar orejas y rabos quieren imponer ahora la castración por decreto ley

Félix Rodríguez de la Fuente dijo una vez que la ciudad vuelve locos a los hombres. No puedo estar más de acuerdo. La desconexión de la sociedad urbana con el medio rural hace que se pierda hasta el sentido común. Por eso hoy muchos perros visitan la peluquería o van al veterinario para revisar su salud mucho más que sus propios dueños. Hay, incluso, hasta psicólogos caninos para esos perros que nacieron perros pero que sus dueños se empeñaron en tratar como a un bebé. Hoy tenemos pastores que vinieron al mundo para pasar el día careando encerrados en un piso, cazadores que muestran las palomas del parque mientras lo sujetan con un arnés y reprimen sus instintos… Sí, cada vez es más difícil ser perro.

Por si fuera poco, nos encontramos a una Dirección General de Derechos de los Animales impulsando una Ley de Bienestar Animal que no solo pretende cercenar derechos. Entre las medidas que anuncia esta nueva Santa Inquisición está la prohibición de criar camadas a cualquier particular. Además, los mismos que prohibieron recortar orejas y rabos quieren imponer ahora la castración por decreto ley.

Ya no es que no dejen cazar al cazador o pastorear al pastor, es que gracias a estos adalides del bienestar animal ni echar un polvo podrán. Hay mucho hijo de perra, pensarán. Quizá tengan razón.

*Carta del director publicada en el número de Jara y Sedal de abril de 2021

       
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