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Gracias y hasta siempre, tía Bibi – El Blog de Carlos Vignau

Ayer, 7 de enero, se apagó la luz de mi querida tía Bibi. Y aunque su mundo no tenía nada que ver con la caza, siempre fue la primera en comprar Jara y Sedal. No porque le interesaran las monterías, los recechos o las historias de lances imposibles, sino porque sabía que ahí, entre esas páginas, estaba parte de mí.

Era su forma de apoyarme, de decirme sin palabras que estaba orgullosa, que mis letras valían la pena, que todo aquel esfuerzo tenía sentido. Recuerdo perfectamente cómo me ‘whasapeaba’ después de leer cada número: «Este artículo me ha gustado mucho, aunque no entiendo cómo puedes estar tantas horas esperando a un corzo». O aquella vez que me dijo que leyendo mis crónicas podía oler el campo. Menudo piropo…

A veces me reía pensando lo paradójico que era: una mujer que jamás pisó un coto de caza, que a lo mejor no distinguía entre un gamo y un corzo, y que, sin embargo, devoraba con avidez cada crónica, cada reportaje. Quizá en el fondo le gustaba asomarse a ese mundo que yo le contaba y entenderlo a través de mis palabras. O quizá, simplemente, le gustaba saber que su sobrino estaba ahí, cumpliendo el sueño de su vida.

Hoy, mientras escribo esto con lágrimas en los ojos, me doy cuenta de cuánto la voy a echar de menos. No habrá más llamadas suyas comentando mis textos, ni más revistas compradas con orgullo. Pero sé que de alguna forma, seguirá estando ahí, en cada artículo que escriba y en cada página que alguien pase con la misma curiosidad y la misma ternura con la que ella lo hacía.

Gracias, tía Bibi, por leerme siempre, incluso cuando no entendías del todo lo que narraba. Gracias por hacerme sentir que lo que escribo importa. Ojalá pudiera mandarte este texto para escuchar después tu voz diciéndome, con una dosis extra de exageración, producto del amor de tía: «Muy bonito, Caquito, eres mi pequeño Delibes…».

Te quiero y te echaré de menos siempre.

       
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