El mundo natural esconde tesoros que solamente son visibles para aquellos capaces de permanecer en el monte con los cinco sentidos bien abiertos. El gato montés (Felis silvestris silvestris) es, sin duda alguna, uno de estos presentes. De figura salvaje y mirada de depredador ancestral, esta especie de felino montaraz, campa por los bosques de Europa. Aunque guarda un parecido con su primo hermano, el gato doméstico, su mayor volumen y su cabeza más ancha confirman que se tratan de dos especies bien diferenciadas.
Su presencia en España
Aunque existen núcleos de población repartidos por todo el continente europeo, su localización y observación por esos lares, muchas veces, tiene que ver con la fortuna. Esta situación a nivel continental convierte a los españoles en unos auténticos privilegiados. Los avistamientos en ciertas zonas del norte y centro de la Península Ibérica son frecuentes. En las primeras, los prados de montaña se llenan de uno de sus manjares favoritos: las ratas toperas. La abundancia de estos pequeños roedores provoca que el gato montés pierda la cabeza, baje la guardia y salga de la espesura con la intención de llenar la panza. Es en estos momentos cuando más se puede disfrutar de su observación.
Tres gatos monteses diferentes en España
En nuestro territorio tenemos la inmensa fortuna de contar con tres subespecies de gato montés bien diferenciadas.
En el norte de España y la zona mediterránea habita el Felis silvestris silvestris, la variedad típica de bosque mediterráneo. Este gato montés está presente en la cornisa cantábrica y los Pirineos, campando a sus anchas por los bosques de montaña y demostrando ser un cazador adaptado al ecosistema en el que vive. Sus principales fuentes de alimentros son los roedores y aves.
El gato montés que habita la zona centro es la variedad Felis silvestris tartessia. Es de mayor tamaño y presenta una capa más oscura que el Felis silvestris silvestris. Él es el cazador especialista y su dieta se compone en un elevado porcentaje de carne de conejo. Con una técnica de acecho depurada, es capaz de pasar desapercibido ante los potentes sentidos de los orejudos hasta darles caza.
El gato montés más desconocido habita fuera del territorio peninsular. En l Mallorca existe la subespecie Felis lybica jordansi que procede de forma directa del gato montés africano. Su tamaño es menor que el de las dos subespecies anteriores y el color de su capa más claro, en tonos arena.
Un cazador como nosotros
Hace muchas décadas, la figura del alimañero recorría nuestros montes. Eran hombres de campo, respetados y con prestigio, que conocían cada hectárea de terreno como si fuera la palma de su mano. Mi abuelo estrechó lazos con uno de ellos. Se llamaba Fermín. Natural de una aldea del pirineo aragonés, terminó sus días pateando jarales en Soria y Guadalajara.
Mi abuelo lo describía como un tipo huraño, parco en palabras y duro como el granito. Poco le importaba la temperatura. Siempre vestía un pantalón cuajado de remiendos y una camisa de cuadros verde abierta hasta el pecho. Ese era su uniforme de trabajo.
A lo largo de 35 años como alimañero, Fermín persiguió multitud de jinetas, tejones, turones, zorros y garduñas… Sin embrago, nunca fue capaz de capturar un gato montés. Y no por falta de habilidad sino porque era un animal que le recordaba a él, y eso le impedía darle muerte. Ese comportamiento siempre sorprendió a mi abuelo, quien jamás comprendió el motivo.
Ahora, con la perspectiva que dan los años y el conocimiento que tenemos a nuestro alcance, yo si lo hago. Fermín, aunque alimañero, era uno de los primeros naturalistas que recorrieron los campos de nuestro país. Con su mirada aviesa y la piel cetrina curtida por el sol, se veía identificado con su enemigo natural, un animal salvaje, inteligente y prodigioso. Y es que el gato montés encierra un cierto halo de misticismo que lo convierte en una de las criaturas más increíbles de nuestros montes.