Un joven ganadero de Caboalles de Abajo, en la comarca leonesa de Laciana, ha muerto a los 36 años de edad después de varios episodios de ataques de osos a su explotación. El suceso ha encendido de nuevo el debate sobre la convivencia con la especie en la zona.
La víctima, Roberto Guantes, llevaba días arrastrando la tensión de ver cómo un oso se colaba repetidamente en su cabaña. No era un hecho aislado: según sus compañeros de profesión, el animal llegó a entrar hasta en cuatro ocasiones en apenas una semana. Cada vez que lo hacía, dejaba tras de sí daños visibles: ovejas muertas, otras desaparecidas y destrozos en las instalaciones. Esa rutina de sobresaltos y pérdidas acabó pasando factura.
Según informa El Diario de León, el presidente de los ganaderos de Caboalles de Abajo, Luis María Fernández, asegura que la última incursión se produjo en la madrugada del pasado lunes. El oso habría accedido por el tejado, destrozándolo en parte. «Lo llamaron de madrugada, y a las siete de la mañana subió a ver qué había pasado. Se encontró el tejado roto, las ovejas muertas, le faltaban animales y mientras las buscaba le dio un infarto», explicó. Pese a los intentos de socorrerle, no hubo nada que hacer.
El fallecimiento de Roberto ha golpeado con dureza a su pequeño pueblo. Era un joven conocido en el pueblo, dedicado al cuidado del ganado como lo habían hecho sus padres y abuelos. Para muchos vecinos, su muerte es consecuencia de la creciente problemática que hay con los ataques de osos al ganado.
Una comarca en tensión
Desde hace tiempo, en Laciana los ganaderos vienen denunciadno una situación cada vez más insostenible. Fernández se preguntaba en voz alta: «Si este chaval hubiera estado durmiendo tranquilamente en casa, sin esa preocupación encima, ¿hoy estaría con nosotros?». Los testimonios de los últimos meses apuntan a que no se trata de un caso aislado. Según Fernández, «esto se nos va de las manos todos los días». Los ataques, sostiene, son más frecuentes y, en su opinión, más violentos. Ya no se habla de que entren por una puerta o de que rompan un cercado, «stán entrando por los tejados de las cuadras para meterse a matar», asegura.
El ganadero rechaza la idea de que se trate de un ejemplar conflictivo y un caso aislado. «No nos sirve la excusa de que es un oso problemático, porque son todos», afirmó. Tampoco comparte la teoría de que el comportamiento se deba a los incendios que afectaron a la montaña, ya que, a su juicio, el área quemada no interfiere en el hábitat natural de los animales.
No es un caso aislado
El del joven fallecido no es el único caso. En otra explotación de Laciana, un oso mató a tres ovejas tras arrancar la ventana de la cuadra. «Las mató dentro y luego las fue sacando», explicó Fernández sobre los rastros hallados en el lugar. También se han contabilizado daños en terneros y vacas, con ejemplares heridos que mostraban arañazos profundos en el lomo.
Ante este panorama, algunos ganaderos han optado por bajar el ganado del monte de forma prematura, a pesar de que eso suponga un aumento de costes y de carga de trabajo. «Mataron un ternero y dos vacas venían con zarpazos por detrás», resumió el representante de los afectados.
El problema ya no se limita a las pérdidas económicas. Ahora hay miedo. «Nunca habías escuchado a la gente mayor decir que no iban por ciertos lugares por miedo al oso, y ahora lo repiten habitualmente», comenta Fernández. Él mismo, que siempre defendió que el plantígrado era menos dañino que el lobo, admite que ahora tiene dudas.
La tarde del martes, un osezno fue visto en el campo de festejos de Caboalles de Abajo, un espacio habitual de reunión vecinal. Para los ganaderos, este tipo de apariciones demuestra que los animales han perdido el recelo hacia la presencia humana y se adentran cada vez más en las zonas habitadas. «El oso no tiene miedo a nada y se está metiendo en el núcleo urbano», subrayó Fernández.
