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El futuro de la inquisitorial ley animalista y el negocio de la Real Sociedad Canina Española

Dos perros disfrazados. © Shutterstock

¿Para qué sirve la ley? Gran interrogante sin respuesta. Sin medir las consecuencias, su aplicación no contiene solución alguna al pretendido bienestar animal. Contenta a unas cuantas posiciones políticas extremistas, al negocio de las protectoras y a los oscuros intereses económicos de Monopolio de la Real Sociedad Canina Española (RSCE) que sin duda incrementarán conflictos sociales entre los que nos interesa la salud y bienestar de nuestros animales auxiliares.

Cómo resolver la imposición de muchos supuestos que sólo unos pocos consideran delito consiguiendo modificar el mismísimo Código Penal. Muchos cazadores, ganaderos, truficultores… podrán disponer de sus animales como eficaces auxiliares en su trabajo pero sin poder criar con ellos.

Sí, ya sabemos que están exentos, en un principio, de una aberración de ley, pero por lo que se mueve entre bastidores su cría puede caer  en las manos de un monopolio con normas basadas en el beneficio económico.

¿Cómo deberemos considerar a ciertas instituciones si son extensiones interesadas de una mala norma legal, si actúan como guionistas y cómplices de un circo político que ya sabemos cómo se las gastan y qué es lo que pretenden? ¿Y cómo podemos devolver una afrenta, señalando a los directivos que arrastran a su norma a toda una institución nacional?

¿Qué futuro espera a los animales que son proyectos de lujo y belleza y pasan de la utilidad exigente del trabajo y la funcionalidad? Aquí empiezan a interferir instituciones, como la RSCE, que se han posicionado al lado del animalismo y su, hasta hace poco, zolocho director general. Les dan la razón en el tema que más daño puede causar a futuro a nuestros perros de caza, y les quieren ayudar en prohibirnos la cría, incluso dentro de los núcleos zoológicos ya habilitados y registrados oficialmente en rehalas y similares; que requieren de la cría de reposición para su sostenibilidad y resiliencia en el tiempo.

Belarra y sus asuntos sociales y agenda 2030 no eran ovejitas, eran lobos que devoran al sector primario y utilizan diversas mamandurrias que han pactado con los líderes de los perros de lujo, la Real Sociedad Canina Española

Y por supuesto la prohibición total y absoluta de camadas entre particulares, aunque estos estén en la órbita del cazador y sean cedidos sin lucro entre amigos de cuadrilla o familiares. ¿Cómo? Creando el cuerpo de inspectores de camadas y cría, siendo ellos los que supervisen todos los cruces y nacimientos y los autoricen previo un estipendio oportuno.

Vaya coña marinera, qué castigo aguantar a tanto listo haciéndose eco del cansancio por reiterado discurso del buenismo imperante con las mascotas, que tanto emplean en derechos de los animales.

Belarra y sus asuntos sociales y agenda 2030 no eran ovejitas, eran lobos que devoran al sector primario y utilizan diversas mamandurrias que han pactado con los líderes de los perros de lujo, la RSCE: el monopolio absoluto de los libros de registro y la cría controlada.

¿Se imaginan los cazadores qué puede ocurrirnos con nuestros auxiliares si tenemos que adquirirlos a criadores de perros de salón de belleza? Pues esto es lo pretendido. Gastaremos miles de euros en floreros incapaces de distinguir la emanación de una perdiz de la del Chanel número 5. El futuro de muchas razas se vuelve muy oscuro si no pueden demostrar, en exigente trabajo de campo, su eficacia. De ahí se extraen los mejores ejemplares para la cría. Lo que pretenden la RSCE es lo contrario a lo que promulgamos y a las leyes de la selección natural.

Hay países que están prohibiendo razas caninas por sus problemas endogámicos y que son hereditarios por una cría dirigida a la belleza. O lo que es lo mismo, mascoterismo puro y duro con un sufrimiento incompatible de pobres animales con la ley de bienestar animal. Razas que son un quebradero de cabeza y que los propietarios sufren en dos vertientes, el bolsillo con visitas al veterinario y tratamientos de por vida y el drama familiar de convivir con mascotas con trastornos hereditarios y poca diversidad genética.

De seguir esta aberración de ley poco tardaremos en ver en domicilios particulares a inspectores supervisando camadas y cruces, marcando los perros y cobrando por autorizaciones que los cazadores sabemos que no valen un pimiento.

Preparen la cartera. Piensen que nos quieren imponer un consejero genealógico que nos dirá cómo y cuándo podemos criar. No hay raza pura de las que se crían en concursos de belleza que con su genoma manipulado con fines estéticos no tenga que hacer frente a un numero de patologías para desesperación de sus dueños yendo en contra del propio ideario de la Federación Cinológica Internacional y de su Estrategia de Cría: «El objetivo de la crianza canina es obtener perros sanos y que puedan cumplir su función, con una estructura y conducta típica de la raza; perros que puedan vivir una vida larga y feliz para placer y satisfacción del propietario y la sociedad, así como también para el perro mismo».

Y no olviden, actuales ejecutivos de la RSCE –sus predecesores lo tenían claro–, que un perro de caza es feliz y pleno cazando, pues como citó Platón en su Eutifrón, «de algún modo, la cinegética es el cuidado de los perros».

       
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