En lo más profundo de Asturias, donde los caminos se pierden entre castaños y el silencio solo lo rompe el ganado, Federico, de 93 años, sigue viviendo como lo hicieron sus padres y abuelos. Acompañado de sus perros, recoge agua del manantial, enciende el fuego con leña y resiste al paso del tiempo en una casa de piedra que desafía el abandono.
Las imágenes compartidas en redes por la cuenta Hilux Aventura han sacado del anonimato a este hombre y a su forma de vida. En un vídeo que ya acumula cientos de miles de visualizaciones, el narrador resume: «En lo más profundo de Asturias, sin carretera ni electricidad, vive Federico. Tiene 93 años y aún resiste solo. Los animales marcan el compás de los días como lo hicieron para generaciones enteras».
Su historia ha traspasado fronteras digitales y se ha convertido en un símbolo de resistencia y memoria rural.
Una vida anclada en el pasado
Su vivienda, construida en piedra y sin apenas modificaciones desde hace más de un siglo, es la última habitada en un paraje donde antaño hubo vecinos y vida. Federico recuerda con precisión las familias que se marcharon y los días en que el pueblo aún respiraba. A su alrededor, las ruinas de casas y un horno de piedra apagado son testimonio de un mundo que se esfuma lentamente.
En el documental se muestra cómo realiza tareas cotidianas que hoy parecen impensables: acarrear agua desde el manantial, cuidar del huerto y observar el entorno con su vara, atento a cualquier movimiento. «Hoy, hasta el agua que le sostiene comienza a faltarle y nos cuenta por qué», relata el vídeo, aludiendo a la sequía que amenaza incluso los lugares más húmedos del norte.
La emoción de las redes
El testimonio de Federico ha despertado una oleada de admiración. Decenas de usuarios han dejado mensajes en los que destacan su fortaleza y la dignidad con la que afronta la soledad. «El sr Federico es una persona muy especial. Su fuerza y su claridad mental son el resultado de su vida sana, esforzada, noble», escribió una espectadora. Otros ofrecían ayuda: «Me ofrezco voluntaria para que Federico recupere su agua, hay que ponerles las pilas a los ladrones de agua».
Mensajes de apoyo, plegarias y propuestas para trasladarlo a otros lugares se han multiplicado. Sin pretenderlo, este hombre nonagenario se ha convertido en una voz simbólica de la España que resiste, esa que aún habita los rincones donde el progreso apenas asoma.
Un símbolo de la memoria rural
La historia de Federico va más allá de la anécdota. Es la de un país que cambia a un ritmo que muchos no pueden o no quieren seguir. Su vida, sostenida por la rutina y la naturaleza, recuerda que hubo un tiempo en que todo se hacía con las manos y el agua del manantial era suficiente para vivir. Hoy, su ejemplo devuelve humanidad a un mundo que corre sin mirar atrás.
