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Los expertos piden medidas para frenar la expansión del siluro en el Guadalquivir

Siluro. © Shutterstock

El siluro, el pez de agua dulce más grande de Europa, es una especie exótica invasora (EEI) en expansión que ya ha alcanzado el bajo Guadalquivir, un área de alto valor biológico amenazada por este superdepredador fluvial originario de Europa Central, ante el que los expertos consultados por Efeverde urgen a actuar.

«Las EEI son la segunda causa de pérdida de biodiversidad a nivel planetario», una presión que supone «dar la puntilla» a unos ecosistemas «ya de por sí muy maltratados por las actividades humanas», ya que «los invasores son muy agresivos», asegura el catedrático de zoología de la Universidad de Córdoba, Carlos Fernández, al citado medio.

Este especialista en invasiones biológicas y miembro del comité de expertos asesor del proyecto Life Invasaqua -iniciativa europea centrada en aumentar la concienciación sobre EEI acuáticas en el ámbito ibérico-, explica que «solo sobreviven las invasoras más agresivas», es decir, «aquellas que imponen sus condiciones en el ecosistema al competir con las especies autóctonas».

El siluro, un depredador nato

En el caso del siluro europeo (Silurus glanis), «hablamos de un depredador nato», un pez colosal que, para desarrollar sus «2,5 metros de largo y hasta 130 kilos de peso», requiere «una ingesta tremenda de biomasa cada día».

La detección del siluro «en una zona con la importancia biológica del bajo Guadalquivir», supone «estar a las puertas de una tragedia ambiental», ya que la desembocadura este río «constituye la zona de cría y engorde de muchas especies», sobre todo de «especies comerciales».

Según Fernández, la desembocadura «del Guadalquivir produce el 90 % de los boquerones, sardinas, lubinas, corvinas y lenguados -entre otras especies- que después se pescan en el Golfo de Cádiz».

Podría desplazarse por todo el Guadalquivir

A pesar de que el siluro es un pez de agua dulce, puede llegar a soportar un nivel de salinidad equivalente «a la mitad de la sal presente en el agua marina, unos 15 gramos por litro», lo que le acerca «peligrosamente» a las zonas de cría de la desembocadura.

En el bajo Guadalquivir tiene lugar un fenómeno natural conocido como ‘tapón salino’, «una barrera que se desplaza a lo largo de su cauce», que hace que «por encima de él», el agua sea «más dulce» y por debajo «más salobre», explica el experto.

«Cuando llueve mucho, el agua dulce de la cuenca empuja ese tapón salino hacia abajo» y, en ocasiones, «puede llegar a situarse prácticamente en la desembocadura del Guadalquivir».

Este fenómeno «vuelve dulce todo el cauce del río», por lo que el siluro «tendría libertad para desplazarse por todo el Guadalquivir y asaltar Doñana».

Es el momento de «actuar»

El siluro, detectado por primera vez en Andalucía en el embalse de Iznájar (Córdoba) en 2010, se ha expandido porque «no se ha hecho nada para erradicar su presencia», según el experto.

«La pasividad administrativa», unida «al interés que suscita esta especie para la pesca deportiva -responsable según Fernández de la introducción ilegal de este depredador en la cuenca del Guadalquivir-, han permitido que durante más de 10 años la especie siga prosperando».

El coordinador de Life Invasaqua Francisco José Oliva, ha explicado a Efeverde que para gestionar la amenaza de las EEI «hay que crear sinergias» para «intervenir de forma rápida a partir de una alerta temprana», aunque «lo mejor sería actuar preventivamente antes de que lleguen a los ecosistemas».

«Ahora que se han registrado las primeras detecciones del siluro en el bajo Guadalquivir, es el momento de actuar con rapidez para erradicar la especie».

Oliva ha recordado que «aunque las administraciones son las principales responsables de la gestión de las especies invasoras, si a través de la información logramos que los pescadores dejen de demandar siluros», estos animales «no llegarían a determinados ambientes».

«Desde Life Invasaqua generamos materiales de comunicación» para que tanto «la administración pública, como los pescadores, acuicultores y la sociedad en general dispongan de ellos» y que «todos los sectores implicados participen en la búsqueda de una solución».

       
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