El conejo europeo (Oryctolagus cuniculus) enfrenta una situación paradójica en su hábitat nativo de la Península Ibérica. Mientras que muchas poblaciones han disminuido drásticamente debido a una nueva variante del virus de la enfermedad hemorrágica del conejo (RHDV-b), otras permanecen saludables y, en algunos casos, se consideran plagas agrícolas. Un estudio titulado ‘La paradoja de los conejos europeos en peligro de extinción considerados plaga en la Península Ibérica: las tendencias en subespecies importan’, publicado por Patricia H. Vaquerizas, Miguel Delibes-Mateos, Vicente Piorno, Beatriz Arroyo, Francisca Castro y Rafael Villafuerte en Endangered Species Research en 2020, explora si esta diferencia podría estar relacionada con la existencia de dos subespecies de conejos que coexisten en la península: O. c. algirus y O. c. cuniculus.
Dos subespecies completamente diferentes
En la Península Ibérica, O. c. algirus y O. c. cuniculus, se originaron tras aislamientos durante los refugios glaciares en el Pleistoceno tardío. Estas subespecies son alopátricas, es decir, ocupan áreas geográficas separadas, con una zona de contacto estrecha donde coexisten. Estudios previos han mostrado diferencias ecológicas, morfológicas y moleculares significativas entre ambas subespecies.
El virus de la enfermedad hemorrágica del conejo (RHDV) ha sido una de las principales causas de mortalidad en las poblaciones de conejos en la Península Ibérica. La aparición de una nueva variante, RHDV-b, en 2011, ha tenido un impacto significativo, causando una reducción importante en el tamaño de la población de conejos entre 2009 y 2019. Esta disminución ha llevado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) a clasificar al conejo europeo como especie «en peligro de extinción» en su área de distribución nativa.
Diferencias en las tendencias poblacionales entre subespecies
El estudio evaluó las tendencias poblacionales de las dos subespecies de conejos después del brote de RHDV-b mediante una encuesta en línea dirigida a los responsables administrativos de los departamentos oficiales de caza en todas las provincias de España peninsular. Los resultados indicaron una tendencia negativa generalizada en el área de distribución de O. c. algirus, mientras que en el área de O. c. cuniculus se observó una tendencia más estable o incluso positiva.
Estas diferencias en las tendencias poblacionales entre las subespecies tienen implicaciones significativas para la conservación de depredadores que dependen del conejo, como el lince ibérico (Lynx pardinus) y el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), que se encuentran principalmente en el área de distribución de O. c. algirus. La disminución de las poblaciones de conejos en estas áreas podría afectar negativamente a estos depredadores en peligro.
Además, las poblaciones saludables de conejos, principalmente en tierras de cultivo, han causado daños significativos a los cultivos, lo que ha llevado a conflictos con los agricultores. Esta situación resalta la necesidad de estrategias de manejo diferenciadas para cada subespecie, considerando tanto la conservación de la biodiversidad como la mitigación de los daños agrícolas.
Recomendaciones del estudio
El estudio subraya la necesidad de establecer un programa de monitoreo a largo plazo de las poblaciones de conejos en la Península Ibérica para confirmar los patrones observados y contribuir a la toma de decisiones de manejo basadas en evidencia. Además, se recomienda aplicar sistemas de manejo adaptados a las particularidades de cada subespecie, considerando las diferencias en sus tendencias poblacionales y las implicaciones para la conservación de depredadores y la agricultura. Para una comprensión más detallada, se puede consultar el estudio completo en este enlace.
¿En qué se diferencian las dos subespecies?
Las dos subespecies de conejo europeo presentes en la Península Ibérica, Oryctolagus cuniculus cuniculus y Oryctolagus cuniculus algirus, presentan diferencias morfológicas sutiles pero significativas, producto de su adaptación a distintos entornos históricos y ecológicos. Una de las principales distinciones radica en el tamaño corporal. Mientras que O. c. cuniculus suele ser más grande y robusto, O. c. algirus es generalmente más pequeño y de constitución ligera.
Otra diferencia notable se encuentra en la longitud de las orejas. En O. c. cuniculus, estas son proporcionalmente más largas en relación con el cuerpo, mientras que en O. c. algirus tienden a ser más cortas y redondeadas. Asimismo, la forma del cráneo varía entre ambas subespecies: O. c. cuniculus presenta un cráneo más largo y aplanado, mientras que el de O. c. algirus es más corto y redondeado, con ciertas diferencias en la estructura mandibular que reflejan sus adaptaciones específicas.
El pelaje también es un rasgo diferenciador. O. c. cuniculus suele tener un pelaje más uniforme y claro, con tonos predominantemente grisáceos, mientras que O. c. algirus muestra un pelaje más oscuro y con patrones menos homogéneos, adaptados a entornos mediterráneos y boscosos. Estas variaciones están ligadas a las regiones que habitan: O. c. cuniculus se encuentra principalmente en la parte noreste y centro de la Península, en áreas más abiertas, mientras que O. c. algirus habita en el suroeste, en zonas de vegetación más densa y típicamente mediterránea.
Estas diferencias morfológicas, aunque pueden ser difíciles de notar para un observador casual, son fundamentales para los investigadores, ya que reflejan miles de años de evolución y adaptación a distintos ecosistemas. Combinadas con variaciones genéticas y ecológicas, estas características explican por qué las dos subespecies responden de manera distinta a amenazas como enfermedades, depredadores y cambios en el entorno.