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Diapausa embrionaria del corzo: la magia que permite pausar la gestación

Una corza con su corcino en primavera. © Shutterstock

El corzo posee un curioso ciclo reproductivo marcado por un fenómeno denominado diapausa embrionaria –o, de forma más coloquial, gestación o implantación diferida–, una característica única entre los cérvidos ibéricos, aunque común a otros mamíferos y también numerosos invertebrados.

Este proceso hace posible que, una vez que ocurre la fecundación de la hembra, el desarrollo embrionario no dé comienzo hasta pasados varios meses, consiguiendo de ese modo que los partos se produzcan en un periodo más favorable para las crías nacidas.

Así, a pesar de que el periodo que transcurre desde la fecundación hasta el parto se acerca a los diez meses de duración, algo impropio para una especie de tamaño tan pequeño, la gestación real dura unos cuatro meses y medio (130-140 días), lo que sí se ajusta más a las características del corzo.

Para tener algunas referencias, podemos apuntar que la gestación del ciervo dura unos 230 días, como la del gamo aproximadamente, mientras que la de las vacas es de unos 280 días.

Sin embargo, otros rumiantes de un tamaño más parecido al corzo, como las ovejas o las cabras, cuentan con una gestación de unos 150 días, al igual que ocurre con los muflones.

Por lo tanto, si fuese real en el corzo la gestación durante los diez meses que existen entre la cubrición y el parto, no se ajustaría en ningún modo a las características propias de un rumiante de esas dimensiones.

¿Cómo influye en su ciclo biológico? 

La presencia de la diapausa embrionaria es determinante en el ciclo biológico de la especie y se ha desarrollado como una estrategia evolutiva que permite mejorar la viabilidad de las crías al conseguir que la fecha de partos se produzca durante la primavera, momento en el que el clima es más favorable, la cobertura vegetal es mayor y, además, hay más cantidad de alimento disponible de calidad, que permite a las hembras amamantar mejor a los corcinos, favoreciendo su desarrollo y aumentando sus probabilidades de supervivencia. 

Gracias a este mecanismo, a pesar de que el celo del corzo se produce durante el mes de julio y, con él, las cubriciones, las hembras no inician la gestación hasta pasados cuatro o cinco meses para que ésta comience durante aproximadamente a finales del mes de diciembre o en enero, de modo que los partos se producirán en su mayor parte durante abril y mayo. 

No son pocos los investigadores que han estudiado este proceso para tratar de entender cómo funciona desde un punto de vista fisiológico, sin embargo, no está muy claro cuáles son los mecanismos que lo determinan.

En general, lo que ocurre es que una vez que se produce la cópula y se forma el embrión, se detiene la multiplicación celular en sus fases iniciales y no se produce la implantación uterina en el periodo que dura la diapausa. Transcurrido ese periodo, el embrión se implanta en el útero y comienza el desarrollo fetal y la gestación discurre como en cualquier otra especie.

Para complicar un poco más el proceso, en términos biológicos podemos encontrar en la naturaleza dos tipos de diapausa.

Algunas especies como el corzo cuentan con una diapausa obligada, que implica que todas las hembras llevan a cabo este proceso. En otros casos, existe una diapausa facultativa, lo que significa que algunas especies tienen la capacidad de detener o no la gestación en función de que las condiciones sean más o menos favorables, como ocurre en algunas especies de mustélidos, roedores y de canguros.

 ¿Qué factores influyen en su regulación?

Son numerosos y se pueden clasificar en dos grupos: factores externos y factores internos.

Entre los primeros incluiremos aquellos que no se relacionan con el propio animal, sino con las condiciones del entorno en el que se encuentra. En este grupo el factor más relevante es el fotoperiodo, esto es, los ciclos de duración de los días y las noches.

Existen estudios que indican que en el caso de especies que cuentan con una diapausa obligada como el corzo, es el factor encargado de su regulación, de modo que mientras el fotoperiodo es negativo, o lo que es lo mismo, cuando los días decrecen, el embrión no se desarrolla, hasta el momento en el que los días comienzan a crecer, momento en el que se produce la implantación y el inicio de la gestación. 

Estos cambios en las horas de luz desencadenan complejos procesos endocrinos en los que participan activamente diferentes hormonas, como la melatonina, que influyen directamente en el inicio de la gestación.

Otras especies que cuentan con diapausas facultativas, como los insectos y algunos mamíferos, son capaces de detectar otros factores externos como la disponibilidad de alimento y las condiciones ambientales adversas y detener o no el desarrollo embrionario dependiendo de ellos.

Hay estudios que señalan que algunas especies de roedores que cuentan con esta diapausa facultativa son capaces de detener su gestación cuando se encuentran en condiciones de superpoblación, evitando así que las nuevas camadas nazcan en momentos en los que la competencia intraespecífica es alta.

El segundo grupo de factores corresponde con factores internos o endógenos, es decir, inherentes al propio animal, si bien sólo afectan en los casos en los que los animales presentan diapausas facultativas… pero no en el caso del corzo en que, como hemos indicado, la diapausa es obligada.

Como dato sorprendente y según la especie, hay aspectos como el tamaño de la camada anterior o la propia duración de la lactación previa que determinan la presencia de una diapausa facultativa y hacen que su duración sea mayor o menor. También la condición corporal con la que la hembra llega a la cubrición determina en ocasiones la aparición o no de diapausa.

¿Qué otras especies poseen la diapausa embrionaria? 

El corzo es el único cérvido que presenta este asombroso fenómeno fisiológico y la primera especie donde se descubrió. Hoy se conocen unas 130 especies de mamíferos que presentan este particular mecanismo durante su ciclo biológico, pertenecientes a diferentes grupos taxonómicos entre los que se encuentran osos, focas, roedores, murciélagos, mustélidos, nutrias, canguros, osos hormigueros y hasta algunas especies de armadillos.

Entre todas ellas, algunas como el corzo cuentan con esa diapausa obligada donde el fotoperiodo parece ser el factor determinante en su regulación, mientras que otras presentan una diapausa facultativa en la que intervienen factores tanto internos como externos. 

También es un fenómeno común en numerosas especies de invertebrados en las que, a diferencia de lo que ocurre en el caso de los mamíferos, en los que los factores influyen sobre la hembra gestante, en el caso de los insectos los factores influyen directamente sobre las larvas modulando su desarrollo según los casos.

Un corcino amamantándose de su madre. © Shutterstock

¿Diapausa embrionaria en humanos?

Resulta también relevante indicar que existen algunos autores que señalan que la diapausa embrionaria es un rasgo evolutivo que se podría dar en todos los mamíferos, incluyendo a los humanos.

Según estas teorías, en el caso de las mujeres podría existir una diapausa facultativa y aspectos como el estrés y las condiciones ambientales o incluso el consumo de sustancias como la nicotina o derivados del cannabis, podrían provocar un retraso en la implantación uterina del embrión provocando a su vez posibles retrasos en la gestación o incluso siendo causa de aborto de origen indeterminado. Sin embargo, existen aún discrepancias entre la comunidad científica al respecto.

Otro aspecto curioso en relación con el estudio de la diapausa embrionaria es su utilidad para entender el desarrollo celular en determinados tipos de cáncer y estudiar qué factores pueden desencadenar o no la multiplicación de las células cancerígenas, cuyo proceso podría asimilarse al que ocurre durante el desarrollo del embrión tras finalizar la diapausa y vendría marcado por la presencia de complejos procesos metabólicos participados por diferentes proteínas y hormonas.

Así, nos encontramos ante una un proceso fisiológico y metabólico muy particular y aún poco conocido en profundidad que refuerza la idea de que el corzo es una especie muy especial y con particularidades notables en relación con otras especies de cérvidos.

 ¿Qué ventajas aporta? 

La diapausa embrionaria no es más que un mecanismo adaptativo conservado en determinadas especies a lo largo de cientos o miles de años y que permite mejorar su supervivencia y competitividad en los ecosistemas.

En el corzo aporta una ventaja muy evidente: la sincronización de la fecha del parto con el periodo ambientalmente más favorable para los corcinos nacidos y las propias hembras. Así, la diapausa condiciona todo el ciclo biológico de la especie para permitir que el celo se desarrolle en el mes de julio fundamentalmente, una vez que los machos han desarrollado todo su potencial y las hembras disfrutan de una buena condición corporal y para alargar el periodo entre la cubrición y el parto, haciendo posible que los nacimientos se produzcan entre abril y mayo y no en noviembre o diciembre, que serían las fechas propias si no existiese este fenómeno.

Así, un corcino nacido en primavera va a tener muchas más posibilidades de sobrevivir que si lo hubiera hecho al final del otoño o en invierno.

Además, la disponibilidad de recursos tróficos hace que las hembras mejoren sus condiciones y la lactación sea de mayor calidad, que la vegetación donde se produzcan los partos facilite que los corcinos se oculten mejor reduciendo el riesgo de ser depredados y que las condiciones ambientales, fundamentalmente las temperaturas, sean también más favorables.

En definitiva, una estrategia fascinante reflejo de una naturaleza sabia que nunca nos deja de sorprender.

       
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