Icono del sitio Revista Jara y Sedal

Esta pareja falla un corzo, pero mes y medio después les brinda esta otra oportunidad

Los cazadores con el corzo. © S. R.

Lo que esta pareja de cazadores catalanes ha vivido pasa pocas veces en la caza. Que un corzo, animal esquivo por naturaleza y que se deja poco ver, te brinde una segunda oportunidad tras fallarlo es algo que pasa en contadas ocasiones, y a Sergio Royo y Mari Ángeles Haba -ambos de Barcelona- les sucedió el pasado 15 de julio, mes y medio después de que Royo fallase al animal con un disparo que se le quedó bajo.

Todo ocurrió en el coto de Lladurs, en la provincia de Lérida: «El día 1 de junio iba detrás de él y lo fallé, ya que me salió casi a última hora, entre dos luces, y no fue fácil. Estuvimos semanas a ver si lo veíamos, pero parecía que se lo había tragado la tierra…», comienza explicando en palabras a Jara y Sedal el cazador catalán.

Se acababa el tiempo: quería utilizar el precinto y el corzo no daba la cara. «Tenía que gastar ya el precinto, porque me iba de vacaciones, y tanto mi pareja como yo decidimos hacer el rececho en el mismo lugar. Cuando lo vimos, observamos que cojeaba y no podía creerme lo que tenía delante de mis ojos: me estaba dando la segunda oportunidad el animal. Le di en la pata, ya que se me quedó el disparo bajo. Fue algo realmente bonito», confiesa Royo a este medio.

El disparo final y el equipo utilizado. En ese momento, disparó con su rifle en calibre 7mm con munición Hornady de 152 grains y acertó a la primera: «Es un animal joven, con tres años, pero no es tan importante el trofeo sino el compartir la caza con tu pareja. El tiempo que le dedicas, los madrugones, los atardeceres… tienen con eso su recompensa», concluye Royo.

Otra gran historia de estos cazadores: les toca un rebeco por sorteo y protagonizan un rececho inolvidable

Mari Ángeles Ava abatió hace unos meses, en una zona de alta montaña de la provincia de Lérida, el primer isard de su vida. Aunque es cazadora desde hace siete años gracias a la afición de su marido, Sergio Royo, no había tenido la oportunidad de abatir un animal de esta forma, por lo que para ella supuso una jornada que no olvidará jamás. Así nos lo contó.

       
Salir de la versión móvil