Los saberes tradicionales del campo español siguen sorprendiendo en pleno siglo XXI. Así lo demuestra un vídeo publicado en la página de Facebook de Eugenio Monesma, en el que se enseña cómo se practicaba la caza de zorzales con muérdago, un método ancestral transmitido durante generaciones y hoy prohibido por la legislación. La grabación refleja tanto la destreza de los cazadores rurales como el ingenio con el que se adaptaban a las costumbres de las aves.
En la pieza, se observa cómo Alejandro prepara la forcacha —una horquilla impregnada con la viscosa sustancia del muérdago— para después ocultarse en su puesto. La narración explica que los zorzales, aves de vista aguda y carácter desconfiado, obligaban a los hombres a trabajar con rapidez y discreción, confiando además en la suerte para lograr la captura.
Una técnica de paciencia y precisión
El procedimiento consistía en colocar la forcacha en las ramas frecuentadas por los pájaros. El muérdago, pegajoso por naturaleza, hacía que el zorzal quedara atrapado al posarse. El cazador debía preparar todo con suma destreza, limpiar bien la rama y ocultarse en silencio para no despertar sospechas. Se trataba de una práctica que requería conocimiento profundo de los hábitos del ave y largas horas de espera en el campo.
Aunque hoy pueda parecer rudimentario, este método formaba parte del patrimonio cultural cinegético de muchas zonas rurales de España. En él se condensaba la observación atenta de la naturaleza y la necesidad de aprovechar recursos disponibles en el medio.
De tradición a prohibición
Con el paso de los años, la caza con muérdago fue desapareciendo, primero porque las generaciones jóvenes dejaron de aprenderla y después porque fue expresamente prohibida. La normativa de caza en España considera este procedimiento como un medio no selectivo y, por tanto, incompatible con la gestión sostenible de la fauna.
Sin embargo, como ocurre con tantas artes tradicionales, su recuerdo sigue vivo en quienes la practicaron o escucharon hablar de ella a sus mayores. Para muchos pueblos, era no solo una forma de conseguir alimento, sino también un saber transmitido oralmente que marcaba la relación del hombre con el entorno.
Un legado que se desvanece
La difusión digital de vídeos como el compartido por Eugenio Monesma permite rescatar fragmentos de un patrimonio cultural inmaterial que se encuentra en riesgo de desaparecer. En ellos se conserva el gesto, la destreza y la forma de entender la caza en un tiempo en que cada recurso natural tenía un valor irremplazable.
El olvido de estas prácticas supone mucho más que la pérdida de un método cinegético: significa borrar una forma de vida, una relación directa con la naturaleza y una identidad compartida que se transmitía de padres a hijos. Hoy, la tradición se rescata en las redes sociales, pero si se pierde el vínculo directo con quienes atesoran ese conocimiento, también desaparecerán los matices que daban sentido a estas costumbres rurales.
