La moda, decía Unamuno, «es el resultado de la tendencia a la imitación de los seres humanos, su fuerza es tan extraordinaria como pasajera y afecta más a la superficie que a las ideas…». Pensé que vendría bien la cita para el desarrollo de esta nota que, más que crítica, debe ser entendida como nostálgica y un estímulo a la reflexión acerca de la influencia que las nuevas tendencias tienen sobre una actividad tan ancestral y mistérica como la caza.
En mi opinión, la moda actual entre los ‘cazadores proa’ tiende más al postureo y exhibición de intereses personales o comerciales que a la defensa ideológica del colectivo. Hoy se está out si no se sube a la montaña con un palo selfie, un dron y el ajuar completo de una marca tendencia. El pata negra jamás combinará marcas –no es cool–, usará ópticas sofisticadas, innumerables gadgets, una mochila con capacidad para transportar un Espasa y de taco, un gel de proteínas como si fuera a subir el Tourmalet. Por último, para compensar tanto ajuar, portará artillería súper pluma de carbono titanio con munición hiperestelar de última generación. Y pregunto: ¿qué pensarían de todo esto Delibes, Paco León, Luis de Diego, José Curt, Aránzadi…?
Nadie discute que los nuevos textiles y archiperres han significado una formidable mejora en el confort de la caza. Lo que llama la atención de esta élite de youtubers no son tanto las formas, sino su descuidado perfil intelectual. Creer que aventura es no afeitarse y que lo que la causa necesita y espera es que le saturen las redes y canales temáticos de hazañas preparadas es el motivo de esta nota.
Ernest Hemingway hablaba de «cazar al margen» cuando se hace con segundas intenciones, bien sean comerciales, competitivas, sociales o simplemente exhibicionistas. La moda ha transformado la caza en un espacio vacío de ideas, saturado de imágenes, pero sin rastro alguno de esa necesaria intimidad que siempre fue la perla que buscó el cazador al alejarse de sus tejas.
La causa, hoy, necesita más que nunca cerebros y no atletas, aunque la moda parece apostar por la exaltación del ego físico más que por el esfuerzo de acercar el discurso recolector a una sociedad cada vez más ajena con lo nuestro. La moda, decía, parece indiferente a la sabia palabra, a la reflexión serena, al razonamiento comedido, al preciso y discreto magisterio que ejercieron siempre, recientes padres de esta iglesia –Castroviejo, Néstor Luján, Laula, Médem, Aguayo, Coca…–.
El filósofo polaco Zygmunt Bauman predijo «tiempos líquidos», sociedades de escasa profundidad, tiempos de vacuidad, ligereza y rumbo impredecible. En su epicentro estamos. Ojalá que debajo del camo y la empalagosa melaza que siempre entraña el narcisismo surjan líderes que sueñen con tener algo más que una GoPro en la cabeza. Nostalgia, decía.