Icono del sitio Revista Jara y Sedal

Caza y arte – El blog de Jesús Caballero

© Shutterstock

La palabra mimesis deriva etimológicamente del griego mimos (imitación), bien sea de personas –gestos, ademanes, técnicas…– o de la naturaleza, en cuyo caso el propósito será artístico o estético –pintura, escultura, poesía, música… caza–. Para Platón la imitación de la naturaleza es un modelo artístico falaz, pues las imágenes que de ella percibimos son «apariencias sensibles» que nacen del mundo de los sentidos, opuesto al «mundo de las ideas», y por tanto toda copia siempre será un falso reflejo de la realidad. Aristóteles, por el contrario, sostenía que la imitación de la naturaleza es el modelo correcto para la obra de arte, pues partimos de que ésta es un «ens perfectum» cuya esencia captamos desde nuestra realidad física y sensorial.

Así las cosas, la caza deportiva, entendida como mimesis o imitación de la caza natural, sería la forma aristotélica adecuada para convertir nuestra actividad venatoria en lo que el sabio griego llamó «arte productivo», que es aquel fruto de habilidades humanas regidas por «reglas y conocimientos», esto es, desde la gnoseología (conocimientos) y la axiología (valores). Y este sólo acontece cuando los dos sujetos operatorios que interactúan, cazador y presa, lo hacen desde sus esencias naturales; de una parte cuando la pieza es libre, silvestre y autóctona y de otra, cuando el cazador se comporta desde la suya que es la de ser un «animal institucional», es decir, el único ser vivo conocido que autolimita sus actividades desde «instituciones», esos despieces de la cultura humana definidas por una alta racionalidad, axiología (valores) y normativas (leyes).

Cuando un cazador reúne conocimientos técnicos y prácticos suficientes para llevar a buen término una acción de caza y lo hace dentro de las instituciones que la regulan estará en condiciones de elevarla a la categoría de arte, siempre que la pieza mantenga su condición natural que es la de ser «libre, silvestre y autóctona». Entonces estaremos practicando caza, que definimos como caza sustantiva pues no necesita adjetivarla. Cuando esta relación dialéctica se fractura por alguna de sus partes la posibilidad de arte se desvanece y entonces hablamos de caza adjetiva, esto es, una actividad que necesita calificarse.

Si la pieza cumple sus condición natural pero es el cazador el que no actúa bajo las limitaciones institucionales reguladoras, es decir, si lo hace fuera de la ley, entonces hablamos de caza adjetiva, en este caso caza furtiva, ilegal, criminal, etcétera. Si por el contrario es la pieza la que pierde su condición natural, aunque el cazador mantenga la suya, hablamos también de caza adjetiva, en este caso caza preparada, de granja, bote, cercón, suelta, refuerzo, etcétera. En ambos supuestos, decía, la caza adjetiva inhabilita la consideración de arte cinegético.

       
Salir de la versión móvil