La época de cría de la perdiz roja (Alectoris rufa) es crucial para los cazadores: del éxito de nidos y bandos va a depender la temporada de caza. Si la reproducción es buena, se podrá cazar. Si no, mejor dejarlo para no perjudicar más todavía a la población, que servirá de madre para el año que viene. Pero, aunque se trate de cuidar y mimar a los bandos, se debe asumir que un porcentaje morirá inevitablemente. Aun así, el objetivo como gestores del coto debe ser tratar de reducir lo máximo posible ese porcentaje.
Tres cosas necesitan los bandos para sobrevivir: alimento, agua y refugio. De la disponibilidad y distribución espacial de estos tres factores va a depender mucho que queden perdices al final del verano. Es cierto que hay otros factores a considerar, como los depredadores, pero su abundancia y tipo va a estar directamente relacionada con la calidad del hábitat. Si éste se mejora, se actúa también sobre ellos, pues se les dificulta la captura de las perdices.
Mejora el terreno para ponérselo fácil a los perdigones
Las necesidades de los bandos no son las mismas a lo largo de la estación de cría. Conforme los pollos crecen, hay recursos que pasan a ser menos necesarios y otros se hacen más importantes. El agua es básica durante todo el periodo de cría, aunque es obvio que conforme avanza el verano es un recurso más difícil de encontrar. Asimismo, el refugio es vital, aunque hay que considerar que un grupo de perdigones no tiene la misma capacidad de reacción y de huida que uno de igualones.
Por lo tanto, poder encontrar refugio cerca es más relevante para la supervivencia de pollos de pequeño tamaño que para los más mayores que, al poder volar, disponen de otras alternativas. El alimento es igualmente necesario continuamente, pero el tipo de búsqueda cambia según el bando: para los pollos de menos de tres a cuatro semanas de vida, lo básico es encontrar insectos; los más mayores son ya herbívoros y lo que buscan son semillas, hojas y flores.
Un factor ligado íntimamente a estos tres recursos es la cantidad de terreno que tienen que recorrer las perdices para encontrarlos. Debemos pensar que, a más distancia, mayor riesgo de depredación, sobre todo en suelos descubiertos de vegetación, como ocurre en los cultivos leñosos. Por lo tanto, una distribución espacial de las mejoras en mosaico, que evite grandes desplazamientos de los bandos, es básica. Dicho de otro modo: es mucho más interesante hacer mejoras de hábitat pequeñas, abundantes y bien distribuidas por todo el coto, que invertir en una o dos mejoras de gran extensión.
Mejoras en cultivos herbáceos: deja zonas sin cosechar
En este tipo de siembras están muy ligadas a las prácticas agrícolas las cosechas, el uso de fitosanitarios y la conservación de rastrojos y linderos. Una mejora muy importante se basa en mantener pequeñas parcelas sin cosechar, que pueden ser sectores, franjas lineales, esquinas del cultivo o bien bandas perimetrales. En estas zonas la cosecha está especialmente dedicada para la perdiz, a la que es capaz de ofrecerle alimento y refugio.
La reducción en el uso de fitosanitarios contribuye a aumentar los insectos y a diversificar la flora arvense. Se pueden dejar también bandas perimetrales sin tratar o bien compensar al agricultor por no aplicar en ciertos sectores del cultivo. Como norma básica se debe tener presente que, en cualquier mejora realizada, hay que evitar el uso de pesticidas y fitosanitarios.
La conservación de linderos y rastrojos es esencial. La práctica de la quema no beneficia en nada a la perdiz, pues los linderos funcionan como su último refugio. Con respecto a los rastrojos, además de conservarlos se debe tratar de mejorarlos. No son un medio demasiado favorable para esta ave, aunque son mejor que nada. Si en ellos se implantan puntos de agua y se amontonan tocones, ramón o piedras, se ofrecerá el refugio del que adolecen, aunque lo ideal sería diversificarlos de verdad con la creación de nuevos setos e islas de vegetación.
Mejora la cría de la perdiz roja en las zonas de matorral y monte
En las zonas de monte, dos son las medidas básicas a acometer: los desbroces y las siembras. Los primeros no tienen por qué ser de gran extensión. Unas rayitas en el interior de las grandes masas de matorral, unas fajas a ambos lados de los carriles o clareos en las zonas más densas son suficientes; se trata de crear un mosaico de hábitat favorable donde se alterne el refugio del matorral con la zona desbrozada, donde puede haber alimento.
Lo mismo con respecto a las siembras. No hace falta sembrar grandes extensiones, basta con pequeñas parcelas irregulares o con fajas lineales terreno. Pero sí es importante que esté cercana al desbroce y que sea de una mezcla de semillas, al menos una leguminosa y un cereal. La unión de dos cereales de diferente porte con una leguminosa también da buenos resultados. Una siembra será siempre preferible a un comedero.
Además de lo ya mencionado, poner agua a disposición de los pájaros es básico. Si se pueden rehabilitar fuentes y abrevaderos naturales, mejor que los bebederos comerciales. Aunque, si no hay otra alternativa, habrá que acudir a esta opción. Importante en este punto es que los bebederos tengan garantizado el abastecimiento de agua mediante depósitos regulados o algún otro sistema. Y si los bebederos se integran en las zonas de siembra, mucho mejor.
¿Y los cultivos leñosos?
En el olivar, la vid o el almendro, el principal problema que encuentra la perdiz es que, si las parcelas son muy grandes y el suelo está sujeto a laboreo, sólo queda vegetación en los linderos. Esto obliga a los bandos a desplazarse por suelo descubierto, sin refugio, para localizar alimento a los bordes del cultivo. Así pues, lo mejor es recuperar la cobertura vegetal dentro del cultivo. Si no es posible aplicar cubiertas vegetales a toda la parcela, se debería al menos intentar que uno de cada tres o cuatro ruedos de olivo mantuviera su cobertura, o que en calles alternas hubiera algunas manchas de vegetación herbácea, cultivada o espontánea.
La recuperación de la cobertura vegetal se puede conseguir sembrando una cubierta, pero también lo podemos lograr de forma ‘pasiva’, es decir, dejando de aplicar laboreo y fitosanitarios en algunas zonas intercaladas por todo el cultivo y permitiendo que crezca la flora espontánea. El tema de la reducción del uso de los fitosanitarios es de nuevo muy importante: está demostrado que no sólo intoxican a las perdices, sino que reducen su fertilidad.
Otra medida importante es la implantación del riego por goteo. Por poco que parezca, los goteros contribuyen a crear zonas húmedas bajo los olivos o las viñas. En estas zonas hay insectos y crece la vegetación, dos de las cosas que necesitan las perdices, además de ser una fuente de agua. Pero, cuidado: si se usan los goteros como medio de fertirrigación –riego con fertilizantes– se puede estar envenenando a las perdices. Una última medida interesante es la de mantener algunos restos de poda de las calles del olivar. Los montones de ramón sirven de refugio temporal a los bandos.
Cuidado con el uso de maquinaria
Especial cuidado hay que tener con las fechas de uso de maquinaria –cosechadoras, por ejemplo– y de aplicación de fitosanitarios. Un producto químico es tanto más dañino cuanto más jóvenes son los perdigones. Finalmente, está la opción de implantar caballones. Se trata de pequeñas elevaciones del terreno en los límites de las parcelas, realizadas a base de acumular tierra, con una anchura de menos de medio metro, y sobre las que se deja crecer la vegetación herbácea sin aplicar pesticidas. Los beetle banks, como los denominan los británicos, funcionan como bancos de insectos con vegetación: es decir, como unas despensas seguras para las patirrojas.
Mantén a raya a los jabalíes
En las zonas de monte, cualquier medida o mejora realizada puede acabar destrozada si no se previene el acceso de los cochinos. Con las siembras puede resultar una buena medida instalar un pastor eléctrico perimetral acoplado a una placa solar. Para los bebederos, un buen mallazo que rodee al dispositivo y asegurado al suelo es la mejor solución –en la imagen–. Cualquier cercado o alambrada resultará inservible si no está fijada al suelo y es resistente a los jabalíes. Hay que utilizar, como mínimo, mallas de doble torsión.
Control de los cupos
A la hora de realizar visitas para el seguimiento de las mejoras, hay que aprovechar para contar las perdices. Un dato vital es saber cuál es el número medio de pollos por bando a final de julio. Más allá de esta fecha, los bandos se mezclan y el dato ya no es fiable. Pero hasta julio, los bandos se corresponden con familias. Un cociente de edad –número de jóvenes/número de adultos– por debajo de 1,5 es signo inequívoco de un bajo éxito reproductor y de que lo mejor es no cazar esa temporada. A partir de ese valor, se pueden establecer cupos progresivos: 1,5 (20%), 2 (35%), 3 (50%). Los porcentajes se deben aplicar sobre la población estimada mediante censos en octubre, antes del inicio de la temporada de caza.
Seguimiento de las mejoras
En resumen, todas estas medidas contribuyen a aumentar la diversidad de recursos dentro del cultivo y a evitar que las perdices tengan que salir fuera de él, con los consiguientes riesgos, a buscar lo que no encuentran en casa. Si el cultivo es joven, aplicar alguna de estas medidas es mucho más importante, ya que un olivar joven ofrece muchos menos recursos y refugio que un olivar viejo. Pero gastar dinero, tiempo y esfuerzo en acometer mejoras para luego no evaluar si han servido de algo, o para no mantenerlas en el tiempo, es absurdo.
Cuando se hacen mejoras hay que ser muy constante: reabastecer agua, limpiar los aguaderos, ver si los cochinos se han metido en la siembras, reponer las mallas y los tramos de pastor eléctrico caídos… Y ver si los pájaros usan las mejoras, si son efectivas, para aprender de los errores y mejorarlas en el futuro.