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Los animalistas no necesitan teñir sus manos con falsa sangre


Laureano de las Cuevas – 21/7/2017 –
El sórdido mundo animalista y vegano ha segado una vida. Puede sonar a titular tendencioso, y quizás no sea rigurosamente cierto, pues quién sabe lo que ocurre en la mente de quien suelta amarras con la vida. Pero es innegable que durante los últimos tiempos lo han deseado con tamaño frenesí, que no culparía a quien erróneamente les señalara con el dedo. Los deseos y soflamas de las jaurías hambrientas de la sangre de cazadores, y taurinos, de los que comen carne, de los que aman el campo, han visto colmados sus deseos, y la parca ha alcanzado la yugular de una joven cuyo sueño no era distinto que el de cualquier otro joven: ser feliz. Ser feliz haciendo aquello que llenaba su vida, lo que amaba, lo que a gala le hacía sentirse persona, sentirse viva; la razón por la que se levantaba en las frías mañanas…, cazar.
Mel, tenía una forma de entender la caza, a mi modo de ver incontestable. No concebía la caza como un derecho, sino como una forma de vida como una forma de ser feliz. Mel no concebía la felicidad sin cazar, sin sus perros, sus largos paseos, la brisa en la cara y los radiantes astros brillando en el cielo velando su pasión, su sueño despierto. Ese sueño que continuará vivo en el pecho de cuantos como ella, amamos la caza.
Muchos se alegrarán hoy de su pérdida, y proclamarán a los cuatro vientos sus vítores y soflamas, aún después de muerta, seguirán mancillando su nombre y su ideal, seguirán con la misma retahíla…. una batalla menos que librar, pensarán… ¡Qué equivocados están!
Si, pírrica victoria. Pues lo único que se ha conseguido es que una legión tome el relevo a ese dulce rostro de olor a pólvora y retama. Centurias de almas abatidas por la noticia de la pérdida de una ilusionada joven, largamente vapuleada por la sinrazón, la inquina, el odio y los más bajos instintos humanos (un animal jamás podría caer tan bajo), han vuelto sus rostros, antes ajenos, hacia ellos. Hacia sus desleales maneras. Hacia sus podridas almas.
El mundo animalista y vegano, ese mundo que desconoce lo que Mel amaba, ha conseguido con su acoso constante y tan terrible final el efecto contrario a lo que perseguía. No ha callado a esa alegre voz que clamaba sensaciones, sentimientos; que solo reclamaba ser feliz. Voces atronadoras claman enfurecidas, exaltadas, con el corazón en la boca, cerrando los puños. Preguntándose cómo se puede ser tan rastrero, ruin y miserable.
Me encantaría poder meterme bajo la piel de esos desalmados. Pero pese a todos esos innobles sentimientos que en estos momentos nublan mi mente, no soy capaz. No puedo caer tan bajo, ni siquiera acercarme… Lo lamento, no puedo explicar cómo esos homínidos de tercera pueden alegrarse, alentar y festejar la muerte de quien no piensa como ellos. Cómo amparados cobardemente en la impunidad de las redes sociales, cual martirio chino, gota a gota como martillo en el yunque, han deseado que un ángel abriera sus alas.
Solo espero que el sentido común, la humanidad, el celo en la verdad y la justicia, el gran bagaje en valores del cazador, sea suficiente argumento para evitar traspasar las grandes líneas rojas que nos distinguen. Pero aviso a navegantes, no os creáis bajo patente de Corso:
“Animalistas y veganos que proclamáis la revolución, la guerra en defensa de los animales, la confrontación. Toda causa necesita un mártir, y vuestra sed de sangré, vuestro acoso continuo, vuestra sinrazón, ha propiciado la forja de uno”….
¡Cuidaos de los idus de marzo!
Laureano de Las Cuevas

       
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