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El aplaudido alegato de una agricultora en plena ola de incendios: «El respeto al campo no se pide solo cuando hay humo»

Pilar Pascual, más conocida en redes como Agripilar. © Instagram

La joven ganadera y agricultora de Salamanca Pilar Pascual, conocida en redes como Agripilar, ha reaccionado a la ola de incendios que asola estos días distintas zonas de España con un alegato que mezcla indignación y compromiso. En su vídeo —que en 19 horas ha superado los 25.000 «me gusta»— destaca que los agricultores están siendo una pieza clave en la extinción gracias a su maquinaria pesada y a su conocimiento del terreno. Abre su mensaje con un lamento rotundo: «Me hierve la sangre de verdad», y enlaza de inmediato con una denuncia sostenida en el tiempo: «llevamos años viendo cómo se machaca el campo con normas imposibles, con precios por los suelos, con impuestos asfixiantes, con sanciones, o sea, nos han arrinconado hasta dejarnos sin aire».

Llamamiento entre la emergencia y la crítica política

Agripilar subraya la paradoja que, a su juicio, atraviesa al sector primario: cuando las llamas amenazan «con arrasar pueblos enteros y con las vidas de la gente del rural», las administraciones recurren «a los mismos a los que han estado hundiendo, a los agricultores». En ese contexto, relata que «nos piden tractores para hacer cortafuegos y cubas para echar agua», pero advierte del límite real de disponibilidad: «están pidiendo que vayan más, pero van los que van porque no hay más para ir, es que no quedan agricultores». Para reforzar su diagnóstico, cita un caso reciente —«Y el claro ejemplo además lo hemos vivido hace nada con David Lafoz»— y estructura su reproche hacia la clase política en términos muy duros: «los políticos, esos consuelos de 100.000 euros limpios al año, me da igual de izquierdas que de derechas, lo digo siempre, se los han cargado. Porque han hecho que cada vez haya menos manos, menos tractores y menos gente dispuesta. Y todo esto no porque no queramos, sino porque nos han dejado sin fuerzas para seguir».

Aun así, reivindica la vocación de servicio del campo en las emergencias: «Y claro que iremos a apagar los fuegos, claro que iremos, porque somos así, porque no dejamos a nuestra gente tirada, porque cuando hay que dar la cara, siempre estamos, siempre».

Orgullo de servicio y exigencia de respeto cotidiano

En esa línea, Agripilar denuncia que «estamos poniendo nuestro capital y nuestras inversiones de forma gratuita para ayudar a parar un incendio que arrasa con nuestros pueblos, todo porque los políticos son unos negligentes». Y remacha, como idea central de su discurso, que «el campo sostiene este país, porque producimos comida, cuidamos la tierra y ahora también salvamos vidas». El problema, opina, es que «parece que solo se acuerdan de nosotros cuando hay una emergencia».

Pilar recuerda que el sector ha estado presente en todas las crisis recientes: «Estuvimos en la pandemia, en la Filomena, en todas las situaciones críticas que hubo que estar. La última en la Dana de Valencia… en todas hemos estado», y contrasta esa participación con el trato que, asegura, reciben cuando protestan: «pero luego molestamos cuando salimos a la calle a protestar con nuestros tractores, a pedir por nuestros derechos». A su juicio, el ciclo es recurrente: «cuando pase el fuego, volverán las trabas, las multas y el abandono».

Su conclusión pide un cambio que trascienda a los incendios y las emergencias: «Hoy estaremos, como siempre, pero que quede claro que el respeto al campo no se pide sólo cuando hay humo. El respeto al campo se debería tener todos los días del año».

La intervención de Agripilar, en suma, sirve de altavoz a una queja compartida por buena parte del sector agrario y del mundo rural: la sensación de haber sido «arrinconados» por normativas y costes crecientes, al tiempo que se les exige estar «siempre» cuando suceden las grandes catástroffes. Su relato insiste en el valor público de la maquinaria y del conocimiento del campo, y reclama que el reconocimiento y el respeto no se limiten a los días en que el humo oscurece el horizonte, sino que se conviertan en políticas estables y en condiciones dignas para quienes —como recalca— «producimos comida, cuidamos la tierra y ahora también salvamos vidas».

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