El abandono rural y la pérdida de los usos tradicionales en los montes españoles han creado un escenario crítico que multiplica el riesgo de grandes incendios forestales. Fundación Artemisan ha advertido de que esta situación, unida a políticas excesivamente proteccionistas y a la falta de gestión, favorece la propagación de incendios de sexta generación, caracterizados por su virulencia y por la dificultad casi absoluta para ser extinguidos.
Estos incendios son capaces de alterar las condiciones meteorológicas del entorno en el que se desarrollan, alcanzando tal potencia que generan tormentas con rayos que a su vez alimentan el fuego. Con llamas de gran altura, enorme velocidad de propagación y una capacidad devastadora sobre la superficie forestal, constituyen una amenaza no solo para el medio ambiente, sino también para vidas humanas y bienes materiales.
La regla del 30 y un cóctel explosivo
Entre las causas principales que explican estos episodios está la acumulación de masa combustible en los montes, unida a las condiciones extremas de calor y viento. Se trata de la conocida «regla del 30»: cuando se registran vientos superiores a 30 kilómetros por hora, menos de un 30 % de humedad y temperaturas por encima de 30 grados, el riesgo de incendio se dispara. Esta combinación se ha dado de forma reiterada en los últimos días en distintas zonas de España, convirtiendo cualquier chispa en una tragedia.
La situación se agrava por la pérdida de actividades tradicionales que actuaban como una selvicultura preventiva contra incendios. Décadas atrás, la extracción de leña o el pastoreo mantenían los montes limpios de vegetación sobrante sin suponer gasto alguno para la administración. Hoy, con el abandono del campo, esa materia orgánica se acumula y se convierte en gasolina natural lista para arder.
El abandono del esfuerzo de reforestación
España cuenta con 28 millones de hectáreas de superficie forestal. Sin embargo, todo el esfuerzo reforestador de la segunda mitad del siglo XX se ha visto paralizado en la última década. Entre 1940 y 1995 se lograron reforestar 4,1 millones de hectáreas, mientras que desde 2011 apenas se han repoblado unas 560.000, y en los últimos diez años solo 129.000. La Fundación Artemisan denuncia que se ha tirado por la borda un trabajo histórico, dejando que el monte crezca de forma desordenada.
A este abandono se suma que cada año la superficie forestal aumenta en 150.000 hectáreas debido al abandono agrícola. Se trata de tierras que pasan a engrosar la masa forestal sin que sobre ellas se realice ninguna actuación de gestión. El resultado es un crecimiento continuo de áreas boscosas en estado de total desatención, lo que multiplica el riesgo de incendios de grandes dimensiones.
Una política forestal centrada en la extinción
La política forestal desarrollada en las últimas décadas tampoco ha favorecido la prevención. Según Fundación Artemisan, cerca del 60 % de los recursos se destinan a extinción de incendios, frente a menos del 20 % a prevención y un 20 % a otras actuaciones. Una balanza desequilibrada que, en lugar de invertir en gestión sostenible, mantiene una estructura reactiva que llega tarde cuando el fuego ya se ha desatado.
La entidad insiste en que resulta imprescindible un cambio de rumbo. «Las administraciones deben ordenar sus montes públicos e incentivar la ordenación de los privados», reclaman desde la Fundación, que subraya que apenas el 20 % de la superficie forestal española está actualmente ordenada.
Un nuevo Plan Forestal para el futuro
Fundación Artemisan reclama con urgencia la puesta en marcha de un nuevo Plan Forestal que impulse la gestión de los montes como herramienta de prevención de incendios. También considera imprescindible repensar una legislación que califican de «excesivamente proteccionista». Los planes de gestión de espacios naturales protegidos hacen casi inviables actuaciones como limpiezas, resalveos, podas o quemas controladas, esenciales en la lucha contra el fuego.
En este sentido, lamentan que la inversión pública en estas tareas sea prácticamente nula. Sin ellas, el monte se convierte en un espacio abandonado a su suerte, donde cada verano se repite la tragedia del fuego.
El papel del mundo rural y del sector cinegético
La Fundación ha querido mostrar su solidaridad con todos los afectados por los incendios y agradecer el esfuerzo de profesionales y voluntarios que se baten contra las llamas. También subraya la importancia del mundo rural en la prevención, a pesar de la burocracia que entorpece su labor.
En particular, destaca la aportación del sector cinegético, que cada año invierte unos 54 millones de euros en prevención de incendios mediante mantenimiento de accesos, construcción de cortafuegos, podas, desbroces y mejoras en el monte. A ello se suman tareas de guardería y vigilancia, que convierten a los cazadores en un aliado esencial en la detección temprana y colaboración en la extinción de los fuegos.
