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Escribo estas líneas desde lo alto de un cerro, donde la brisa de la primavera y el sonido de las hojas que bailan con el viento son mis únicas compañeras. Pasan las horas y espero que ese deseado animal, el que me quita el sueño muchas noches desde hace semanas, se deje ver.

El primer día que tomé contacto con esta modalidad de caza empezó a formar parte de mí, fue como una droga que se apoderó de mi cuerpo para no irse nunca más. Todo cazador tiene un punto débil, una modalidad preferente, un terreno favorito y un animal que le apasiona. Y yo, desde que mis ojos visualizaron la belleza, la inteligencia y la magia de un corzo, supe que esta era la mía. Es difícil explicar y mucho más comprender que lo que estos animales me dan, supera cualquier tipo de felicidad. Su magia es lo que más me enganchó de ellos, duendes que aparecen como arte de magia en la ladera de un campo y desaparecen con solo un salto.

Ser corcero es saberse superar día a día, aprender del animal y, sobre todo, saber que no siempre vas a ganar la partida, pero en cualquier caso vas a disfrutar de ella. Un buen corcero amanece en el monte, esperando poder verlos y disfruta los mejores atardeceres porque sus ganas pueden más que su prudencia. Mi mentor en esta modalidad me ha enseñado que por pequeño que sea el detalle, siempre es importante. Un cazador crece al igual que su pieza y aprende escuchando y observando día a día lo que le rodea.

Con el viento siempre a favor y con una ilusión como el primer día, vivo contando las horas que restan para volverme a sentar en ese cerro con la soledad como compañía, para empezar ese juego que no sé si voy a ganar, pero que disfrutaré con toda mi alma. 

Como una niña, me despertaré para vivir esas jornadas que espero durante todo el año. Guardaré en mi memoria y corazón cada momento, cada lance y cada historia que estos mágicos animales me den, para así el día de mañana poder contar a mis hijos y nietos, las historias de esta cazadora que año tras año vivía la llegada de la primavera de una forma muy especial.
A mi maestro corcero, mi mentor, mi tío: Gracias  por hacerme disfrutar y aprender a tu lado. En la vida y en el monte, el viento siempre de cara.
 

Mel Capitán

De pequeña soñaba con ser una princesa cazadora, con veinticinco años de edad me he convertido en una mujer orgullosa de ser cazadora. Piso monte día a día en busca de esos momentos que solo la caza me sabe dar, por que no cazo para vivir pero vivo para cazar.