En las últimas semanas los perfiles de cientos de cazadores se han llenado con un texto que reflexiona sobre la evolución de la caza en montería. Aunque su autor es desconocido, las palabras que comparte han sido aplaudidas por muchos cazadores del sector, los cuales están de acuerdo con lo que expresan.
El texto hace un análisis a los cambios que ha experimentado la montería en el último medio siglo, especialmente en el suroeste español, y supone una crítica velada a la caza comercial y a la forma de entender esta modalidad cinegética tan arraigada en la cultura española.
El texto es el siguiente:
Cuando yo era joven cazábamos cochinos, solo cochinos y pocos, porque en Badajoz no había venados y en Huelva había algo, pero en muy pocas fincas, y era caro cazar en ellas y nosotros éramos estudiantes tiesos como la mojama.
En aquella época nuestro anhelo era cazar venados y, en cuanto pudimos, empezamos a cazar en La Sierra de San Pedro.
Allí, en fincas abiertas, había muchos venados, pero pequeños y se cobraban muy pocos cochinos, pero a nosotros no nos importaba. Fueron años maravillosos. Cazábamos en abierto por toda la Sierra de San Pedro y las juergas que nos corríamos por la noche eran de antología.
Nuestras casas se llenaron de frontales de venados pequeños y llegó un momento en el que ya no nos conformábamos con eso, ni con el potaje de garbanzos que hacía una mujer en una olla sobre los rescoldos de una candela.
No, nosotros ya nos creíamos monteros expertos y empezábamos a ganar dinero. Ya queríamos venados grandes y un catering digno de la mejor boda.
Y los dueños de fincas y organizadores de montería, atendieron a nuestros deseos y cercaron las fincas, las cuidaron y empezaron a criar venados grandes y a contratar caterings maravillosos. Y, por supuesto, nos cobraron por ello.
Y nos dimos cuenta de que lo que pedíamos era muy caro y ya no podíamos ir casi todos los fines de semana de montería como antes. Es más, es que no podíamos ir apenas de montería porque esas fincas abiertas que monteábamos a precio muy razonable, ahora eran fincas cercadas que costaba una fortuna poner el pie en ellas.
Entonces nos inventamos que cazar venados no tenía emoción y que lo bonito, y lo que busca un montero experto, era cazar cochinos.
Y volvimos a poner en valor al humilde cochino, y como eso era lo que queríamos, de nuevo los dueños de fincas y los organizadores de montería volvieron a atender nuestros deseos. Y aparecieron los cercones, y nos volvimos locos colgando tablillas con bocas espectaculares de cochinos que por fin, se dejaban cazar fácilmente.
Y pasó lo que tenía que pasar, que el humilde cochino pasó a costar una fortuna y, otra vez, tuvimos que decidir que ese tipo caza no era lo nuestro, que lo nuestro es la caza auténtica en finca abierta y a precio módico y razonable. Es decir, hemos vuelto a nuestros orígenes. Quizás ahora, y con la edad, haya vuelto la cordura.