Para los cazadores, sus rifles de caza o escopetas son su posesión más preciada. Al mayor o menos valor económico que pueden tener, muchas veces se les suma el precio emocional de cada pieza y para cualquiera de nosotros, heredar las armas de nuestros padres es un auténtico privilegio.
Sabiendo esto, ponte en situación. Imagina que vas de montería en un día de lluvia y aire y por mala suerte terminas partiendo la culata de tu rifle de caza por la mitad. Pues esa pesadilla es la que viví en mis propias carnes en el invierno de 2017.
Un rifle de caza que acaban siendo dos
El día era espantoso. Llevaba tres días jarreando y nos tocaba montear en un coto de la provincia de Cuenca. Mi mujer Esperanza, haciendo un esfuerzo que jamás le fue recompensado, decidió acompañarme aun admitiendo que acabaríamos como una sopa.
Montando la armada ya pintaba feo. El agua nos daba en la cara por el fuerte viento y todo eran resbalones y patinazos, incluido un torpe servidor. En uno de esos traspiés, perdí el equilibrio y caí de bruces. El golpe fue amortiguado por la funda del rifle y apenas me hice daño. Al llegar al puesto le pedí a Esperanza que fuera sacando las cosas mientras me marcaba con los vecinos… y su cara fue un poema.
Abrió la funda y al tirar del rifle solo sacó la culata, dejando la otra mitad al calor del borrego. No me lo podía creer. Con la caída había partido mi rifle por la mitad. Se trataba de un precioso rifle de caza Heym con madera de nogal heredado de mi tío Luís y la tragedia era enorme. Ni que decir tiene que nos pasamos cuatro horas calados en el puesto sin opción de tiro y dándole vueltas a lo que en ese momento era una pérdida irreparable.
En manos de profesionales
Con la tranquilidad que dan el paso de los días decidí llevar el rifle de caza a mi amigo Juan Conde, maestro armero de Armería Nieremberg, en Madrid. Con tantos años de experiencia seguro que me ofrecería una solución al desaguisado.
Como si de la camilla de un quirófano se tratase, apoyé con suavidad las dos mitades en la mesa de su taller y me quedé mirando, esperando un diagnóstico. «El corte es limpio, no te preocupes que tiene solución», espetó Juan, para mi tranquilidad. Lo que yo pensaba que era una misión imposible con un cambio de culata total, el armero transformo, para mi asombro, en una simple reparación. Unos tornillos por aquí, algo de pegamento por allá y el rifle de caza quedó como nuevo en pocos días.
Con el paso del tiempo le pregunté a Juan Conde por este tipo de averías y esta fue su respuesta: «En nuestro taller pegamos infinidad de culatas todos los años. Para ello estudiamos cada caso de manera individual, ya que la reparación dependerá del tipo de rotura y de la zona afectada de la culata. Es importante que los dos trozos casen bien y que no esté astillada. El uso de pegamentos modernos a base de epoxi y otras resinas sintéticas permite que este tipo de roturas y rajas queden unidas de manera casi permanente. En muchos casos, y según el desperfecto, reforzamos con espigas de acero en distintos ángulos para reforzarlo. Hemos pegado culatas en auténticas operaciones de ortopedia que siguen aguantando después de muchos años y muchos tiros con total seguridad para el cazador que las dispara».
Y de esto último puedo dar fe ya que llevo más de tres años cazando con mi viejo rifle de caza Heym y no he tenido el más mínimo problema. Así que si alguna vez te pasa algo así no pierdas la esperanza y ponte en manos de profesionales. El resultado está garantizado.