Cada 3 de noviembre las redes sociales de los aficionados a la actividad cinegética se llenan de imágenes recordando la canonización de San Huberto. Sin embargo no es el único santo al que se le atribuye la historia de haber visto un ciervo con una cruz entre su cuerna y que a partir de entonces su vida cambiara por completo para, siglos más tarde, se le considerara patrón de los cazadores. La historia de San Eustaquio es anterior a la San Huberto y muy similar.

San Huberto, patrón de los cazadores

Hijo del duque de Aquitania, San Huberto de Lieja nació en el año 657 y como muchos de los nobles de la época era un gran aficionado a la caza. Hasta nuestros días ha llegado la historia de que un Viernes Santo, cuando se encontraba tratando de cazar un gran ciervo, el animal se volvió y dejó ver entre luminosos rayos un crucifijo entre sus cuernas. Entonces San Huberto escuchó una voz que le llamaba a llevar una vida «santa».

A partir de entonces Huberto dedicó el resto de su vida a ayudar a los más necesitados renunciando a su rango y derechos en el ducado de Aquitania, y distribuyendo entre los pobres su riqueza. Años más tarde profesó en las órdenes sagradas llegando a ser obispo de la diócesis de Maastricht (Países Bajos).

Como obispo, trasladó la sede de Mastrique a Lieja y enterró a su predecesor y mentor -que fue asesinado- en una basílica construida para honrar su memoria.

Huberto murió en Tervuren, Bélgica, el 30 de mayo del año 727 y fue enterrado en Lieja. Sus restos fueron exhumados en el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto.

San Huberto, Austria 1891.
San Huberto (Franz Mayer & Co., St. Patrick’s Basilica, Ottawa, Canada)

El nombre y la protección de San Huberto tomaría especial relevancia para algunas órdenes militares durante el siglo XV e incluso el rey cazador Felipe IV consideraba a San Huberto como su protector. Gracias a ello, hoy es venerado por cazadores de toda Europa.

En los siguientes años y hasta el siglo XVI, fecha en que desaparecieron los restos de San Huberto, su sepulcro fue muy visitado incluso como lugar de peregrinación.

San Eustaquio, protagonista de una historia muy similar siglos atrás

Si bien San Huberto es hoy día considerado como patrón de los matemáticos, ópticos y metalúrgicos, así como de los cazadores, la leyenda del ciervo crucífero ya se atribuía a San Eustaquio siglos antes, de ahí que algunos aficionados a la actividad cinegética prefieran considerar a este último como su verdadero patrón y no al hijo del duque de Aquitania.

Imagen de San Eustaquio. © Todo Colección

De nombre inicial Plácido, San Eustaquio fue un general romano a las órdenes del emperador Trajano. Durante una jornada de caza en solitario vio acercarse un ciervo y en el momento de armar su ballesta vio entre la cornamenta del animal un crucifijo emitiendo destellos seguido de la voz de Dios que se dirigió a él por su nombre. En ese mismo instante dicen que se convirtió al cristianismo y adoptó el nombre de Eustaquio.

Cuando volvió a Roma -tras varias victorias en las que se negó a ofrecer sacrificios a los dioses- fue acusado ante Adriano, quien ordenó que lo arrojaran a las fieras del circo, si bien estas milagrosamente le respetarían. Cuenta la leyenda que finalmente el emperador mandó fundir un gran buey de bronce hueco y en el vientre de la escultura encerró a Eustaquio y su familia, que murieron abrasados tras ponerlos al fuego. La Iglesia elevó a los altares años después al pagano convertido al cristianismo y fue tomado por los cazadores como santo patrón.