Por Marcos González (Veterinario y Biólogo)

1-. Sembrarás para los conejos como está mandado 

Habilitarás zonas en las que puedan alimentarse y que estarán rodeadas de matorrales con pequeños desbroces selectivos donde los pastos naturales puedan desarrollarse.

En lugar de cereales como avena o cebada plantarás gramíneas y leguminosas, que mantienen su condición nutritiva durante más tiempo estando a disposición de los orejudos comensales durante la mayor parte del año. Las siembras de cereal, al crecer, dejan de ser accesible para ellos; por ello lo ideal es la rotación de cultivos y la práctica del laboreo anual.

2-. No permitirás que pasen hambre

Aportarás heno o alfalfa en las proximidades de las madrigueras, sobre todo durante la primavera, coincidiendo con la época lactante. En zonas de bajas densidades de población instalarás además comederos y bebederos. 

3-. Controlarás a quienes traten de robarles su alimento 

Celebrarás monterías y planificarás jornadas de rececho para minimizar los efectos negativos de la presencia de grandes herbívoros como el corzo, impidiendo el acceso de ganado a las zonas de alimento de los conejos con ayuda, por ejemplo, de pastores eléctricos.

4-. Les darás un techo

Construirás refugios para que pueda protegerse de los predadores y las condiciones climatológicas adversas, como majanos naturales en suelos blandos y viveros artificiales en terrenos poco profundos y de gran dureza.

Los situarás a no más de 50 metros de distancia de su zona de alimentación y de otras de vegetación natural, y nunca en áreas susceptibles de inundaciones o escorrentías en caso de fuertes lluvias.

5-. Les defenderás de los predadores

Realizarás esperas y batidas de jabalí y controlarás la población de zorros de tu coto –sobre todo antes de la época de reproducción de los conejos– para incrementar las posibilidades de supervivencia de las crías, sin olvidarte de otras especies domésticas asilvestradas como gatos asilvestrados.

También le protegerás aumentando la cobertura vegetal natural de matorral y herbáceas, limitando los desbroces, el uso de fertilizantes y la quema de rastrojos, fomentando las lindes y setos no lineales –dejando los márgenes de las parcelas sin cosechar ni tratar habilitando algo de refugio–, construyendo refugios y madrigueras artificiales, disminuyendo la distancia entre las zonas de refugio y alimentación, cerrando los vertederos de residuos sólidos urbanos y recogiendo animales muertos para evitar altas densidades de carnívoros.

6-. Repoblarás sólo cuando sea necesario

Lo harás cuando estés totalmente seguro de que se han ‘extinguido’ de tu coto; en caso contrario tratarás de recuperar la población local, es lo más recomendable.

La reintroducción con individuos de zonas alejadas que presentan diferencias genéticas y sanitarias pueden favorecer la introducción de nuevas cepas de los virus. Y después de repoblar decretarás un vedado temporal hasta el afianzamiento de la población, de manera que alcance unas densidades adecuadas para volver a disfrutar con su caza.

7-. Eliminarás los parásitos que transmiten sus enfermedades

Fumigarás las entradas a las madrigueras con productos insecticidas en los meses previos y posteriores a la temporada de caza, coincidiendo con los mayores índices de parasitación. Lo harás varias veces al año, ya que las pulgas que habitan en las madrigueras tienen diferentes ciclos de vida.

8-. Vacunarás sólo a los foráneos

Lo harás, en todo caso, sobre los nuevos ejemplares nacidos en el año –es decir, los jóvenes y subadultos– y antes de que tenga lugar el brote periódico de mixomatosis o enfermedad hemorrágico vírica (EHV). Lo meditarás bien antes: la eficacia de la vacunación en conejos autóctonos es algo aún muy discutible.

Además, debes saber que su captura y manipulación les genera un gran estrés, lo que unido a los posibles efectos secundarios de la vacuna, que pueden llegar a mermar su condición física, les volverá más vulnerables frente a otras enfermedades y una presa fácil para sus predadores, incrementando sus tasas de mortalidad. 

9-. Renunciarás a su caza si es necesario

Tomarás medidas –incluso extremas si las circunstancias así lo exigen– cuando las poblaciones de tu coto presenten densidades mínimas. Si fuera necesario reducirás el número de horas de caza por jornada o incluso adelantarás el cierre de la temporada, además, por supuesto, de reducir los cupos de capturas.

Por último, comenzarás a cazarlo –si la Administración lo permite– cerca del final del verano, cuando los ejemplares de cuatro meses de edad ya se pueden considerar adultos –los cambios climáticos están adelantando la época de celo a los últimos meses del invierno–. De esta manera adaptarás su caza a su nueva época de cría, cerrando la temporada a finales de diciembre. 

10-. Los cazarás en mano si quieres tener más

Tratarás de abatirlos con escopeta y perro, pues es una modalidad donde los objetivos suelen ser los machos que están menos ligados a las madrigueras y, por su inexperiencia y el tiempo que pasan fuera de su cobijo subterráneo, los juveniles de más de tres meses. De esta manera aumentará el porcentaje de hembras y, por tanto, el número de nuevas crías que nacerán durante la siguiente primavera.