El corzo es uno de los objetivos cinegéticos que más pasiones levanta. En España está presente sobre todo en el tercio centro y norte, aunque las poblaciones más meridionales las encontramos en las sierras de Málaga y Cádiz. En la actualidad es una especie aparentemente próspera y en clara expansión, colonizando nuevos terrenos como consecuencia de los cambios del uso del territorio. Por ello, cada día son más los aficionados que se interesan por su adecuada gestión.
Para efectuar una ordenación seria de sus poblaciones y de los terrenos en los que se asienta, en este caso nuestro coto, lo primero es realizar una buena planificación de los ejemplares a abatir. Esta planificación será la misma que para cualquier otra especie cinegética: fijaremos un objetivo para la evolución de la población y extraeremos anualmente una cantidad de individuos acorde con este objetivo. Esto que parece fácil no lo es, pues implica al menos, conocer cuál es nuestra densidad de población corzuna y hacia dónde queremos llevarla.
¿Cuántos hay en tu finca?
Para hacernos una idea de la cantidad de corzos que alberga nuestro coto podemos recurrir a los censos primaverales y la observación de grupos familiares a finales del verano –podemos ayudarnos de cámaras de fototrampeo instaladas en sitios estratégicos: pasos, praderas, siembras, bebederos…–. La densidad de población dentro de un territorio depende de las condiciones de vida que éste ofrezca: cobijo, tranquilidad, agua, comida… En España existen zonas con más de diez corzos por cada 100 hectáreas, aunque lo habitual es que la cifra sea menor.
Cómo mantener el equilibrio
Otros aspectos importantes a conocer son el reclutamiento demográfico –que no es más que la cantidad de corzos nuevos que hay en mi coto cada año, fruto de los nacimientos y la inmigración– y cuál es la tasa de mortalidad. Conocidos estos parámetros, la regla a respetar será asegurarse de que la extracción anual no va a sobrepasar el rendimiento neto –reclutamiento menos mortalidad–, salvo que el objetivo sea disminuir la densidad corzuna del coto en cuestión. Si queremos mantener su número o que éste vaya ligeramente en aumento, sabiendo que la productividad de las poblaciones silvestres suele variar entre el 25 y el 50% del censo de adultos, podemos fijar inicialmente el cupo de ejemplares a cazar de entre el 10 y el 20% del censo. Si queremos disminuir algo la población, podríamos elevar la cantidad de capturas hasta un 25 o un 30% del censo de adultos.
En poblaciones sanas y con alta capacidad de reproducción los animales jóvenes con edad inferior a un año representan la mitad del censo total, y además el cociente entre el número de machos y hembras debe ser próximo a uno: es decir, conviene no provocar una notable alteración de esta pirámide demográfica. Por consiguiente, deberemos de cazar tanto machos como hembras y de diferentes tipos de edad, de manera que siempre contemos con el mismo número de ejemplares de cada género y reservando la mitad de los precintos para los corzos más jóvenes.
No te pases con los trofeos
Puede parecer una barbaridad, y además resulta complicado hacer cuentas cuando gastas la mitad de los precintos en hembras o machos jóvenes, pero en contra de lo que la mayoría piensa, la sobreabundancia de éstas no repercutirá en una más intensa multiplicación de la población, como podría esperarse. Tampoco resulta adecuada una gestión en la que se extrae una notable cantidad de corzos con ánimo trofeístico, ya que estaremos condenando a las hembras a tener que reproducirse con los peores machos, y más teniendo en cuenta que la mayoría de los trofeos suelen cazarse antes de la época de celo. Por tanto, cazar animales de todas y cada una de las clases de edad tendrá una repercusión positiva sobre los trofeos, ya que estaremos reservando, para los individuos de mayor edad buena, parte de los recursos alimenticios durante la época en la que desarrollan la cuerna. Sin embargo, si sólo nos preocupamos de cazar los mejores, dichos recursos tendrían que ser compartidos por una mayor cantidad de machos inmaduros con el consiguiente empobrecimiento paulatino de la calidad de los trofeos.
5 mejoras para optimizar su hábitat
Cobijo, tranquilidad, agua, comida… La presencia del corzo en un determinado territorio depende de las condiciones de vida que éste sea capaz de ofrecerle. Te contamos cómo convertirte en el mejor anfitrión para el duende del bosque. Sólo tendrás que hacer unas pequeñas mejoras.
Desbroces y rozas
El corzo es un herbívoro de amplio espectro, consumidor selectivo de herbáceas y un excelente ramoneador. Su densidad relativa, comparada con la de otros cérvidos o bóvidos, es escasa. Por ello, realizaremos un desbroce selectivo de matorral en pequeñas teselas uniformemente distribuidas por el monte, favoreciendo la diversidad de la vegetación y potenciando los ecotonos que tanto le gustan.
Haremos entre cuatro y cinco teselas por cada 100 hectáreas.
La superficie de las teselas desbrozadas será de superficie inferior a una hectárea, preferiblemente de borde sinuoso y junto a formaciones arbóreas para favorecer el conocido ‘efecto mosaico’.
Atento a especies vegetales nutritivas y de alta palatabilidad como el agracejo, el mirto, el labiérnago, la zarza… Su constante rozado buscando su rebrote puede acabar con ellas, sobre todo si hay presencia de ciervo en el monte, produciendo el efecto contrario al deseado al haber eliminado las especies predilectas a ramonear por el corzo.
Cultivos de apoyo
En determinadas épocas del año el corzo cuenta con escasos brotes nuevos donde elegir, lo que limita la capacidad de carga de nuestro coto. El invierno y el verano suelen ser las más desfavorables, y coinciden además con etapas fundamentales en la gestión de la especie. En la estación fría se forma la cuerna de los machos: es cuando éstos necesitan mayores aportes de energía y proteínas. En el estío, los corcinos alumbrados en mayo están en pleno desarrollo, por lo que las hembras necesitan un aporte alimentario extra. Existen dos tipos de cultivos:
De invierno-primavera
La base fundamental debería ser el trigo de ciclo largo y de variedades sin barbas en la espiga, como el Aragón o el candeal. Incluiremos también veza, ray-grass westerbold y semillas de malas hierbas que nos facilitarán en el centro de clasificación de cereales más cercano, ya que suelen desecharse. Así obtendremos una mezcla heterogénea que sembraremos en septiembre u octubre en parcelas pequeñas de menos de media hectárea alternadas con espacios de monte o erial que proporcionen refugio cercano.
De verano-otoño
Lo ideal es alternar siembras de esparceta con las mezclas de malas hierbas y girasol que realizaremos en febrero-marzo en pequeñas parcelas distribuidas por todo el coto y alternadas, también, con zonas de monte o erial. En una misma parcela sembraremos esparceta el primer año, que nos durará sobre el terreno otros dos. El cuarto sembraremos mezcla de invierno, el quinto girasol y el sexto, de nuevo, mezcla de invierno. El total de siembras ha de ser múltiplo de seis y para distribuirlas de forma uniforme formaremos grupos de seis parcelas, iniciando el ciclo comentado en cada una en años diferentes.
Pastos artificiales
Podemos aprovechar superficies de monte o cultivo abandonadas que ya sustenten pastizales naturales o los hayan mantenido hasta hace poco por la proliferación de matorral, etc. Estos serían los lugares idóneos, pero también pueden realizarse siembras a expensas de superficies de matorral sobre suelos profundos y fértiles que suelen coincidir con los sustratos más arcillosos y las pendientes más moderadas, favoreciendo la mayor disponibilidad de humedad en el sustrato para el adecuado desarrollo del pastizal.
Pastos ideales
La alfalfa o las siembras con más de una especie en las que predominen las leguminosas: zulla (Hedysarum sp.), dáctilo (Dactylis sp.), pasto alpiste (Phalaris sp.), tréboles (Trifolium sp.), ballicos (Lolium sp.)…
Dónde ubicarlos
En pastizales que linden con zonas boscosas, de modo que puedan encontrar el alimento junto al refugio.
Manos a la obra
Sembraremos una parcela inferior a una hectárea por cada 30-50 hectáreas de superficie y antes del periodo de lluvias, con un gradeo con grada ligera, abonado de fondo con 250 kg/ha de superfosfato (18%) y una dosis media de siembra de 15 kg/ha.
Protege las siembras
Si hay presencia de ganado o ciervo es preciso vallar con permeabilidad exclusiva para el corzo.
Más comida
Estas siembras valladas se pueden combinar con la instalación de un comedero, un bebedero y bloques de sal.
Comederos y bloques de sal
Como norma general, si la densidad de nuestra población de corzo es adecuada al medio o contamos con cultivos de apoyo no realizaremos aportes alimenticios. Sólo tendrá sentido en aquellos cotos con alta densidad o escasa calidad para potenciar una mínima población y sólo excepcionalmente al final de la primavera o durante el verano, o por condiciones climatológicas extremas como grandes nevadas o prolongados periodos de sequía.
De manera también excepcional le suministraremos bloques de sal en primavera en aquellos con suelos pobres en este elemento. Se ubicarán en zonas de ecotono entre bosque y pastizal, colgados de las ramas de un árbol a un metro de altura. Nos aseguraremos de que los bloques no caigan al suelo; de lo contrario, se disolverán y afectarán a las raíces del árbol.
Puntos de agua
Lo más recomendable es que nuestro coto de caza cuente con al menos un punto de agua por cada 50 hectáreas de superficie: puede tratarse de pantanetas, balsas, abrevaderos artificiales fijos o móviles, manantiales naturales recuperados… que distribuiremos por el monte de la mejor manera posible.
¿Qué le gusta al corzo?
El corzo es una especie eminentemente forestal –sobre todo bosques de caducifolias–, pero su gran capacidad de adaptación al medio le permite habitar en multitud de ecosistemas. Eso sí, si tu finca es capaz de satisfacer sus gustos, tendrás mucho ganado…
Territorios en mosaico
Formados por tierras de labor con diversos cultivos, pastizales, matorral y bosque compuesto por diversas especies de árboles y arbustos, ofrecerán una mayor capacidad de carga.
Cultivos, pastizales…
Es una especie de ecotono o ‘de borde’: es habitual verle en cultivos, pastizales o zonas desbrozadas junto a otras de mayor cobertura como bosques o matorrales diversos.
Arbustos y forraje
Le encantan los brotes de arbustos nuevos de zarza, rosa silvestre, jara y otros de nueva emergencia tras desbroces y claras en el monte: en especial, se pirra por el alto contenido proteico de las leguminosas pratenses que escogerá minuciosamente entre un tapiz de hierbas de todo tipo.