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Carlos Losada Amo, el niño con cardiopatía congénita cuyo corazón late por la caza

Carlos Amo.

Carlos Losada Amo es un niño de seis años de edad natural de Córdoba que nació con un problema de cardiopatía congénita, una malformación del corazón por la que lo tuvieron que operar con tan sólo 39 días de vida. Aquello fue un «shock» para su familia, que afrontó con dureza aquellos momentos, pero la entereza y la fortaleza les hizo salir hacia adelante y, años después, el amor por el campo, la naturaleza y el mundo cinegético les ha servido como «oasis espiritual» -como así lo define su madre, María Isabel Amo- para seguir el camino. Hoy, 14 de febrero, Día Mundial de las Cardiopatías Congénitas, es protagonista en Jara y Sedal.

La historia de Carlos Losada desde el primer día de su vida

Los primeros días de Carlos fueron duros para su familia y para él. No sabían qué era lo que exactamente le pasaba, hasta que en el día 34 de vida, le detectaron el problema: tenía cardiopatía congénita. Cinco jornadas después, sufrió la dura operación en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. Fue el 27 de mayo de 2015; casi dos meses después, recibió el alta hospitalaria y, por fortuna, ya hace vida casi normal y tiene al mundo cinegético como su gran pasión y escape cada fin de semana.

María Isabel, madre del niño, es una cazadora de Córdoba que practica la actividad cinegética junto a su padre y su hijo en la localidad de Montoro y explica que «es su vida, es lo que le gusta, es lo que quiere hacer cada fin de semana». «Mi padre es cazador desde que le salieron los dientes: es algo que le viene de generación en generación. Para mí, la caza es un orgullo muy grande. Somos dos hermanos, pero solamente me gusta a mí la caza, por lo que yo tengo la responsabilidad de seguir la tradición familiar», detalla esta madre de tres hijos e ingeniera informática de profesión.

«Desde chica yo he sido muy rebelde», añade, «y le decía que quería ir de cacería, y él no ponía mucho interés». Hace cinco años, María Isabel estaba embarazada del pequeño Carlos y, «cuando tenía una gran barriga, junté 300 euros, que era lo que me costaba sacarme el permiso de armas, hablé con mi madre, me estudié los temas y aprobé el examen», relata. Desde entonces, «me voy de cacería cada fin de semana con Carlos y con mi padre. Mi hijo tiene pasión absoluta por su abuelo y él tiene pasión absoluta por él. Carlos está totalmente obsesionado por la caza…», resalta.

Miguel Amo, abuelo del pequeño Carlos: «El niño vive por y para la cacería»

Carlos Amo junto a su abuelo.

«El niño vive por y para la cacería. Lo sueña. Está deseando de que lleguen las cinco de la mañana, que es la hora en la que lo suelo recoger, pero él media hora antes ya está despertando a la madre para que lo levante ya, porque ha llegado el momento. Él sueña con Cachirulo, que es su perro favorito», relata su abuelo, Miguel Amo, a la redacción de este medio.

«Intento meterle en la cabeza los valores que mis padres me inculcaron a mí; intento explicarle todo lo que ocurre en el campo, cómo sobrevivir si se pierde en un día de cacería, qué tiene que hacer para que lo vean y hacerse ver, cuándo son los tiempos de veda, cuándo son los tiempos en los que las conejas están preñadas y están a punto de parir. La cacería es su vida, como es la mía, como es la de mi hija», añade Amo.

«Cuando cazamos un conejo, y si los perros no han llegado al animal, le hago salir corriendo y cobrarlo», relata sobre los detalles de las jornadas cinegéticas con Carlos. «La cacería no es solamente apretar el gatillo: nosotros le ponemos bebederos a los conejos y a las perdices, y me gustaría que se vinieran los animalistas con nosotros a llenarlos», pone en valor.

Los valores del mundo cinegético

Carlos, en una jornada cinegética. © M. I. A.

María Isabel Amo explica sobe sus jornadas de caza y sus antepasados: «Sé que en el otro lado me están esperando mis abuelos y bisabuelos y la naturaleza es el sitio en el que me los encuentro. Es una forma de conectar donde están. Yo me pego la vida trabajando con códigos, con páginas web, y el campo es lo que quiero yo ser en realidad. Y veo a mi hijo disfrutando allí, y es mi vida. Pienso que algo estoy haciendo bien cuando regreso a cazar», defiende esta madre orgullosa de ser una apasionada del mundo cinegético.

«Él cumplirá en abril siete años, y en los primeros días le detectaron este problema que era incompatible con la vida. Para nosotros, el campo, no es solamente un hobby ni un deporte, sino una forma de vida», pone en valor.

Sobre el gran consejo que su padre les ha dado a lo largo de su vida, asegura que él repite siempre una frase que tanto Carlos como ella tienen metida en la cabeza: «Siempre nos dice que, aunque la escopeta tenga más disparos, siempre se le deben meter dos cartuchos, porque si a un conejo le das dos disparos y no aciertas, tiene derecho a la vida, déjalo y no dispares por tercera vez».

Un mensaje que lanza este 14 de febrero

María Isabel, además, lanza un mensaje especial en este 14 de febrero: «En cuanto a la Administración, pedimos que los bebés que nazcan tengan ecocardiografías fetales, que haya apoyo psicológico de las personas que pasen por el shock de tener una cardiopatía, y ya cuando salgan, que sepan que hay vida después de un golpazo tan fuerte como ese», expone.

«Mi hijo tiene un corazón remendado, y es un esfuerzo físico muy grande cada vez que sale de cacería, pero aunque nosotros lo hemos pasado muy mal, merece la pena, y cada vez que veo a mi hijo disfrutar, yo también disfruto», confiesa su madre. Este, por su parte, es un vídeo que realizó en el colegio en el que mostraba su día a día en el campo:

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