Pasados unos días de la gran manifestación del 20M, no ha quedado medio ni personaje que no haya analizado tal acontecimiento, deduciendo, muchos de ellos, que la gran afluencia ha sido algo natural y espontáneo, como si de pronto 400.000 personas hubiesen aparecido de la nada y decido alquilar autobuses para dar una vuelta por la Castellana. ¡No, no fue casualidad! ¿Cómo se monta semejante protesta?
¿Cómo se aglutina a esa cantidad de gente, llegados de todas partes, un domingo en Madrid? Para entenderlo habría que conocer un poco más a los convocantes (no a los que se sumaron): las federaciones, su estructura, su capacidad. Definitivamente no fue casualidad.
La evidencia es que más del 80% de los asistentes a esa histórica manifestación eran cazadores. ¿Y cuántos de ellos federados?… para mí lo eran todos, y me explico: esa asistencia es el resultado de la fuerza de la inercia, una inercia provocada por la capacidad de convocatoria de las federaciones de caza. ¿Quién puede comunicarse directamente y en pocos minutos con todos sus afiliados (en el caso de Andalucía más de 90.000) a través de una llamada o un WhatsApp? ¿Quién tiene una estructura capaz de dar respuesta económica a una convocatoria con semejante coste? Claro está que pocas entidades.
Han sido las federaciones, le pese a quien le pese, quienes han cargado con el peso de movilizar esa masa histórica que ocupó Madrid un domingo. Y todos los cazadores que allí nos encontramos, unos federados y otros no, sentimos que había algo que nos unía aparte del hecho de ser cazadores; sentimos, al menos así lo he ido palpando desde aquel día, que un escudo que nos lleve es necesario.